La 28 Conferencia Mundial del Clima es, quizás, la más paradójica de la historia
Arrancó la 28ª edición de la Conferencia de las Partes (COP28) de la Convención de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCCC) en el país anfitrión, los Emiratos Árabes Unidos (EAU). El debate, este año, se centra principalmente en la transición energética y la eliminación de los combustibles fósiles: una paradoja, teniendo en cuenta que la cumbre se desarrolla en uno de los mayores petroestados del mundo.
La demanda por acelerar la transición a las energías limpias se hace cada vez más urgente y trasciende ya a ambientalistas y científicos, pues suma a un número sin precedentes de líderes globales y empresas, incluyendo marcas reconocidas como Sony, Roche, Tetra Pak, Virgin Media, DHL, Zara-Inditex o Coca Cola. También se suman muchas nuevas voces, como un contingente de más de 45 millones de profesionales de la salud que envió una carta al presidente de la COP, el sultán Ahmed Al-Jaber, instándolo a lograr una eliminación acelerada de los combustibles fósiles como el camino decisivo hacia la salud para todos.
La ciencia ya ha hablado con claridad: el planeta está sobrecalentándose y necesitamos detener ¡ya! las emisiones de gases de efecto invernaderos (GEI) derivadas de la quema de petróleo, gas y carbón para no superar el incremento de 1.5° C de temperatura, el umbral crítico establecido por el Acuerdo de París firmado en 2015. Si queremos un planeta habitable, necesitamos “descarbonizar la economía” y reducir las emisiones al 50 % en 2030, para llegar a su completa eliminación en 2050.
Recordemos que este 2023 finaliza con una serie de tristes récords: los termómetros del mundo revelan que estamos en el año más caluroso de los últimos 120 mil años, la Amazonía languidece por falta de lluvias, y hemos sufrido eventos meteorológicos extremos en cada parte del globo: olas de calor, precipitaciones intensas, sequías. Mientras tanto, las empresas y estados petrolíferos se han hecho más ricos que nunca, liderados por el principal productor mundial, Estados Unidos. Otra paradoja.
En este momento, todos los reflectores apuntan a Al-Jaber, ministro de Industrias y Tecnologías Avanzadas de la potencia petrolera: como presidente de la Conferencia y principal negociador, el sultán emiratí tiene entre sus manos el futuro de la humanidad. Algunos lo miran con recelo y desconfianza: ¿qué credibilidad puede tener el principal negociador de la emergencia climática cuando, además de ministro, es también director ejecutivo de la Abu Dhabi National Oil Corporation (Adnoc), una de las diez empresas más grandes productoras de petróleo? ¿Podrá liderar la reducción y rápida eliminación de los combustibles fósiles en la matriz energética mundial? ¿Elegirá salvar a la humanidad, o se decantará por lo que sea cómodo para sus intereses comerciales? La suspicacia se aviva por una reciente investigación periodística que revela los planes del país árabe de discutir acuerdos sobre combustibles fósiles con otras 15 naciones durante la COP28, según unos documentos oficiales filtrados, y así sostener alta la demanda de petróleo en las próximas décadas. Según los desconfiados, la COP28 está muerta aún antes de empezar, y estamos condenados a achicharrarnos.
Otros apuestan por creer en la trayectoria política, empresarial y diplomática del sultán —enviado especial sobre el cambio climático de Naciones Unidas durante casi una década—, quien desde 2006 ha hecho crecer su sucio negocio petrolero, pero también ha construido una de las más grandes operaciones de inversión en energías renovables —solar y eólica— con la empresa MASDAR, que ahora opera en más de 40 países. ¿Una paradoja? También se resalta el pragmatismo del ministro y su capacidad de influencia dentro de la propia industria petrolera: si contagia a sus pares y logra que Arabia Saudita —hasta ahora renuente a firmar cualquier acuerdo— se suba al barco, ya habrá cumplido una importante misión.
En medio de las controversias, Ahmed Al-Jaber quiso anotarse un gol desde el primer día de la COP: anunció la puesta en marcha y el fondeo del Fondo de Pérdidas y Daños para pagar los daños provocados por las tormentas y sequías causadas por el cambio climático, uno de los mayores reclamos de los países más vulnerables. También anunció la próxima adopción del histórico acuerdo sobre reducciones de metano, responsable de un tercio del calentamiento global. Otros anuncios de las últimas horas incluyen el compromiso de 110 países de triplicar la capacidad de producción de las energías renovables y duplicar la tasa anual de mejoras en la eficiencia energética 2030, así como el financiamiento por $ 3.000 millones del Fondo Verde del Clima por parte de Estados Unidos. Con estas promesas, quizás el pragmatismo del sultán salga premiado.
Los anuncios latinoamericanos, hasta ahora, también han sido auspiciosos. El presidente brasileño Lula da Silva, quien aterrizó en Dubái con la delegación más grande de la historia —2.400 funcionarios, activistas, empresarios e indígenas— llevó una propuesta para la rehabilitación de casi 40 millones de hectáreas de tierras degradadas, y otra de solicitud de fondos internacionales para pagar la conservación de las selvas tropicales en unos 80 países del mundo. Gustavo Petro, por su parte, convirtió a Colombia en el décimo país en adherir al Tratado de No Proliferación de Combustibles Fósiles promovido por un grupo de naciones insulares, incluso del Caribe, que, de seguir calentándose el globo, se verán borradas por el incremento del nivel del mar.
Con una delegación peruana aun descabezada debido a la próxima interpelación de nuestra ministra del Ambiente por el Congreso de la República, estamos a la espera de los anuncios nacionales. Nuestro país necesita con urgencia implementar políticas efectivas de control de la deforestación, seguridad energética basada en energías limpias, y protección de los defensores ambientales que, como el líder indígena Quinto Inuma esta semana, entregan su vida para defender nuestro territorio de las actividades ilegales.
Nos queda esperar al 12 de diciembre, día del cierre de la Cumbre, para ver si el sultán cumplió sus promesas.
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