Nuestro pasado, nuestra legislación y el sentido común reclaman un trato justo al Archivo General de la Nación
Si bien llevo varias semanas sin escribir en Jugo sobre la situación del Archivo General de la Nación, sigue siendo prioritario hablar de ello: de hecho, resulta más necesario que nunca mantener vigente el tema, puesto que el Jefe del Archivo, Ricardo Moreau, continúa empeñado en perpetrar el tremendo despropósito de transferir, entre gallos y medianoche, la memoria de nuestro Estado a un galpón sito en el puerto del Callao, donde esta languidecerá quién sabe por cuánto tiempo… favoreciendo que parte de esa memoria escrita que pertenece al pueblo peruano sea destruida permanentemente.
Hace semanas, ante los cuestionamientos y los informes negativos de la Contraloría y del propio Ministerio de Cultura, Moreau se comprometió a convocar una comisión de expertos para evaluar el local, pero ningún archivero de prestigio internacional se ha prestado para tal pantomima.
No olvidemos que cada uno de esos documentos es único e irreemplazable y que, una vez que la tinta queme el papel o la humedad provoque que se peguen las páginas unas a otras, no podremos recuperarlos. Y ni siquiera sabremos qué es lo que hemos perdido, porque todavía no contamos con catálogos ni un inventario completo de los contenidos del AGN. Ignoramos hasta lo más básico.
En su momento no escribí al respecto porque no había mucho que decir, pero el panorama del asunto cambió el pasado 28 de Julio, cuando la presidenta Dina Boluarte incluyó en alguna de las cinco horas de su interminable Mensaje a la Nación la promesa de construir el nuevo local del AGN. Nos cuesta, eso sí, creer en las palabras de una señora que se ha dedicado a mentir sistemáticamente a la población y que cree que todos los problemas de los peruanos se pueden resolver ofreciendo el oro y el moro. Nada más lejos de la realidad.
La ministra de Cultura, Leslie Urteaga, acudió rauda y veloz a la televisión a seguir prometiendo que pronto existirá el tan deseado edificio. No ofreció muchos detalles sobre el desalojo, solo que en algún momento habría que mudarse. Los suspicaces levantamos una ceja, porque sabemos que desde semanas atrás no se hace más que preparar la inopinada mudanza y que la espada de Damocles pende sobre la Memoria Histórica del país. Incluso han sido solicitados más recursos al Ministerio de Economía para realizar el antitécnico traslado.
Esta semana me he dedicado a estudiar las conmemoraciones de los bicentenarios de las batallas finales que sellaron la independencia, no solo del Perú sino de toda Sudamérica. Como escribí la semana pasada, las celebraciones en Junín fueron variadas y me dejaron la impresión de que las diversas comunidades albergan el deseo de involucrarse en esa conmemoración y sentirse parte de la que consideran es su historia.
Seguí ese evento a través de un Congreso de Historia, primero en Lima y luego en Ayacucho. Fue maravilloso comprobar la presencia no solamente de numerosos colegas, sino también de muchísimos estudiantes de todas las universidades del país donde se enseña esta materia, además de personas de todas edades, interesadas en entender nuestro pasado. La historia cobra vida y razón de ser en estas oportunidades.
Algo similar sucedió cuando llegué al pueblo de Paras, en la sierra sur de Huamanga, lugar donde se dice nació María Parado Jayo, nuestra heroína casada desde los quince años con Mariano Bellido. La comunidad entera ha hecho suya su historia: hay carteles a lo largo de todo el camino, así como una estatua en la plaza principal. Y todas las personas con las que hablé se mostraron orgullosas de proceder de la misma tierra que ella. Además, probablemente no sea coincidencia que actualmente se haya recuperado el uso público de su apellido original, ya que el alcalde de su localidad también es un Jayo.
Momentos como estos muestran cómo la historia importa a un gran sector de la ciudadanía, un sector cada día más amplio que busca sentirse conectado con ella. No resulta una exageración afirmar que para muchos forma parte de su identidad. Es por ello que resulta aún más incomprensible el empecinamiento de las autoridades a cargo de la salvaguarda de nuestro patrimonio documental en ponerlo en riesgo de que se pierda irreversiblemente.
Ante esta situación nos hemos reunido ciudadanos, historiadores y archiveros con un equipo de litigantes y especialistas de Historia del Derecho de la Universidad Científica del Sur, en un frente liderado por el letrado Hans Cuadros, con el objeto de preparar una demanda de amparo para salvaguardar los documentos y propiciar una medida cautelar que impida su traslado a un recinto peligroso. Firmada por la doctora Margarita Guerra Martinière (presidenta de la Academia Nacional de Historia), el doctor Joseph Dager Alva (exjefe institucional del AGN) y Magally Alegre Henderson (directora del Archivo Riva Agüero), además de sus abogados, esta iniciativa busca detener de una vez por todas el absurdo traslado temporal.
Citando el documento legal suscrito, podemos decir que “esta demanda encuentra su sentido de urgencia, no en la inmediatez, sino en la necesidad de asegurar la protección de documentos que construyen no solo nuestra historial nacional, sino nuestra propia identidad: de dónde venimos y adónde vamos”.
Estos documentos pertenecen a todos los ciudadanos y ciudadanas peruanos y la Constitución garantiza su protección como patrimonio nuestro que es. Ante el peligro en el que se encuentran, tenemos el derecho e incluso el deber de defender lo que es nuestro. El pedido que hacemos es simple: anular el traslado temporal a un local inapropiado, así como exigir la construcción de un local permanente.
Nos basamos en el peso de la Historia y en el peso de la Ley.
¡Suscríbete a Jugo haciendo clic en el botón de abajo!
Contamos contigo para no desenchufar la licuadora.