Nuestro patrimonio cultural es invadido y nuestras instituciones solo miran
Ana Cecilia Mauricio es profesora asociada de la Pontificia Universidad Católica del Perú y exploradora del National Geographic. Es licenciada en arqueología por la Universidad Nacional de Trujillo, magíster en Estudios Climáticos y Cuaternarios, y doctora en Geoarqueología por la Universidad de Maine, EE.UU. Desde 2012 dirige un programa de investigación multidisciplinario en el valle de Chao, en la costa norte peruana, que estudia el origen y desarrollo de la monumentalidad y la complejidad social, y el papel que juegan el clima y el medio ambiente en estas transformaciones sociales.
Aunque este titular puede sonar exagerado, esta es una realidad que enfrentan miles de sitios arqueológicos en el Perú todos los días. Según cifras del Ministerio de Cultura, durante el año 2022 se recibieron un total de 1.077 alertas de atentados a sitios arqueológicos a nivel nacional, por las cuales, según este mismo ministerio, solo se impusieron 42 sanciones por infracciones contra el patrimonio arqueológico. Estos números, claro, solo toman en cuenta los casos reportados al citado ministerio, los cuales resultan ser mucho menores al de los atentados reales que ocurren día a día ante la pasividad de las autoridades que tienen voz y voto en la defensa del patrimonio cultural del país.
En estos días, además, pueden verse en las noticias y redes sociales las clamorosas denuncias de la doctora Ruth Shady —tal vez la arqueóloga más reconocida del país— sobre las amenazas que ella y su equipo están recibiendo por parte de invasores de terrenos que acosan violentamente a los arqueólogos para apropiarse de las tierras donde se ubican monumentos importantes como Caral. En junio de este año, el portal de noticias Ojo Público emitió un reportaje con datos alarmantes: en los últimos cuatro años, 6 de los 13 sitios arqueológicos considerados patrimonio mundial de la humanidad que tiene el Perú han sido afectados. Resalta el caso de Chan Chan, símbolo cultural de la ciudad de Trujillo, que ahora integra la lista del patrimonio mundial en peligro, esto por atentados alarmantes y grotescos por su flagrancia e impunidad como la construcción de una urbanización, con lotes y edificios de más de tres pisos, al interior de los muros prehispánicos de Chan Chan. Si esto ocurre en dos de los sitios arqueológicos más emblemáticos del Perú, los cuales reciben cientos de visitantes a diario, imagínese la suerte que corren los lugares que no reciben esta atención.
Este panorama de abandono y desatención contrasta mucho con los titulares que encontramos casi a diario en la prensa peruana sobre “descubrimientos” arqueológicos en diversas regiones del país. Estas noticias, sin embargo, abusan de titulares sensacionalistas que buscan clics para sus medios, aprovechando la gran expectativa y popularidad que tienen entre la población los así llamados “descubrimientos arqueológicos”. Muchas de estas noticias tienen titulares engañosos, con contenidos carentes de sustento o información confusa, lo que muestra la falta de preparación de la prensa para difundir temas científicos o culturales, y/o la preferencia por el sensacionalismo sobre la información más consistente. Por otro lado, los arqueólogos y arqueólogas no estamos exentos de responsabilidad en este asunto: muchas veces la búsqueda de atención y notoriedad nubla nuestro sentido de responsabilidad y vemos que los propios profesionales hablan de antigüedades o de “descubrimientos” de sitios sin datos que los sustenten, quizá pensando que es preferible cualquier tipo de noticia a no ser noticia.
El abandono de los sitios arqueológicos por el Estado lleva en parte a estos escenarios, porque un sitio que llama la atención del público y de la prensa tiene más probabilidades de no desaparecer por invasiones o saqueos. Sin embargo, los especialistas y la prensa estamos perdiendo una valiosa oportunidad de hablar sobre la grave situación en la que se encuentra nuestro patrimonio arqueológico. La pérdida acelerada de monumentos, su desamparo legal y la falta de políticas públicas apropiadas proyectan un panorama más que crítico a mediano plazo.
En los más de doce años que llevo investigando sitios arqueológicos en la costa norte —principalmente en el valle de Chao— he sido testigo de la escalada sin precedentes de destrucción de sitios y la inacción del Ministerio de Cultura y las municipalidades, aún en contra de sus propias leyes y normativas que los obligan a actuar.
La protección y difusión de nuestro patrimonio arqueológico es una herramienta poderosa de desarrollo para países como el nuestro, que descubre y arma su historia con cada sitio excavado y recuperado. Cuando asistimos pasivamente a la destrucción de nuestro patrimonio arqueológico, estamos viendo la destrucción de nuestro futuro, de nuestra identidad y la posibilidad de ser algún día un país más justo e inclusivo, en todos los aspectos, ¿tal vez esto sí merece ser parte de los titulares?
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