El papa que se rectificó


Un agnóstico se une al pesar mundial por la partida del papa Francisco


La muerte del papa Francisco es una pérdida profundamente sentida más allá de las fronteras religiosas. Su partida marca el fin de un pontificado que supo admitir errores y rectificar decisiones, algo muy inusual en esas instancias.

El obispo argentino Jorge Mario Bergoglio se convirtió en el papa Francisco en marzo de 2013. Heredó, junto al liderazgo espiritual de millones de católicos en todo el mundo, la responsabilidad de enfrentar una de las mayores crisis morales en la historia contemporánea de la Iglesia católica: el abuso sexual por parte de sacerdotes y la persistente impunidad que permitió su propagación durante décadas.

Francisco llegó al Vaticano con ideas renovadoras en varios frentes, pero inicialmente parecía llevar consigo también los prejuicios, limitaciones y puntos ciegos que históricamente habían caracterizado a la cúpula eclesiástica respecto al manejo de las denuncias de abuso sexual. La actitud prevaleciente en Roma era de una cautela excesiva que, a menudo, se percibía como indiferencia hacia las víctimas. Esto generó enormes críticas, especialmente en países profundamente afectados por escándalos, como Irlanda, Estados Unidos y Chile.

Precisamente, la visita del papa Francisco a Chile en enero de 2018 marcaría un punto de inflexión clave en su pontificado. En aquel viaje, inicialmente defendió con vehemencia al obispo chileno Juan Barros, acusado por las víctimas de encubrir los abusos del sacerdote Fernando Karadima, considerado uno de los depredadores sexuales más notorios en la Iglesia chilena. Francisco dijo en aquella ocasión que no había «una sola prueba» contra Barros, provocando indignación entre víctimas y activistas. Durante esa misma visita, el desencanto ciudadano hacia el pontífice fue evidente en la escasa asistencia a sus eventos públicos, reflejando el enojo ante la inacción histórica de la Iglesia frente a los abusos.

Sin embargo, tras regresar a Roma y frente a la creciente presión mediática y social, Francisco rectificó. Solicitó una investigación profunda a cargo del arzobispo maltés Charles Scicluna, conocido por su rigor en la investigación de abusos. El resultado de esta investigación sacudió profundamente al papa, revelando no solo la veracidad de las acusaciones contra Barros, sino también la magnitud y extensión del encubrimiento institucionalizado en la Iglesia chilena.

A partir de entonces, Francisco mostró una disposición inédita en el liderazgo católico para escuchar directamente a las víctimas. En abril de 2018 invitó al Vaticano a tres víctimas chilenas del sacerdote Karadima: Juan Carlos Cruz, James Hamilton y José Andrés Murillo. En un gesto histórico, el papa escuchó sus testimonios personales durante horas, reconociendo públicamente que se había equivocado y expresando un profundo arrepentimiento por no haber actuado antes.

Este reconocimiento de responsabilidad por parte del papa no solo fue simbólico, sino que llevó a acciones concretas. Francisco pidió la renuncia en bloque de todos los obispos chilenos. Además, reformó significativamente las políticas internas del Vaticano, pues endureció las normas contra los abusadores y quienes los encubrían, estableciendo mecanismos más claros y transparentes para la denuncia y procesamiento de casos. Juan Carlos Cruz se volvió amigo personal del papa y uno de sus principales consejeros frente a esta problemática.

El impacto de estas medidas se extendió mucho más allá de Chile y marcó un antes y un después en la forma en que la Iglesia aborda el abuso sexual clerical a nivel global. Francisco convocó en febrero de 2019 a una histórica cumbre en el Vaticano sobre la protección de menores, en la que participaron líderes eclesiásticos de todo el mundo. Este encuentro, junto con reformas posteriores como la abolición del secreto pontificio en casos de abuso, representan pasos decisivos hacia una mayor transparencia y justicia.

En nuestro país, Francisco tomó otra decisión histórica al ordenar la disolución del Sodalicio de Vida Cristiana, una poderosa organización peruana acusada durante décadas de abusos físicos, psicológicos y sexuales. Esto fue gracias a que, a través de una reunión personal con la periodista peruana Paola Ugaz, el papa pudo conocer de los testimonios de abuso en dicha organización y enviar una comisión especial a investigar el asunto directamente. Esta medida inédita, e impensada hace pocos años, representó un avance significativo en la lucha contra el abuso dentro de instituciones católicas latinoamericanas y fue ampliamente reconocida como un hito en su esfuerzo por erradicar las estructuras que facilitaban la impunidad.

El papa Francisco, enfrentado inicialmente a las inercias históricas del Vaticano y a sus propios prejuicios, logró dar un giro significativo, motivado por su interacción directa y empática con las víctimas. Es esencial que el Vaticano y su nuevo liderazgo mantengan la sana y necesaria humildad para rectificar errores, así como la firmeza para continuar actuando frente a una crisis que está lejos de haber terminado

Al igual que muchos agnósticos, me sumo al dolor de los católicos ante esta pérdida. En tiempos de oscuridad, extrañaremos mucho su liderazgo inusual, tan humano y empático. 

Que en paz descanse, Francisco.


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