El papa de todas las sangres


Los sentimientos de identificación que suscita León XIV, que hoy dará su primera misa


No estudié en colegio religioso. Mi familia acude a dos misas al año. De la catequesis que hice para mi primera comunión en Ciudad de México, solo recuerdo los juegos en el parque al frente de la parroquia. De adolescente leí la Biblia con un grupo de protestantes y, de esos pocos meses, lo único que me queda es la convicción de que el Viejo Testamento supera a cualquier otrotexto literario. El austriaco con quien me casé había sido interno en una escuela de hermanos de La Salle con escándalos de abusos sexuales de tal magnitud que su madre, devota de la misa en latín, le pidió disculpas por haberlo mandado ahí, y ella me solía decir que yo no tenía mucha idea sobre nuestra religión en común.

Y sin embargo, a pesar de haber hecho todo este repaso, confieso que he sentido una gran conexión con la elección del nuevo pontífice.

Desde el 8 de mayo he seguido compulsivamente las reacciones tras el cónclave y he consumido toda historia aparecida sobre el hoy papa León XIV; desde la de la monja que fue su profesora de Teología, pasando por las de sus hermanos, las de los genealogistas aficionados y, por supuesto, las de mis compatriotas naturales de Chiclayo que testimonian su afición por las bromas.

Quizás mi identificación se deba, hasta cierto punto, a que en febrero de este año conocí en un evento en el Vaticano al cardenal Robert Francis Prevost, quien, al igual que yo, reflexionó sobre la vida y la obra de Juan Pablo Vizcardo y Guzmán, un jesuita arequipeño exilado en Italia y Londres a fines del siglo XVIII. Cuando colgué una foto en mis redes sociales, la periodista Paola Ugaz me escribió al instante para contarme que se trataba de un “papable”, y me aseguró que había sido uno de los aliados más importante en la lucha contra los abusos del Sodalicio en Perú.

Su nombre no apareció mucho durante el cónclave, quizás por estar entre los más jóvenes, por ser estadounidense, o por haber desarrollado una parte importante de su carrera en los márgenes, principalmente en el norte del Perú. Por eso cuando apareció el humo blanco y se anunció su nombre, quedé impactada ante el hecho de que el único cardenal que había conocido en mi vidahubiera sido elegido papa.

Se entenderá, entonces, esta súbita fascinación con su historia y, sobre todo, con la manera en que diversas comunidades han establecido conexiones con él. Sentirme una migrante, como lo ha sido él es un fuerte ingrediente, además, que se añade al hecho de compartir un DNI peruano.

Cuando dicen que el actual papa es peruano porque esa es la nacionalidad que eligió, me pregunto: ¿tener el pasaporte del Reino Unido me hace inglesa también? Un amigo inglés me ha repetido muchas veces que soy tan británica como la reina de Inglaterra, a pesar de que nunca me he dejado de sentir peruana y que muchos aquí nunca dejarán de imaginarme foránea por mi acento. Cada uno vive su identidad a su manera y, sin duda, el flamante papa León XIV dejó eso muy claro cuando apareciópor primera vez en público y consideró —en un más que correcto español— que Chiclayo es “su diócesis”, ¿pero eso lo hace peruano?

Que el papa eligiera hablar en esa ocasión en italiano y español incomodó a algunos comentaristas estadounidenses, a pesar de que el mismo cardenal de Nueva York había declarado que, al iniciarse el conclave, la delegación que llegó desde su país no lo consideraba uno de los suyos. Pero eso que parecía jugarle en contra se convirtió en una ventaja, porque no le fue difícil comunicarse con ellos en su propia lengua y desde su propia cultura: era, al fin y al cabo, un norteamericano. 

Por otro lado, su larga experiencia en el Perú, además de su cercanía con Francisco, lo acercó al contingente latinoamericano, que supo reconocer en él a un candidato perfecto. Varios de ellos pensaban que después de un argentino iba a ser muy difícil que el siguiente papa fuera a venir de sus canteras. El cardenal Prevost conocía, además, mucho más que la lengua: se siente cómodo con nuestra cultura, como ha demostrado en muchas de sus interacciones. Y, por otro lado, su inglés también facilitó su comunicación con los cardenales de Asia y África.

Prevost también habla perfectamente el italiano, una lengua indispensable para ser obispo de Roma, y sus años como prior de la orden de los agustinos entre 2001 y 2013 lo llevaron por todo el mundo. Maneja además el francés y el portugués, y puede leer el alemán y el latín, lo cual hace fluidas sus conversaciones con los europeos. Se trata, pues, de un internacionalista; alguien que sabe relacionarse con personas de todas partes, y que tiene experiencia intercultural y multilingüe. 

Lo reclaman con memes y bromas los chiclayanos, los habitantes de Chicago, así como la comunidad de su alma mater, la Universidad de Villanova. Lo hacen también los matemáticos, los agustinos y cuanto equipo de básquet, béisbol y fútbol ha podido, a pesar de que él ya ha dejado en claro que lo suyo es el tenis. Han aparecido fotos y videos suyos montado en un burro, comiendo seco norteño, en en un partido de béisbol, cantando como José Feliciano y frente a innumerables tortas, así como rodeado de escolares, monjas y seminaristas.

Interesante ha sido también el debate sobre su origen étnico. Primero se le describió como descendiente de franceses, italianos y españoles —su segundo apellido es Martínez—; pero el análisis se tornó más interesante cuando se reveló que la familia de su madre era de Nueva Orleans, perteneciente a la denominada cultura creole, y que muchos de sus antepasados aparecen listados en los censos como negros o mulatos. 

Uno de sus bisabuelos provenía de Haití, o tal vez de República Dominicana: se trataba de personas que “pasaban como blancos”, y el tiempo y la mudanza a Chicago dejaron atrás esas referencias. Quizás esto sea algo que haga al actual papa mucho más latinoamericano que su conexión peruana: la historia de su familia es una de mestizaje y la suya, personal, es la de trascender a las etiquetas fáciles.

Celebremos, entonces, a nuestro papa del continente americano. Alguien que, al igual que muchos de nosotros, reconoce lo que implica provenir de culturas diversas y que, además, sabe lo que significa vivir en lugares lejos de casa y hacer un nuevo hogar allá, a donde se vaya.


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1 comentario

  1. Luis Bermudez B

    Muy bien detallada la vida del actual Papa León XIV. Una carrera sacerdotal que ha conocido toda clase de experiencias y esfuerzo para que finamente sea un magnífico papable ante la satisfacción y regocijo de los peruanos, en especial los chiclayanos. Esa mezcla de sangres y latitudes creo que ha influido mucho en su desempeño en las diversas responsabilidades que le asignaron.
    Gracias .

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