Para que luego los retoños no sean desconocidos, la coordinación es clave
Recuerdo mucho cuando se construía Larcomar, el peculiar y muy visitado centro comercial asentado sobre un acantilado de Miraflores, ante la bahía del mar de Lima. Imagino que para quienes han vivido durante mucho tiempo en ese distrito limeño, la remoción del parque Salazar y de su auditorio al aire libre para la construcción de esta estructura debió haber representado una gran conmoción en su momento. Sin embargo, recuerdo que una amiga mía sí defendía tal proyecto con mucho énfasis y, debo decirlo, sin ningún interés personal en el asunto. Para ella, “eso era desarrollo”. Treinta años después, cuando uno pasa por Larcomar se da cuenta que, efectivamente, es un motor de gran actividad: es un lugar de encuentro y consumo ante una vista espectacular que, efectivamente, ha movilizado la economía de la ciudad y que estuvo acompañado de un trabajo político muy interesante de los alcaldes de Miraflores, que, en su afán de que sus gestiones fueran un trampolín para la alcaldía de Lima, embellecían cada vez más los malecones y los parques de los alrededores. Recuerdo que cuando vine a vivir por esa zona en 1993, las áreas que ahora son parques eran terrales. Hoy son espacios maravillosos que atraen a muchas personas.
Algo similar se puede percibir cuando uno ve los cambios en aeropuertos peruanos como los de Chiclayo, Piura o Arequipa. Me refiero a los aeropuertos concesionados, que contrastan con aquellos gestionados por la corporación estatal Corpac, donde los espacios son sumamente pequeños, lucen desmejorados y, en general, son incómodos para los pasajeros.
Este contexto viene a pelo para hablarles de mi más reciente viaje por carretera. Debo confesar que hace muchos años no viajaba por tierra, así que tuve que armarme de valor para aceptar la idea de ir a Paracas, a 250 kilómetros al sur de Lima. Me imaginé saliendo temprano de la capital, para aprovechar de tomar desayuno en el famoso restaurante El Piloto, en Cañete, como siempre lo habíamos hecho. Sin embargo, en la conversación familiar me aclararon al unísono que para ello tendríamos que salir de la autopista e invertir un tiempo que no tenía sentido dilapidar.
Más allá del desvío que, llegado el punto, se podía hacer, el tema de fondo era si tenía sentido hacer una parada casi a la salida de Lima cuando el tiempo total estimado de “puerta a puerta” no excedía las 4 horas. Ha sido realmente asombroso ver cómo ha mejorado esta carretera, cómo la ruta permite apreciar otros paisajes, cómo permite evitar esas horas perdidas en atolladeros en Cañete y Chincha; cómo, efectivamente, la carretera es en sí una señal de desarrollo, parafraseando a mi amiga con quien discutía hace décadas.
La autopista que nos llevó fue concesionada bajo el esquema de asociación público-privada (APP), que permite acelerar inversiones porque una parte de la gestión es realizada por el sector privado. En este tipo de asociación se combina financiamiento privado, que se recupera con el pago de peajes, y recursos públicos, que se obtienen del tesoro público cuando se aprueban las obras.
En una APP, sin embargo, el gran problema que se enfrenta es el de la coordinación. Así, en mi ruta noté dos grandes deficiencias. La primera ocurre cuando se trata de abandonar la autopista, pues los empalmes de la carretera con las vías locales o nacionales no concesionadas no están bien hechos. El segundo bache que noté es que no existe señalética para ingresar a la carretera Los Libertadores por Pisco, que es una vía nacional importante. Este tipo de descoordinaciones nos recuerda lo que estamos observando ad portas del inicio de operaciones del nuevo aeropuerto internacional Jorge Chávez: que si no tiene accesos, que si no tiene salidas, que si la estación del metro que en teoría se llama “Aeropuerto” de verdad conectará con la entrada del mismo, etc. Como se comenta en el medio, con las APP muchas veces el estado se olvida que es el padre de la criatura.
Este año ha sido llamado oficialmente por el Poder Ejecutivo como el Año de la Consolidación Económica. ¿Qué tal una corrección hacia “el Año de la Coordinación para el Crecimiento Económico”?
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Totalmente de acuerdo apreciada Roxana. Mi familia y yo somos usuarios de esa ruta y da gusto usarla (a mis hijos les digo que “los pejes se pagan con agrado”). Concuerdo contigo en el descuido en las conexiones con otras vías y le sumó la necesidad de colocar señalética clara: “vía lateral es SÓLO PARA EMERGENCIAS”.