¿Qué es verdad en el mundo de hoy? Alan vive, viva Alan
Alejandro Neyra es escritor y diplomático peruano. Ha sido director de la Biblioteca Nacional, ministro de Cultura, y ha desempeñado funciones diplomáticas ante Naciones Unidas en Ginebra y la Embajada del Perú en Chile. Es autor de los libros Peruanos Ilustres, Peruvians do it better, Peruanas Ilustres, Historia (o)culta del Perú, Biblioteca Peruana, Peruanos de ficción, Traiciones Peruanas, entre otros. Ha ganado el Premio Copé de Novela 2019 con Mi monstruo sagrado y es autor de la celebrada y premiada saga de novelas CIA Perú.
Gracias a la recomendación de un destacado politólogo amigo me he adentrado en el mundo de un excelente libro, El mago del Kremlin, del italiano Giovanni Da Empoli. Tiene los ingredientes de espionaje, política y corrupción que resultan tan atractivos en la literatura y en el cine, pero también en la realidad de la inteligencia artificial de hoy.
Vadim Baranov, el protagonista, es heredero de una aristocracia decadente aunque bien educada y lo que podríamos llamar un creativo joven en la Moscú post Perestroika, donde se convierte en productor de programas televisivos y finalmente en Svengali del “zar”, el hombre más poderoso de la Rusia del siglo XXI. Valga una breve digresión en este punto.
Como amante de las novelas de espías me gusta investigar los sinónimos que refieren a estas personas que fungen de asesores políticos o de imagen y que en inglés se resumen como spin doctors, un término popularizado en las elecciones norteamericanas de 1984 que no tiene traducción exacta al español. Svengali es el hipnotizador malvado de la novela Trilby de George du Maurier (1894), el mismo que dio origen a varias películas que usan su nombre y lo popularizan, dando pie a un término que en el inglés coloquial refiere a alguien manipulador, una especie de Rasputín (o de Montesinos). El personaje es similar también a Caligari, el célebre hipnotizador del expresionismo alemán; y a ese mago de la palabra, a quienes de jóvenes nos decían que no debíamos escuchar porque podía convencernos: Alan García.
Pasada la digresión y volviendo al tópico de la novela, Baranov es un creador de ilusiones, alguien que sabe que la política no es más que el arte del engaño sutilmente descarado, valga el oxímoron. Y en la novela aquello es perfectamente utilizado para que el “zar”, el hombre más poderoso de una de las potencias mundiales, construya su imagen de hombre fuerte e invencible en un país que no solo redescubre el amor por los dictadores sino también por la guerra.
Si uno hace el símil con la realidad puede pensar inmediatamente en la imagen del Vladimir Putin musculoso montando un oso que se popularizó hace un par de años y es que, aunque ya esto no es exactamente parte de la novela, una de las aplicaciones de la inteligencia artificial es el perfeccionamiento del arte de la mentira. En Estados Unidos, desde donde escribo, las imágenes de Donald Trump y Kamala Harris van de súper héroes con capas hasta enamorados que se besan y forman una familia, en una campaña a la que le restan poco más de un par de meses y quién sabe cuántas mentiras e imágenes falsas más. En nuestro país por supuesto que no somos ajenos a esto, de hecho hemos tenido grandes precursores en nuestra larga historia de traiciones peruanas. Pero me concentraré en una de las mentiras más verdaderas con las que me he topado en los pocos días en que visité el Perú de la exitosa Feria Internacional del Libro de Lima 2024.
Alan vive.
Sí, si lo cree más del 90% de la gente, debería tener visos de realidad. En un breve experimento social que me comentaron se hizo durante la presentación de una novela que trata tangencialmente del tema (la muy recomendable Nuestros venenos de Augusto Effio) ese fue el total de público que levantó la mano tras la pregunta ¿Quiénes creen que Alan García está vivo?
Hice la misma consulta en la sala en que presenté mi novela y, a ojo de buen cubero, debió ser quizá el 75% del total de los asistentes que levantó la mano para afirmar su verdad: Alan está vivo. Claro, hace poco se estrenó una película sobre el tema y Jaime Bayly lo ha “confirmado”. ¿Es que entonces quienes creemos que García tomó su vida por propia mano y está allende el mundo terrenal y no en Suiza, donde dicen algunos, estamos equivocados? Seguramente pronto saldrán imágenes de Alan caminando por algún centro comercial, puede que de la mano de Haya o quizá de Fujimori. Y entonces estaremos obligados a admitirlo, Alan nunca murió, sigue predicando entre nosotros. Después de todo, como dijo en su famoso discurso recitando a Calderón de la Barca: “¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”.
A mí solo me queda repetir una vez más los versos de Antonio Machado que escuchamos hasta la saciedad en el colegio, de labios de un querido y respetado religioso español, el hermano Alberto: “Tu verdad, no. La verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”.
Claro, a ver ahora quién se atreve a decir cuál es la verdad de verdad. Y si nos creerán.
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