El fin del trumpismo, o el inicio del fin


Por qué una derrota de Trump hoy sería una muy buena noticia para nuestras democracias


Hoy culmina el proceso electoral en Estados Unidos, un evento que no solo define el rumbo de la política interna de una de las democracias más influyentes del mundo, sino que también impacta de manera significativa en el panorama global. Los resultados parece que serán apretados, pero, sinceramente, espero que Kamala Harris sea elegida presidenta. Y ello se debe, más que a una  afinidad ideológica o simpatía política, a que un posible regreso de Donald Trump a la presidencia daría nuevos aires al trumpismo, ese estilo peligroso y tóxico de hacer política que, lamentablemente, ha inspirado a políticos más allá de las fronteras norteamericanas. 

Uno de los aspectos más devastadores del legado de Trump es su negativa a reconocer los resultados electorales, lo cual se evidenció tras su derrota en 2020. Al sembrar dudas infundadas sobre la legitimidad del proceso electoral, promover noticias falsas y alentar el rechazo de los resultados por parte de sus seguidores, Trump no solo puso en riesgo la paz social en su propio país, sino que sentó un precedente inquietante para otros líderes políticos. Es la misma narrativa que viene sembrando en las últimas semanas, por si los resultados de esta noche le resultan adversos.

Este modelo de conspiración ya ha sido replicado por otros líderes populistas. Para no ir más lejos, Keiko Fujimori adoptó en Perú una postura similar tras perder las elecciones presidenciales de 2021, al declarar sin pruebas suficientes que se había cometido fraude. Asimismo, en Brasil, en las elecciones de 2022, el entonces presidente Jair Bolsonaro cuestionó de manera constante la legitimidad de las elecciones y sembró dudas sobre la fiabilidad del proceso electoral, lo que culminó en un intento de insurrección por parte de sus seguidores. 

Para allegados ideológicos de Trump en distintos países, el fraudismo sigue instalado como una opción política válida frente a resultados adversos. La negativa a aceptar una derrota electoral es una característica común de autócratas, que ven las elecciones solo como un mecanismo para hacerse del poder y no como la expresión de la voluntad popular, con el alto costo social que eso puede significar.

El comportamiento de Trump hacia la prensa ha sido otro punto de inflexión importante en la forma en que varios líderes abordan la libertad de expresión y el papel de los medios en una democracia. Sus constantes ataques, descalificaciones y el uso del términofake news para anular a los medios que no lo favorecen, han tenido un efecto replicador en otros líderes que buscan deslegitimar la cobertura mediática crítica. En un contexto global donde la prensa ya enfrenta desafíos en cuanto a su independencia y la represión en países con tendencias autocráticas, la actitud de un presidente estadounidense que ataca a la prensa refuerza la idea de que los medios de comunicación son enemigos del Estado y justifica la censura. Basta con escuchar cómo el alcalde de Lima se refiere a la prensa, o la manera en que la presidenta Boluarte trata a los periodistas para notar el impacto que dicho comportamiento ha conseguido.

Además, los ataques de Trump hacia sus opositores políticos, tanto dentro como fuera de su partido, han normalizado un estilo de confrontación extrema. Su comportamiento valida la idea de que la política es un juego de suma cero, donde los consensos y el diálogo son vistos como signos de debilidad. Esta visión de la política ha promovido la adopción de un enfoque inflamado y provocador que alienta la polarización y fomenta el desprecio por la cooperación. Los discursos agresivos de figuras como Javier Milei en Argentina, José Antonio Kast en Chile, o el partido Vox en España, se inspiran directamente en este modelo que prioriza la retórica de “nosotros contra ellos” y dificulta la construcción de puentes políticos.

No es la intención de este artículo entrar a aspectos programáticos, pero es imposible no hacer mención a la crisis climática. Mientras escribo estas líneas, veo lo que las lluvias han hecho a Valencia, España, y no puedo sino estremecerme al pensar que alguien como Trump, quien desprecia la ciencia y niega la urgencia del cambio climático, podría ser nuevamente el líder de la democracia más poderosa del mundo. La falta de acción y la negación de la evidencia científica no solo afectan a Estados Unidos, sino que tienen un efecto dominó que impacta a todo el planeta, debilitando los esfuerzos globales por mitigar una crisis que ya muestra sus devastadoras consecuencias en cada rincón del mundo.

Así, la influencia de un segundo mandato de Trump no se limitaría a la política estadounidense: su estilo y tácticas podrían continuar siendo una fuente de inspiración para líderes con tendencias autoritarias en todo el mundo. Esto supondría un riesgo para las democracias más jóvenes y para aquellas que ya enfrentan desafíos internos. La consolidación de un modelo político que desprecia las instituciones, descalifica a la prensa y fomenta la polarización extrema socava los valores democráticos esenciales y dificulta la creación de un entorno donde el diálogo y el respeto sean posibles.

Espero que Trump sea vencido esta noche y, con él, el trumpismo. Es un momento clave para que Estados Unidos y el mundo puedan aspirar nuevamente a un tipo de política más civilizado, donde el respeto por las instituciones, el diálogo, y la cooperación no sean vistos como debilidades, sino como fortalezas esenciales para construir sociedades más justas y estables.


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1 comentario

  1. LAURA KELLEY

    este señor sin ningún respaldo electoral-… ya encontró a los «desaparecidos politicos» que inventó cuando a su lider lagarto Vizcarra lo vacaron??????

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