El candidato Ninguno y otras novedades


Un análisis de la primera encuesta que ha sondeado las próximas elecciones peruanas.


Esta semana, la empresa Ipsos publicó la primera encuesta electoral que da luces sobre cómo están ubicadas en el partidor las 43 agrupaciones políticas habilitadas para participar en las próximas elecciones presidenciales del Perú. La información, por supuesto, no es determinante ni nos dice nada sobre cuál será el resultado final; pero plantea algunas premisas sobre cómo empieza este período electoral.
Veamos algunas de ellas.
Lo predecible: Keiko Fujimori encabeza las preferencias electorales  con un 11 %, que es ese voto fijo o cautivo que la acompaña elección tras elección. Ese es el cimiento, nada despreciable, sobre el que construye siempre sus campañas; sin embargo, si pasara a segunda vuelta, no le ganaría a Rafael López Aliaga y Carlos Álvarez, sus rivales más cercanos. Por el momento, la maldición del panetón Tottus se sigue cumpliendo.
El alcalde de Lima, por su parte, tiene una intención de voto interesante en la capital (11 %), pero todavía no capta muchos adeptos en el interior del país ni en zona rural. Veremos si logra calar más allá de sus dominios, o si sigue la tendencia de todos sus antecesores que, salvo Billinghurst en 1912, nunca lograron saltar del sillón municipal al presidencial. Otro aspecto bastante esperable es el incremento en la intención de voto por un candidato “mano dura” que termine con la ola de delincuencia, la misma que ha subido del 39 % al 46 % en escasos meses. Resulta bastante obvio que tendremos que escuchar a muchos imitadores de Nayib Bukele tratando de capitalizar el miedo ciudadano. Por lo pronto, el comediante Carlos Álvarez se está posicionando como el mejor imitador del salvadoreño. 

Sin embargo, el gran ganador en esta primera foto es el candidato Ninguno. Como suele pasar en sondeos que se hacen con mucha anticipación, los ciudadanos aún no han evaluado sus opciones y no se decantan por ningún candidato; es por eso que el 32 % señala que votaría blanco o viciado y el 10% se declara indeciso: es decir, prácticamente la mitad de los electores no tiene aún una preferencia marcada. Ese es un bolsón que debería ir reduciéndose pues, como es natural, los ciudadanos se van entusiasmado con una u otra opción de acuerdo con lo que los candidatos ofrecen, y ahí es donde entran en juego las estrategias de  las campañas políticas. La pregunta, entonces, es: ¿cómo se va a mover la oferta política en un mundo donde la información es tan dispersa? ¿Qué estrategias van a primar en el confuso universo de redes sociales? ¿Qué mecanismos usará la población para informarse sobre las opciones que ofrece el menú presidencial? 

Las reglas de juego han cambiado y, de seguro, los especialistas ya tienen planes diseñados para captar el voto en estos nuevos terrenos. Sin embargo, resulta preocupante lo que pueda venir. Según la misma encuesta de Ipsos, un 60 % confiesa que está “poco informado” sobre el tema electoral y un 17 %, “nada informado”. Sumados ambos resultados, tenemos que el 77 % de los ciudadanos se declara más o menos en la Luna sobre dónde y cómo van a acceder a los criterios que los ayudarán a definir su voto. 

Vivimos tiempos en los que un meme puede sepultar el prestigio de un individuo, en los que los algoritmos nos impiden acceder a información de personas que piensan distintos de nosotros, en los que un bailecito de TikTok le puede ganar en likes, visibilidad y efectividad a cualquier programa de gobierno. Son tiempos en los que la banalidad le gana por goleada a la rigurosidad, y en los que la payasada se impone sobre la razón. Si la política ya es un territorio en el que la verdad no encuentra nunca donde aparcar, no me puedo imaginar lo que serán unas elecciones con fake news y con una inteligencia artificial capaz de crear imágenes en las que los peores enemigos políticos pueden salir apapachándose y hasta chapando. 

Estamos a poco menos de un año de las elecciones y los presagios sobre lo que podría ocurrir todavía son débiles e inciertos. Sin embargo, ya hay muchos peligros que nos obligan a los votantes, y sobre todo a las autoridades electorales, a estar alertas. 


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