El aporte de los peruanos no famosos 


El Archivo General en peligro nos enseña cómo se formó la nación


Iñigo García-Bryce investiga la historia social y política del Perú.  Tiene un bachillerato en Ciencias Sociales de la Universidad de Harvard y un doctorado en Historia de la Universidad de Stanford.  Actualmente se desempeña como profesor de historia latinoamericana en la Universidad Estatal de Nuevo México (New Mexico State University), donde también ha sido Director del Centro de Estudios Latinoamericanos y Fronterizos.  Sus publicaciones incluyen República con ciudadanos: los artesanos de Lima, 1821-1879 (Instituto de Estudios Peruanos, 2008) y Haya de la Torre and the Pursuit of Power in Peru and Latin America, 1926-1979 (University of North Carolina Press, 2018). Ha sido becario de la Fundación Fulbright y Profesor Visitante en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.


            

En una célebre frase, el historiador británico E. P. Thompson llamó la atención sobre cómo las vidas de la gente común y corriente quedan olvidadas a raíz de “la enorme condescendencia de la historia”. Por contraste, las vidas de los personajes principales de nuestra historia son más asequibles gracias, muchas veces, a sus escritos.  El presidente Echenique, por ejemplo, dejó sus memorias, las cuales han sido publicadas y pueden ser consultadas fácilmente.  Haya de la Torre nos dejó sus escritos publicados y una amplia correspondencia.  Y aunque las mujeres suelen ser olvidadas en nuestra tradicional sociedad patriarcal, aquellas que escribieron nos dan acceso a sus vidas, como la autora Clorinda Matto de Turner o la activista política Magda Portal.

            El Archivo General de la Nación, que hoy está en peligro de desalojo, guarda un gran tesoro: la memoria no solamente de nuestros ciudadanos famosos, sino de todo un país.  Sus millones de documentos permiten reconstruir trozos de las vidas de hombres y mujeres comunes y corrientes que forman parte de nuestra historia nacional y los podemos consultar gracias al trabajo de los magníficos archiveros del Archivo General de la Nación, personas de gran profesionalismo, atentas a los pedidos del público y que, contra viento y marea, hacen milagros para trabajar con muy poco apoyo para conservar y poner a disposición del público los documentos que guardan los secretos de nuestro pasado.

            Como historiador, a lo largo de los años he pasado cientos de horas en el Archivo General de la Nación realizando investigaciones y he podido descubrir a personas desconocidas cuyas contribuciones son dignas de nuestra atención como, por ejemplo, el curtidor Mariano Agreda, que durante los primeros años de la república fabricaba productos de cuero, como fundas de rifle y mochilas para el ejercito peruano.  O el cigarrero José María García, que en 1849 se presentó en el Congreso de la República pidiendo una política económica proteccionista para los artesanos de Lima.

            Gracias a ellos sabemos que los artesanos de Lima se vieron afectados por el liberalismo económico de mediados del siglo XIX y que lucharon para contrarrestarlo.  Se organizaron políticamente y formaron sociedades de ayuda mutua que ofrecían una especie de seguro antes de la existencia del Seguro Social y abrieron un foro para discutir temas políticos.   ¿Cómo sabemos esto?  Gracias al AGN, que guarda muchos estatutos de estas sociedades.   Indagando un poco más en el Archivo, encontramos que aquellas asociaciones no eran solo de artesanos: los inmigrantes de distintas nacionalidades —italianos, británicos y hasta croatas— tenían también sus propias sociedades de ayuda mutua.   

            En el AGN existen registros de los extranjeros que emigraron de sus países al Perú y quien tenga ancestros que llegaron aquí de otra parte del mundo puede consultar esos registros para entender mejor su historia familiar.   Incluso hace ya muchos años, y con fines políticos, alguien intentó robarse la página de uno de esos libros donde estaba registrada la llegada al Perú de los padres del expresidente Fujimori.

            Gracias a los archivo policiales en el AGN he podido identificar a simpatizantes del Partido Aprista Peruano durante la década de 1930, cuando el APRA estaba perseguido como partido.   La policía espiaba a los que sospechaba de tener vínculos con el partido y, cuando los arrestaba, transcribía los interrogatorios que ahora son una valiosa fuente para nuestra historia política.   Gracias a estos informes podemos seguir los movimientos de estas personas, sus encuentros nocturnos, sus andanzas por la ciudad.  Estos valiosos testimonios iluminan un lado poco conocido de la política de esa época.

            Como historiador, vuelvo una y otra vez al AGN para encontrar la documentación necesaria para mis libros. Al indagar sobre la historia del Ferrocarril Central, encuentro planillas con los sueldos de los distintos trabajadores, incluyendo a los muchos chinos que ayudaron a construir esa gran obra.  Me entero de la existencia de un tal Mariano Lanchira, capataz en la construcción del ferrocarril a La Oroya, a quien el financista Henry Meiggs le hizo un adelanto de 50 soles, y de Pedro Álvarez, un arriero que con 30 llamas llevaba pólvora para dinamitar la roca que haría posible construir uno de los muchos túneles que todavía existen.  Descubro un envío de 634 sacos de arroz, seguramente para la alimentación de los coolies chinos que trabajaban en el ferrocarril.

            La historia es como un mosaico cuyas piezas tienen que irse reconstruyendo.   Un mosaico que nos dice quiénes somos como país.  Estas piezas se encuentran en el AGN y nos corresponde a nosotros recogerlas e irlas juntando para armar nuestra historia, una historia no solo de grandes personajes, sino de todos los peruanos, incluyendo a comuneros y comuneras indígenas, esclavos negros, trabajadores chinos y chinas, inmigrantes, artesanos y artesanas, obreros y obreras: peruanos y peruanas apartados de la historia que jugaron un rol fundamental en la construcción de nuestra nación y que gracias al Archivo General de la Nación pueden librarse de las sombras del olvido.

2 comentarios

  1. Nancy Goyburo

    ¡Increíbles y buenísimas historias las que relata el autor! Si sólo lo que cuenta es valioso, me imagino el tesoro que podríamos perder por la apatía, la anomia y la falta de amor por el Perú de los funcionarios públicos. El mayor responsable es el actual Ministro de Cultura, quien no tendría perdón, sino sanción, si no hace algo por salvar, dar seguridad y buenas condiciones al Archivo General de la Nación.

  2. A

    Quizás dijo Rícardo Palma: Los invasores chilenos quemaron estos archivos de la nación para borrar sus delitos y reinar escondidos dentro de las fuerzas armadas y empresas tóxicas hasta hoy

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Volver arriba