Domingo de Resurrección e Incertidumbre 


Ante la crisis de los relojes, una historiadora nos recuerda que es natural sentirnos desorientados


Ayer sábado tenía prácticamente listo mi artículo semanal: reflexionaba sobre un texto que compartí exactamente hace cuatro años, cuando el Covid-19 era un enigma que despertaba grandes miedos y a mí me tocó ser de las primeras personas en sufrirlo.

Hoy, cuando mi vida ha cambiado de tal forma que ya no queda prácticamente nada que se asemeje a quien era antes de la pandemia, buscaba reflexionar sobre todo lo que nos trajo y se llevó esta extraña experiencia global que nos hizo vivir en unas burbujas alimentadas por la virtualidad y que a muchos nos obligó a replantearnos la vida: por ejemplo, fue durante la pandemia que nació Jugo (entonces de Caigua) y comencé con la práctica semanal de escribir un artículo de opinión. 

Sin embargo, la política peruana es volátil y aquella reflexión ha debido guardarse para un año más: este tremendo Sábado de Gloria nos ha despertado con una crisis política aún más aguda que la que veníamos viviendo desde hace meses, o incluso años. Y ante esto me es imposible no preguntarme: ¿cómo llegamos a esto y cómo vamos a salir?

Los reflectores apuntan a los lujosos relojes de la presidenta Dina Boluarte y a su incapacidad de explicar de dónde salieron, e incluso a su decisión de no hablar con los medios, pues desde el martes está desaparecida. En la madrugada del Viernes Santo la Fiscalía ordenó el allanamiento de su casa en Surquillo, que, como ha comentado Renato Cisneros, está poéticamente ubicadaentre Los Halcones y Los Negocios. Nadie le abrió la puerta a la policía y el picaporte tuvo que ser roto a combazos: menudo acto de transparencia. En la mañana del sábado los representantes de la Fiscalía llegaron a Palacio de Gobierno y, hasta el momento del mediodía en que escribía este texto, la presidenta seguía ausente. Entre tanto, su premier y varios de sus ministros han intentado defenderla, pero sin muchos argumentos. 

Los minutos transcurren con una calma tramposa, pues nadie sabe bien qué va a pasar. Muchos ya lo han dicho, y yo simplemente lo reitero: es brutal que las casi 50 muertes de peruanos y peruanas entre diciembre de 2022 y febrero del 2023 no hayan logradohacer tambalear a este régimen, y que ahora un desbalance en las finanzas de la presidenta lo consiga a través del brillo de relojes y joyas. Por más de un año Dina Boluarte fue la favorita de ciertos grupos de poder y logró establecer un modus operandi con el Congreso de la República, interesado en mantenerse en el poder a toda costa. La falta de interés en llamar a unas nuevas elecciones desde un inicio y su continuidad a pesar de la falta de legitimidad y falta de un grupo parlamentario propio, era hasta cierto punto sorprendente, y solo explicable por la existencia de ciertos intereses particulares decididos a que Boluarte se mantuviera a pesar de todo. ¿Qué fue lo que cambió? ¿Ha sido simplemente que no soportan que la corrupción esté tan a flor de piel? ¿O hay algo más detrás? Y, sobre todo, ¿quién se beneficia de la caída en desgracia de Boluarte en este momento? ¿Ya dejó de serle útil a quienes antes servía? ¿Se ha convertido en un lastre?

Los historiadores somos reacios a predecir el futuro. Necesitamos documentos y tiempo para contrastarlos y entenderlos: cuando me preguntan sobre lo que puede ocurrir, suelo responder que, dado que no poseo una bola de cristal, no podría decirlo. Esta ocasión no es la excepción y lo único previsible es un abanico de escenarios posibles: una vacancia, una renuncia, elecciones anticipadas, un golpe o que, como ocurrió con los peruanos fallecidos, prevalezca la cara dura y no pase nada.

Lo que es particularmente desconcertante es que no existe información y hay muy pocos lugares donde recurrir a ella. Los periódicos, que estos días parecen más bien encartes, ya estaban impresos cuando se dio el allanamiento. La radio no ilumina mucho, y las redes sociales resultan cada vez menos interesantes con algoritmos que no ayudan mucho a entender qué está pasando. En el antiguo Twitter —ahora X— hay un poco más de información, y creo que no me quedará más que unirme a TikTok, porque se supone que es allí donde navega la noticia.

Aparentemente, en las próximas horas la presidenta dará un mensaje a la Nación. A lo largo del día se irán moviendo los apoyos y rechazos y de aquí al lunes se irán aclarando los escenarios. Pero los ciudadanos seguiremos importando poco y el acceso a la información seguirá siendo limitado. Así, sin quererlo, el artículo en el que iba a recordar cómo hace cuatro años nos encontrábamos despistados ante la incertidumbre, ha mutado a este en el que vivimos la misma sensación a causa de otro tipo de virus: el de la desvergüenza de nuestros representantes.


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2 comentarios

  1. Carlos Huamán

    Es una vergüenza para nuestro país a nivel global lo que vivimos en nuestro Perú, a manos de unos gobernantes vanidosos y corruptos, así lo nieguen 7 veces 7… Además claro de poderes y poderosos que se esconden detrás de sus monos con escopeta… Por decoro y un mínimo de vergüenza deben irse todos por su propia cuenta… Con la esperanza de que en nuevas elecciones se presente un líder honesto y con perfil de estadista que dé confianza a los votantes para votar por él ó ella…

  2. Miguel Calderon

    Escenarios? incertidumbre? Ninguno. Mientras no encuentren en su poder relojes y originales, no hay delito alguno. Juega a su favor la declaración de que no es clienta por Casa Banchero, o sea alguien los compró, se los prestó o los regaló. Que seguro fue lo que ocurrió, pero ella como buena socialista ávida de lujos y dinero, obvió declararlo como regalo al Presidente, ahora dirá que fue préstamo y listo, murió la flor.

    Se quedará hasta el 2026 como ordena la Constitución, la confianza otorgada al gabinete Adrianzen ratifica eso. Así que las próximas elecciones serán con Sagasti anciano, Salvador del Solar procesado, de Belaunde desaparecido (digo hundido) como el partido morado y sin Salas Arenas ni Corbetto para hagan fraude electoral a favor de la caviarada.

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