Dina, baluarte del antibicentenario


Si este 28 de Julio nuestros héroes nacionales levantaran la cabeza, barrerían el Congreso como Cristo a los mercaderes del Templo


Este 2024 conmemoramos doscientos tres años de la Proclamación de la Independencia Peruana por José de San Martín en Lima, y ya empezamos a sentirnos cansados de escuchar el sonsonete del “Rumbo al Bicentenario”: ¡un Bicentenario que casi nos pasó por encima sin dejar huella! A pesar de ello, este año las celebraciones se centran en los doscientos que han transcurrido desde las batallas de Junín y Ayacucho, olvidando convenientemente que para esas fechas nuestra capital había regresado a ser un bastión realista. Durante esos días que festejamos, las tropas patriotas, organizadas por Simón Bolívar en las alturas de Cajamarca, Huaraz, la sierra de Trujillo y Piura, venían bajando de norte a sur por la margen izquierda del lago Junín. ¿Su intención? Enfrentarse con las tropas realistas que subían de sur a norte por el margen derecho del mismo lago.

Bolívar y sus lugartenientes ansiaban una victoria cercana a la efeméride de la obtenida en Boyacá y la lograron. La Batalla de Junín tuvo lugar el 6 de agosto: exactamente un día antes de la fecha durante la que, cinco años atrás, se libró la confrontación que permitiría retomar el control de Bogotá a quienes luchaban por la independencia en la entonces Colombia, reiniciándose así la campaña que, tras muchas cavilaciones, llevaría a la conclusión de la guerra. En el Perú, un panorama que había sido particularmente crítico se mostraba, finalmente (y como habrían dicho en aquel entonces), más lisonjero, dado que los defensores del rey español languidecían divididos. La nueva invasión del ejército francés terminó con el liberalismo en la Península que había obligado al reaccionario monarca a reimplantar la Constitución de Cádiz duranteel periodo conocido como Trienio liberal (1820-1823). Cuando llegaron las noticias a América, el general a cargo de más de 4 000 hombres en La Paz acusó al virrey de ser constitucionalista y dejó de servir bajo su mando. Los realistas se vieron obligados entonces a dividir sus tropas en el Perú para proteger ambos flancos. Dicho recurso desesperado envalentonaría a quienes luchaban por la independencia.

Ahora bien, ¿qué es lo que nos puede decir en la actualidad este escenario bélico de hace más de dos siglos? Hoy, 28 de Julio, nuestros hermanos venezolanos, descendientes por lo menos simbólicamente de los que entraron al Perú con Bolívar, acuden a las urnas. Y muchos de ellos albergan la esperanza de que, esta vez sí, podrán deshacerse por medios democráticos del líder de un régimen absolutamente autoritario (nos referimos a Venezuela, claro, no al Perú). Ese régimen delincuencial ha robado la esperanza a millones de ciudadanos y ha forzado a muchísimos jóvenes a huir de su nación en busca de mejores oportunidades. ¿Existen en nuestro presente las condiciones idóneas para que desde las urnas puedan terminar con ese gobierno tirano? Mucho dependerá de si el proceso electoral resulta realmente justo y democrático. No parece muy esperanzador que Nicolás Maduro, quien a todas luces buscar seguir perpetuándose en el poder, haya declarado que si no sale reelegido correrán ríos de sangre ni tampoco haya permitido que estén presentes los observadores de la Unión Europea. Pese a esas señales agoreras para la transparencia de la convocatoria al voto, muchos de los venezolanos con los que he conversado en estos días creen firmemente que sí, que este puede ser el momento en que por fin puedan pensar en volver a su patria tras la reinstauración de unas condiciones democráticas mínimas: ojalá que así sea.

Mientras tanto, en nuestro país “gozamos” un año más del nefasto gobierno (o más bien desgobierno) de Dina Boluarte: habrá que ver con qué novedades nos sorprende este año en su discurso. ¿Seguirá hablando como si viviéramos en el País de las Maravillas, rodeada de Conejos Blancos consultando sus Rolex? Lo cierto es que sufrimos una recesión profunda y la situación económica, al igual que la política, dejan mucho que desear. Paralelamente, en el Congreso padecemos como flamante presidente de este poder del Estado a un hombre ligado a la minería ilegal, una de las industrias más contaminantes y devastadoras que existen, tanto para los seres humanos como para la naturaleza. ¿Conclusión? El secuestro del aparato estatal por parte de los intereses corruptos es ya un hecho. ¡Qué manera de actuar tan “modélica” en plena celebración de los doscientos años de independencia!

Por otro lado, los funcionarios del Archivo General de la Nación, liderados por su jefe institucional Ricardo Moreau, siguen empecinados en trasladar a un galpón del Callao los más de ciento cincuenta millones de documentos que son la base de nuestra identidad como nación. Eso sin tomar en cuenta los informes del Ministerio de Cultura y de la Contraloría, los cuales no dejan dudas sobre los problemas de todo tipo que conllevará dicho traslado. No solo nos encontramos ante un recinto inapropiado para el AGN debido a su poco adecuada ubicación, sino que además ya se ha demostrado que aquella zona sufre un exceso de contaminación de polvillo y otros elementos que llevaría a la destrucción completa de ese papel antiguo; por no mencionar que el local alquilado está hipotecado y nadie lo ha acondicionado para esta delicada nueva función. A tal punto llega el sindiós que se está pidiendo una partida adicional al MEF para cubrir los costos del traslado. Resulta verdaderamente insólito que esta delirante operación siga adelante, cuando el sentido común aconseja anularla y destinar ese capital derrochado en proporcionar un local permanente al AGN. ¡Qué menos en el marco del Bicentenario!

Pienso en todo esto mientras me hallo en la Feria Internacional del Libro de Lima, presenciando un hermoso espectáculo musical con artistas venezolanos y peruanos que cantan y tocan en honor a nuestros países y a nuestra experiencia común de lucha en aquellas campañas de hace doscientos años. Escucho esas conmovedoras guitarras, maracas, cajones, tambores y voces y no puedo más que imaginar: ¿qué pensarían esos hombres y mujeres que atravesaron esas geografías imponentes para dar todo de sí en nuestra tierra, que se sacrificaron en combates que buscaban consolidar nuestra independencia, de lo que está sucediendo hoy día en ambas naciones?


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1 comentario

  1. Juan García

    Muy interesante todo señora. Me permito sospechar que la insistencia de los directivos del AGN deriva de un «negociado» donde recibirían un jugoso «premio» por contratar un servicio de mudanza, no veo otra explicación para pedir una «partida adicional» al MEF y persistir tercamente en ejecutar ese traslado costoso e inutil hacia el Callao.
    Quizá este «bicentenario» nos recuerde la diferencia entre quienes, nacidos en Perú, ansiaban mantener privilegios y prebendas en nombre de Fernando VII en la lejana Madrid (casi el 80% del «ejército realista» eran peruanos criollos, indios, y mestizos) y quienes deseaban cambiar las cosas… aunque también en filas patriotas algunos solo deseaban «aprovecharse» de las prebendas y privilegios que el Virreinato no pudo darles. Cambiar lo superficial, y mantener la esencia, al final del dia. Nunca blanco y negro, siempre el gris en la historia peruana.

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