Décima palabra


Un homenaje, con más arte que ciencia, a una mujer excepcional 


La semana pasada acompañé con un dolor insondable a mi querida amiga Julia Wong, destacada poeta y narradora peruana, en su último paso al más allá. Nunca quiso hablar sobre su enfermedad, quizás porque ya la había exorcizado en sus prosas y poesías. ¿Por qué desperdiciar tiempo precioso explicando lo inefable a los amigos? Hace apenas unos días compartíamos su intensa humanidad en una mesa de debate en la librería La Rebelde, y luego con un inmenso plato de ravioles en un conocido restaurante limeño. Ahora mismo, mientras camino por el malecón barranquino imaginando que converso con ella, me detengo para rendir homenaje a su grandeza como persona yescritora, y le cedo este pequeño espacio del jugo de los lunes, escogido de su último libro, 11 palabras.

Palabra 10 

Mitología-Positivismo/Ciencias Exactas[1]

Por Julia Wong Kcomt, Poeta y gestora cultural peruana (1965-2024)

“ (…) Malinowski dijo en algún momento que el mito es la ‘carta constitucional de las naciones’. Una visión. Su funcionalidad no depende de si es verdad o no. Como los hermanos Ayar en la leyenda del lago Titicaca o Manco Cápac son para el Tahuantisuyo,  Adán y Eva lo son para Isaac Goldemberg y Mariela Dreyfuss. Los conejos chinos en la luna amando princesas por los siglos de los siglos, equivalen a los conejos de Pascua regalando chocolates en abril para después de la resurrección de Jesucristo. La verdad objetiva es lo de menos, la humanidad necesita un mito para sobrevivir sus diferencias y sus preguntas sin respuestas.

Llegar a la verdad objetiva es tan difícil como traducir el amor a cuestiones funcionales, órdenes domésticos, juegos de salón y música que no rebasen nuestras posibilidades auditivas, creamos una verdad a medida del control que queremos ejercer o dejamos que ejerzan sobre nosotros. La ciencia es la suma de cosas medibles, de la imposibilidad de gobernar un país como el Perú, de los medidores que dicen que estás desahuciado y que no podrás sobrevivir dieciséis tumores cancerígenos. 

El milagro nace con el mito, cuando crees que tus padres mueren el día que su cuerpo es enterrado, que tu hijo abortado por negligencia no existe, que el amor que traicionaste un día terminó porque te casaste con alguien que sabía sacar cuentas y cocinar. El milagro llega cuando el mito vive. Como cuando cae la tapa de un frasco que nadie ha tocado mientras pronuncias el nombre de tu amado, cuando sientes que tu sobrino muerto a temprana edad te visita y te pide hacer bromas anónimas a los amigos por teléfonos, cuando tu exesposo te acaricia la frente después de una intervención quirúrgica y te sopla al oído que aunque nunca vuelva contigo estará allí para recordarte lo fuerte que eres, cuando crees que la niña que no nació porque tu cuerpo estaba enfermo y débil, de pronto es un ser de agua que se mete en la pecera más grande de un hotel fichazo en Berlín y la revienta para que todos sepan cómo se siente ser parte del agua, porque ella es de agua.

Los antropólogos han descubierto que el mito es necesario y urgente para dar sentido a la acción humana; aunque para Lucho Hernández el laurel era para los tallarines y el Perú no era Grecia, sabía que, sin las sandeces de los griegos, los italianos y las maldades de la historia del oprobio y la barbarie, ni La Herradura ni los colores de la tarde tendrían sentido, sería imposible asar un elefante si el poeta no hubiese leído a tres poetas chinos y admirado a Billy the Kid. 

El mito organiza el cosmos, necesito saber que mi padre y mi madre están juntos bajo la misma tierra. Necesito saber que el español es una lengua preciosa que no compite con otras lenguas, sino que tiene su propio encantamiento. La lengua da sentido, da un sortilegio y un significado a la vida, pero así mismo lo hace el inglés con sus enormes hechicerías y verbos, una lengua hecha para instalar el poder. 

Iguales y diferentes, venimos todos del mito, de muchos mitos, del mismo mito. Odio el vals, pero Nada soy sin tu cariño, nada soy. Y si escucho una banda del pueblo despertarme con la Concha perla, sé que soy también parte de un mito, aunque me corra.

Pero si escucho una canción de Madredeus o las canciones de Tom Jobim, sé que el mito es otro, y si me acompaña la Quinta Sinfonía de Beethoven mientras cepillo mis dientes, o las canciones de cuna en alemán Back backe kuchen, sé que otro es el mito. 

Tan divergentes y necesarios, incomprensibles, falsos y ficticios como cruzar el puente de Avignon en motocicleta y volver a ser una chica enamorada de diecisiete años, pensando que el francés es la lengua del amor, aunque me estrelle contra un poste”.


[1] De 11 Palabras, Julia Wong Kcomt, Cocodrilo Ediciones, 2023.


¡Suscríbete a Jugo y espía EN VIVO cómo se tramó este artículo!

Nuestros suscriptores por 6 meses pueden entrar por Zoom a nuestras nutritivas —y divertidas— reuniones editoriales. Suscríbete haciendo clic en el botón de abajo.


Comentarios

Aún no hay comentarios. ¿Por qué no comienzas el debate?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Volver arriba