¿Debe doler la historia?


Una reflexión sobre el más grande debate de los últimos siglos


Norberto Barreto Velázquez es doctor en Historia por Stony Brook University (Nueva York). Posee, además, una maestría y un bachillerato en Historia, ambos por la Universidad de Puerto Rico. Actualmente es profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú. Es, además, el creador y administrador de la bitácora El Imperio de Calibán, donde discute temas relacionados a la historia de los Estados Unidos de América.


En estas primeras décadas del siglo XXI se ha desarrollado en Estados Unidos un intenso —y a veces violento— debate sobre cómo debe enseñarse la historia de ese país. Esta es una vieja discusión que tomó fuerza en el contexto de la elección de Donald J. Trump y del surgimiento de los movimientos Me too y Black Lives Matter. Es lo que se conoce en la historia estadounidense como una guerra cultural, es decir, el conflicto entre grupos sociales por el dominio de sus valores, creencias y/o costumbres. En sus más de doscientos años de vida independiente, la sociedad estadounidense ha sido testigo de guerras culturales por temas tan diversos como la teoría de la evolución, el rezo en las escuelas públicas y el consumo de alcohol. Estas han provocado la aprobación de leyes federales y de enmiendas a la Constitución, intensos debates políticos, disputas académicos y, en más de un caso, violencia.

Lo que hace especial el actual debate sobre la enseñanza de la historia estadounidense es el contexto en el que se desarrolla. En lo que va del siglo XXI, Estados Unidos ha vivido uno de los periodos de mayor división política de su historia. Mucho antes de la elección de Barack Obama en 2008, la sociedad estadounidense estaba dividida ideológica, política, racial y económicamente. La elección de un afroamericano a la presidencia alteró los ánimos, pues no todos los estadounidenses vieron con buenos ojos tal evento histórico. La pandemia del Covid-19 y sus consecuencias aumentaron la división y los conflictos entre los estadounidenses blancos y negros, ricos y pobres, republicanos y demócratas, liberales y conservadores. Tal es la desunión y el nivel de conflicto, que hay quienes advierten de la posibilidad de que se desate una guerra civil.

Con relación a la enseñanza de la historia, hay un sector de la sociedad que cree que la esclavitud, la desigualdad, la pobreza, la violencia racial o el trato recibido por los nativos americanos son temas que dividen y presentan una imagen errónea de la sociedad estadounidense y, por ende, deben ser evitados o, por lo menos, reducidos a su mínima expresión. De ahí que favorezcan prohibir libros, eliminar programas de investigación y estudios universitarios, censurar el contenido de libros de textos, despedir maestros, etc. Para ellos, quienes insisten en enfatizar el pasado violento, racista, clasista, imperialista, machista, sexista y homofóbico de los Estados Unidos buscan hacer sufrir a los estudiantes —blancos— inculcándoles un sentido de culpa y vergüenza de su país.  Insisten en que la enseñanza de la historia de Estados Unidos debe producir ciudadanos patriotas y orgullosos de ser estadounidenses, no críticos de su país.

Otros consideran imprescindible que los estadounidenses, sobre todo la mayoría blanca, deje atrás una versión edulcorada de la historia de su país, pues solo así accederían a una visión realista que les permita enfrentar los serios problemas que enfrenta su sociedad. Para ello proponen una enseñanza crítica de la historia de Estados Unidos, que permita reconocer los errores y pecados del pasado. Una historia en la que se hable de la esclavitud, de los linchamientos raciales, de las masacres de amerindios, del racismo sistémico, de la pobreza, de la violencia policial, etc. En fin, una historia que duela. 

Está por verse cuál de los grupos se impondrá, pero ya es claro que en estados como Tennessee, Florida, Dakota del Sur y Georgia han aprobado o están por aprobar las llamadas  leyes en contra de conceptos divisivos (divisive concepts laws) que prohibirían enseñar la historia de los Estados Unidos de una manera que pueda hacer que cualquier estudiante se sienta culpable. En Texas se ha propuesto no hablar de esclavitud, sino de reubicación involuntaria (involuntary relocation).Personalmente, no creo que la enseñanza de la historia deba doler, pero sí se debería estudiar y entender temas históricos dolorosos y controversiales. Tomemos tres ejemplos. ¿Cómo entender la amenaza a la supervivencia de la humanidad que implica la existencia de miles de armas nucleares sin  comprender el alcance y significado del bombardero atómico de Hiroshima y Nagasaki? ¿Cómo enfrentar el renacer de ideas antisemitas en Europa y Estados Unidos sin estudiar, por más doloroso que sea, el exterminio que llevaron a cabo los nazis de millones de hombres, mujeres y niños judíos durante la Segunda Guerra Mundial? ¿Cómo solucionar el conflicto que hace más de 70 años divide a judíos y árabes en torno a Palestina sin examinar el proceso de limpieza étnica que conllevó la independencia de Israel?  En los tres casos hay muerte, dolor y sufrimiento, pero no por ello hay que obviarlos o reducir su importancia para minimizar la incomodidad que podrían provocarnos. Precisamente, de eso se trata estudiar y enseñar Historia: de sacarnos de la comodidad de la ignorancia y enfrentarnos a hechos y eventos que nos hagan reflexionar en torno a lo bueno, pero también a lo malo, de lo que somos capaces los seres humanos. 


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1 comentario

  1. Ortega y Gasset decía que todos crecemos con creencias impuestas por nuestro entorno y es nuestro deber a la luz de la experiencia y conocimientos ir desechándolas, también incorporando nuevas creencias que a la vez pueden ser desechadas con conocimiento. La corriente conservadora
    se aferra a sus convicciones pensando que negando, manipulando, filtrando hechos, evidencias, opiniones, podrá imponerse pero esto no es más que tirar el polvo bajo la alfombra y que es irremediable que las verdades, entendiendo como tal la historia y sus métodos, se imponga y llegue a las generaciones venideras.

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