¿Qué esperar tras la metralla de anuncios del flamante presidente Trump?
Febrero es mes de vacaciones en nuestro hemisferio y, aunque el Congreso peruano se encuentra en receso, la Comisión Permanente está discutiendo y aprobando leyes aunque el pleno de la ciudadanía se encuentre pensando en otras cosas.
Lo que, por el contrario, anda a un ritmo de mil por hora en el otro hemisferio —y es de amplio conocimiento público— son las decisiones de los primeros cien días del presidente de Estados Unidos. Son varios los frentes para la reflexión, pero hoy haré un alto en mi propio receso para aproximarme a dos de ellos.
El primero tiene que ver con los límites del poder. Al contrario de lo que se percibe sobre el Perú y otros países de la región, Estados Unidos suele ser el ejemplo de un sistema institucional que evita el ejercicio arbitrario del poder: el Ejecutivo necesita poderes especiales para tomar decisiones unilaterales y estos poderes provienen del Congreso. En caso que se considere que las decisiones afectan derechos, está el Poder Judicial y, en última instancia, la Corte Suprema. Las decisiones de los jueces suelen respetarse, por lo que los ciudadanos pueden apelar a ellos para evitar los daños que puedan ocasionarles órdenes temporales hasta que se resuelva el tema de fondo, como ocurre con las medidas cautelares del sistema legal peruano.
Si esto es así, resulta una sorpresa que un flamante presidente, como Trump, esté desactivando a un ritmo galopante organismos públicos o programas de ayuda local e internacional. No obstante, es la justificación de tratarse de asuntos de seguridad nacionallo que estaría haciendo posible que mediante órdenes ejecutivas se implementen todas esas medidas y más. Recordemos que según el presidente de Estados Unidos, la crisis de la adicción al fentanilo y la crisis migratoria amenazan la seguridad de la nación.
Como me comentó un colega republicano que trabajó en la administración Trump 1.0, o su primer periodo de gobierno, el nuevo presidente es un negociador que gusta de lanzar muchas ideas sin pensar demasiado en cada una, observar cómo reaccionan sus interlocutores, y luego negociar sobre aquellas que cogen tracción.
El segundo frente responde a las guerras comerciales con las que Estados Unidos pone en riesgo las relaciones de largo plazo con sus aliados. ¿Por dónde empezar este asunto tan trabado? Quizás, por la teoría económica. Es conocido que el comercio amplía las oportunidades y puede resultar en una situación de mayor ganancia para todas las partes involucradas. Es por este efecto que los niveles de pobreza en el mundo han disminuido de manera sustancial, particularmente en los países que concentran la mayor cantidad de población, como China, India, o Indonesia. En estos países ha aumentado el número de personas que trabajan en empresas que abastecen a otras en complejas cadenas de valor internacional. A su vez, estas cadenas internacionales han ocasionado mejoras en infraestructuras y una ampliación espectacular de los servicios de transporte, seguros y logística en general.
El detalle está en cómo afecta este crecimiento económico causado por el comercio internacional a los ciudadanos de los países participantes. Mientras que el bajo costo de mano de obra en los países en desarrollo ha incentivado el cambio de localización de fábricas, aumentando así el ingreso de los ciudadanos de estos países y bajando los niveles de pobreza, en los países desarrollados ha dejado sin empleo a muchos —mis lectores coetáneos recordarán quizás la película The Full Monty—. Así, por cada fábrica que cierra en el hemisferio norte, las dificultades de adaptación a las nuevas circunstancias del mercado laboralabren la puerta a una gran insatisfacción.
Fue Piketty quien estimó que los grandes perdedores de la globalización son las clases medias de los países desarrollados. Ellasahora están votando por alternativas políticas que cierran las puertas a la competencia laboral, como limitar la migración, y confían que trabar el ingreso de productos extranjeros conducirá a mayor inversión y a un mayor empleo en sus localidades. En relación a eso, solo queda decirle al presidente Trump: Good luck with that.
Vaticino que no será necesario esperar mucho tiempo para que veamos las consecuencias: a corto plazo, la reducción del comercio mundial conducirá con bastante probabilidad a un menor crecimiento económico y menores posibilidades de mejorar las condiciones de vida de las personas.
Se avecinan, pues, tiempos de ajuste.
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