Cuando el gobierno «no sabe»


¿En qué se parecen las víctimas de una protesta al ocupante de una casa violenta?


Una de las posturas más desconcertantes para mí, en el contexto del conflicto social que estamos viviendo, es la terca posición de que “no se sabe” qué es lo que piden los manifestantes. Lo declaró así, inclusive, nuestra señora presidenta hace unos días. Es verdad que hay muchas voces levantando arengas, algunas incluso contradictorias, pero también es cierto que las demandas ciudadanas expresadas son muy fáciles de identificar:

  1. Renuncia de la titular de la oficina de la Presidencia y de los congresistas.
  2. Elecciones generales.
  3. La creación de una Asamblea Constituyente y/o una nueva Constitución. 

Que la realización de estas demandas sea posible, efectiva, legal, adecuada, buena para el futuro del país o no, es una discusión pertinente y —en tiempos como estos— urgente. Sin embargo, no podremos llegar a ningún lado si el gobierno sigue pretendiendo que “no entiende” lo que se le pide. 

La forma en que las dinámicas socio-raciales y étnicas del Perú juegan un rol en el tratamiento estatal de este conflicto es algo que se ha reportado ya en varios medios extranjeros, y que además ha sido referido en el reporte preliminar de observaciones de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Si se requiere un ejemplo simple y grosero, compárese el número de pérdidas humanas en el interior del país (47) versus las registradas en las marchas sucedidas en Lima (0).

Son estas mismas dinámicas las que alimentan el testarudo “no sé de qué hablan”, “no sé qué quieren”, “de qué se quejan, si todos estamos bien” y demás. El “no saber” de la capital es un privilegio grande que la mayoría de nuestros conciudadanos no tienen. Es una ceguera medianamente intencional pero que, además, responde a la falta de desarrollo de herramientas para ver al otro que no hemos considerado igual a lo largo de la historia. “Ellos”, sin embargo, sí nos conocen muy bien. 

Esta postura es fascinante y se evidencia una y otra vez cuando observamos diversos grupos sociales: mientras el oprimido es el sujeto que mejor conoce al opresor, lo contrario no es necesariamente cierto. Fuera de las etiquetas rimbombantes y el sentimiento de ofensa que quizá pueda haber sentido si es que ha interpretado que acabo de calificarle como opresor —algo que no ha sido mi intención—, ilustraré a qué me refiero con algunos ejemplos mundanos:

  1. Las personas que viven en el mismo hogar con alcohólicos funcionales o con personas que tienen trastornos de personalidad, aprenden a leer los signos, actitudes y gatillos de los primeros. Estrictamente, necesitan aprender qué significan cada una de sus acciones, actitudes y conductas para predecir cuáles son los momentos de calma y cuáles serán los momentos de peligro.
  2. Lo mismo sucede con las víctimas de violencia familiar y las personas que tienen más cerca: ellas aprenden qué significa un portazo, o la forma en que la persona violenta pone las llaves sobre la mesa, o cuál es el significado de otros gestos.
  3. Lo mismo sucede con las mujeres, las personas en el espectro LGTB y las personas racializadas: con el tiempo les ha tocado aprender a leer la forma en que alguien se aproxima, cómo debe estimarse un primer saludo, o qué significan unas y otras formas de interacción.

En estas interacciones, la persona en posición de poder ni siquiera tiene que tener conciencia sobre cuál es la situación de la persona que tiene al lado. La víctima conoce mejor que nadie al victimario, mientras que para este la víctima es solo alguien más.

Algo de compasión nos recordaría que cuando le exigimos al “poderoso” que conozca a las personas que tiene bajo su poder, lo que pedimos es una aproximación para la cual no ha desarrollado herramientas. Que, por defecto, no va a entender la situación en la que puso a las personas bajo su poder o influencia. Y es probable que eso sea cierto en relaciones sociales que deban entenderse como horizontales. La diferencia, en nuestro caso, es que quien clama ignorancia es el gobierno, y el gobierno no tiene excusa para no saber, porque su trabajo es precisamente ese: saber qué necesitamos los ciudadanos, qué tenemos, dónde estamos, y qué debemos tener. 

A estas alturas, hay pocas cosas más que se puedan decir. Exaltar a la paz y al dialogo es cada vez más común y, al parecer, lo menos efectivo. Ahora mucho está en las manos de nuestras autoridades nacionales. Ellos y ellas tienen el futuro del país en sus manos. Esperamos que, al menos sobre eso, no aduzcan ignorancia.


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4 comentarios

  1. Nelson Castañeda

    Para hacerme una idea antes me gustaría un artículo escrito sobre el gobierno de Pedro Castillo, que es donde parece nace lo actual,

  2. Lucho Amaya

    ¿Se puede dialogar con quién no quiere dialogar?
    ¿Por qué olvidar que desde antes de que haya muertes se pedía ya la renuncia de Boluarte, llamándola traidora?
    ¿Traidora de qué o a quién? … ¿A uno, Castillo, señalado con evidencias claras de ser corrupto?… ¿Traidora a un golpista, Castillo?
    Son preguntas, son preguntas.
    Me gustaría saber su posición, clara, nítida, en caso las tenga, de los puntos que usted misma ha mencionado como puntos de reclamo de los que protestan buenamente.
    Saludos

    • Marianella

      Coincido que el “poderoso” conozca más al que está bajo su poder ; pero no parece buena la analogía de gobernante y gobernados. La palabra “poder” encierra hostilidad

      Cierto que muchos presidentes son elegidos desde la realidad de Lima, y no del Peru profundo. Sin embargo , esa voz de los problemas del interior son los congresistas y presidentes regionales. Son pocos los que resisten a marearse con el “poder” de sus cargos y llevan la información a los presidentes
      Transparente, priorizada y a tiempo .

      Como en una empresa privada que funciona muy bien especializando y profesionalizando puestos, la presidencia con sus asesores técnicos (ministerios) debe acercarse orientando y enseñando cómo tratar los problemas locales con objetividad . Nos estamos mareando con pedidos subjetivo.
      -hay dinero en salud para la region y hay atención en centros de salud
      – hay dinero en la región para agro – pesca y la población no pasa hambre
      – hay dinero en la región y los estudiantes acaban su año escolar , Tecnico o universitario

      Creo que si el diálogo pasa a un nivel con mayor objetividad salimos de esta crisis

  3. Milagros

    Al inicio no estaba de acuerdo con las protestas, entendía la rabia y reclamo por parte de las provincias, pero pensaba que lo que pedían era imposible que suceda, sacar a la actual presidenta cuando en realidad fue el resultado de lo que se eligió en las elecciones; nada era viable (aunque yo también quería nuevas elecciones, congreso y todo lo demás), pero entiendo que las cosas no funcionan así. Pero ahora, después de tantas personas fallecidas, y todo la violencia causada en provincias, el trato que le dan a las personas, el abuso de autoridad, pienso que Dina ha demostrado que no es capaz de manejar la situación. Es cierto qué hay manifestantes violentos, pero también hay policías realizando vandalismo para echarles la culpa a ellos. La violencia por parte de la policía es indiscutible. Sabemos que si sale Dina, quien sea que entre probablemente sea igual de incapaz, pero eso no quita lo que la mayoría del Perú reclama. Por eso vivimos en una democracia no? La mayoría del Perú quiere eso, pues entonces que se haga. Si es una salida para detener la violencia. ¿O tenemos que tener aprobación de Lima para que esto suceda?

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