COP26: Mitigación, adaptación, financiación y colaboración
Ningún país podrá hacerle frente solo al calentamiento global. Las consecuencias de este fenómeno no diferencian fronteras y los esfuerzos para mitigarlas tampoco deberían. Por esta razón, desde el 31 de octubre, líderes mundiales están reunidos en Glasgow, Reino Unido, para negociar su participación en la tarea de aplacar el cambio climático. Se trata de la edición número 26 de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, también llamada COP26.
El último informe de las Naciones Unidas sobre las consecuencias del calentamiento global fue devastador y alarmante. La temperatura global actual es 1,1 grados más alta ahora que en la era preindustrial (1850-1900). Entre 2016 y 2021 hemos experimentado los años más cálidos desde 1850. En la próxima década, la temperatura seguiría aumentando hasta superar el límite clave para nuestra supervivencia. El equipo científico de la ONU pronostica que el nivel del mar aumentaría 2 metros hacia fines de este siglo. Por todo esto, la COP26 podría ser histórica. Dependerá de la calidad de las estrategias que los países presenten, sobre todo, de los más poderosos.
Las siglas de la COP me resultaban crípticas hasta que decidí prestarle más atención al cambio climático y a las relaciones internacionales. Suena a un término técnico o especializado, cuando lo que allí se discute es vital para todas y todos. Me imagino que algo parecido le sucede a otras personas y eso puede explicar que no prestemos tanta atención como se debe.
La COP es una conferencia mundial que reúne desde 1995 a más de cien países con el objeto de discutir la acción climática internacional. Aquel año, en Alemania, la comunidad internacional reconoció oficialmente que el cambio climático era un problema real y que debía trabajar colectivamente para solucionarlo. Como resultado, los países han firmado una serie de acuerdos, entre los que destacan el “Mandato de Berlín” (1995), el “Protocolo de Kioto” (1997) y el más reciente “Acuerdo de París” (2015).
Desde su formación, las COP se han desarrollado en distintos países del mundo todos los años de forma ininterrumpida, excepto el 2020 debido a la crisis sanitaria por COVID-19. El Perú fue anfitrión en 2014 de la COP20, la cual fue presidida por Manuel Pulgar-Vidal, entonces ministro del Ambiente. El hecho más relevante aquella vez fue el compromiso de China y Estados Unidos, las mayores potencias globales, de reducir emisiones de gases de efecto invernadero.
Entonces, la Tierra aún no ardía como lo hace ahora. O no teníamos un informe tan aterrador como el último de la ONU. Durante mucho tiempo, algunos políticos y ciudadanos cuestionaron la existencia del cambio climático basándose en teorías de la conspiración. Un reflejo de esta actitud escéptica fue el retiro simbólico de Estados Unidos del Acuerdo de París en 2017. Solo el 4% de la población mundial vive en Estados Unidos, pero este país contribuye con alrededor del 15% de las emisiones de carbono mundiales. Su impacto iba a ser notorio. Afortunadamente, la nueva gestión del gobierno estadounidense retomó su compromiso con el Acuerdo.
La COP26 versará sobre cuatro ejes para evitar una catástrofe ambiental. El primer eje es la mitigación de las consecuencias del cambio climático mediante la reducción a cero de las emisiones de carbono para el 2030. El segundo aspecto es la adaptación para proteger comunidades y hábitats naturales. Para lograr estos dos primeros puntos, los países necesitan financiamiento. Por esa razón, el tercer eje a discutir es la movilización de finanzas entre los sectores públicos y privados. Finalmente, pero no menos importante, la colaboración entre gobiernos, negocios y sociedad civil es una parte central para lograr los objetivos del Acuerdo de París.
El Perú no figura entre los países con altas emisiones de dióxido de carbono a nivel mundial. Sin embargo, las consecuencias del calentamiento global no se han hecho esperar. Nuestro país ha presenciado incendios forestales, cambios en las corrientes de agua y derretimiento de glaciares. Esto nos acerca a la idea de justicia climática: los países con menos recursos precisan de un apoyo económico conjunto para mitigar y adaptarse a las consecuencias del cambio climático.
Nuestro Desafío Climático (NDC) ya se había propuesto la reducción de gases de efecto invernadero al 40% para el 2030, así como convertirnos en un país carbono neutral al 2050. Además de regular actividades contaminantes en nuestro territorio, un interés clave para el Perú en la COP26 es el financiamiento para lograr la mitigación de las consecuencias del cambio climático. El 12 de noviembre, al final de la conferencia, sabremos qué se logró en dichas negociaciones.
El Peru vive de espaldas al problema climático: Los contratos mineros ahora con el precio del cobre a la alza, están en prioridad uno. Hay silencio sobre los avances en las provisiones para el próximo Niño. La tala ilegal sigue… los transportistas continúan circulando con vehículos altamente contaminantes… El gas también es contaminantes y ahorita estamos por embarcarnos en un programa de gas para todos… Para variar, se hará algo cuando ya sea muy tarde. No es ese el «estilo peruano»?
Me agrada este compromiso Sharun expresado en tus líneas.
Cuenta conmigo para cuidar a la madre tierra