¿China socialista o China capitalista?


A casi medio siglo de la muerte de Mao, ¿cómo definimos al gigante asiático?


Sebastián León es magíster en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica del Perú, donde enseña cursos de Ética y Filosofía de la Ciencia. Se especializa en temas de teoría política y descolonialidad, con particular énfasis en las tradiciones del marxismo, la teoría crítica y el idealismo alemán. Ha publicado artículos en diversas revistas y portales web, y lleva cerca de diez años militando en la izquierda socialista.


Hasta hoy, es común que, cuando se habla de los logros de la República Popular China (su eliminación de la pobreza extrema, su lugar a la vanguardia de la innovación tecnológica, su consolidación como segunda economía del mundo), muchos nieguen su condición de país socialista. Se dice que China, si algo ha logrado en las últimas tres décadas, lo debe a su abandono del socialismo y a su adopción del capitalismo. Quienes lo afirman piensan que, si algo demuestra el veloz ascenso del gigante asiático, es la superioridad del capitalismo y el fracaso del socialismo. Existiría, bajo este punto de vista, una brecha insalvable entre los «fracasos» de la era Mao Zedong y los éxitos de la era inaugurada por Deng Xiaoping en 1978 con su política de Reforma y Apertura (que llevó a China a adoptar una economía de mercado). Soy de la idea, sin embargo, de que quienes mantienen esta posición ignoran mucho, no solo sobre la historia de la China comunista, sino sobre la historia del comunismo y el socialismo en general.

La República Popular China es gobernada por el Partido Comunista de China (PCCh), que al día de hoy proclama el marxismo-leninismo (la misma ideología que mantenía la Unión Soviética) como su ideología oficial (aunque aplicada a las condiciones específicas de China, lo que el PCCh denomina «pensamiento de Mao Zedong»). ¿Es la afiliación marxista-leninista del PCCh —su compromiso con construir una sociedad postcapitalista— mera retórica, un alineamiento de palabras contradicho por su praxis económica efectiva? 

Detengámonos por un momento a ver la historia económica de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS): contra lo que muchos piensan, el primer país socialista del mundo contó, por lo menos, con tres distintos modelos económicos: experimentos socioeconómicos que buscaron llevar a la república de los soviets, por caminos diferentes, hacia el comunismo (la abolición definitiva de las clases sociales y del capitalismo). Entre 1917 y 1921, la URSS mantuvo el llamado «comunismo de guerra»: éste consistió, básicamente, en el estricto racionamiento de los recursos (la distribución de la escasez para sobrevivir al primer período de guerras). Luego, entre 1922 y 1928, se adoptó la Nueva Política Económica (NPE) propuesta por Lenin, cuyo objetivo principal era utilizar la inversión y el emprendimiento privados para reconstruir y desarrollar la producción soviética. La intención parece haber sido que este modelo se aplicara durante un período relativamente prolongado (1). Finalmente, después de 1928, y ante la inminencia de la guerra contra los países capitalistas de occidente, la URSS inició la veloz y completa colectivización de su economía (incluida la agricultura). Sería este último modelo económico el que más a menudo suele asociarse con el comunismo y el socialismo marxista; no obstante, vemos que solo en la historia de la URSS podemos encontrar al menos tres modelos socialistas distintos.

Hay que entender que, para el marxismo-leninismo, más que una fórmula abstracta o un modelo preestablecido sobre cómo organizar la economía, el socialismo es un proceso dinámico, adaptado a condiciones históricas concretas, en el que se busca adoptar las medidas que eventualmente hagan posible la abolición de la propiedad privada de los medios de producción capitalistas (es decir, un proceso que, con avances y retrocesos, busca llevar del capitalismo al comunismo). Parecería natural, entonces, que encontremos, entre los países que todavía mantienen la ideología marxista-leninista, nuevas formas de experimentación socialista. 

El socialismo de mercado chino (lo que el PCCh llama «socialismo con características chinas») podría considerarse una de ellas.

Pero veamos la propia historia económica de la China Popular, y pensemos si la Reforma y Apertura de Deng Xiaoping marca una ruptura radical con la era Mao Zedong. Si bien el PCCh no llegaría a tomar el control integral del territorio continental de China hasta 1949, varias regiones estuvieron bajo su dominio desde al menos veinte años antes; en estas regiones, los comunistas chinos experimentaron con distintas formas de organización de la propiedad: tanto propiedad estatal (bajo el control del partido) como propiedad privada y cooperativas. Es decir, se trataba de una organizaciónmixta de la producción. En 1940, en Sobre la Nueva Democracia, Mao defendería este carácter peculiar de la Revolución China (su negativa a expropiar, como lo había hecho la URSS, completamente a los propietarios privados) debido al atraso de la economía china. Para Mao, antes de una expropiación económica, el socialismo exigía una expropiación política de la burguesía: un sometimiento del capital a la dirección y planificación del Partido Comunista.

No sería sino hasta 1958 —en gran medida como consecuencia de la Ruptura Sino-Soviética y el retiro de la ayuda económica de la URSS (sumada a la permanente amenaza económica y militar de los Estados Unidos)— que se optaría por la colectivización de la economía china. Como se sabe, en general, este intento de colectivización económica no tuvo buenos resultados, y sería abandonado poco después de la muerte de Mao en 1976. Sin embargo, más allá de los problemas y desaciertos de la era Mao, es importante considerar sus grandes logros, sin los cuales no habría sido posible la sorprendente modernización que hoy todos admiramos. El primero de ellos: su exitoso proceso de reforma agraria y la dotación colectiva de infraestructuras rurales y educación: entre 1952 y 1978, las comunas chinas habían duplicado la tierra de cultivo regada y la difusión de tecnología mejorada. También en este período se darían los mayores avances en esperanza de vida adulta y en alfabetización. Incluso el Banco Mundial, en 1981, reconocería que: 

El logro más notable de China durante las últimas tres décadas ha sido la mayor satisfacción de las necesidades básicas de grupos de bajos ingresos en relación con la mayoría de los países pobres. Todos tienen trabajo; su alimento está garantizado por una combinación de racionamiento estatal y seguros colectivos; la mayoría de los niños no sólo van a la escuela sino que también reciben una enseñanza relativamente buena; y la gran mayoría tiene acceso a la atención sanitaria básica y a los servicios de planificación familiar. La esperanza de vida —cuya dependencia de muchas otras variables económicas y sociales le convierte probablemente en el mejor indicador de la pobreza real de un país— es notablemente alta para un país con el nivel de renta per cápita de China. (2)

Todo parecería indicar que las reformas iniciadas por Deng en 1978 no habrían socavado, sino consolidado y expandido, estos logros de su predecesor. Si, desde la perspectiva del marxismo-leninismo, el socialismo tiene un carácter experimental, el PCCh habría mantenido en las últimas décadas aquello que dio resultados y dejado atrás lo que no funcionó. En palabras de los comunistas chinos, el socialismo con características chinas se ceñiría al lema de Mao de «buscar la verdad en los hechos».

Se puede apreciar, pese a las profundas transformaciones, continuidades con la historia económica previa de la República Popular: en China existe la propiedad privada del capital, pero también existen cooperativas de propiedad colectiva y propiedad mixta (especialmente en el ámbito rural); asimismo, un número de rubros estratégicos permanecen bajo el control del Estado, como la banca, la industria pesada y prácticamente todo el transporte. Estrictas leyes antimonopólicas están en vigencia y la inversión privada debe ceñirse estrictamente a las determinaciones de la planificación estatal. Esto explicaría la famosa afirmación de Deng:

Tener más planificación o más mercado no es la diferencia esencial entre socialismo y capitalismo […]. Economía planificada no quiere decir socialismo. El capitalismo también tiene planes. Economía de mercado no es sinónimo de capitalismo. El socialismo también tiene mercado. Tanto planificación como mercado son medios económicos. (3)

No obstante, si bien en el capitalismo es cada empresa la que planifica con miras a su ganancia privada (imponiéndose la lógica de la acumulación capitalista al conjunto de la sociedad), en el socialismo con características chinas es el gobierno comunista el que somete al capital y la ganancia a una planificación general, que tiene en la mira el beneficio, en todos los ámbitos, de la sociedad. Así, bajo la dirección del PCCh, la inversión debe usarse para crear infraestructura, seguridad y trabajo allí donde haga falta; la competencia debe incentivar la innovación tecnológica y el incremento de la productividad; finalmente, la entrada del capital extranjero debe garantizar que los chinos aprendan a producir la tecnología que les mantiene económicamente dependientes de occidente. Desarrollar la producción, entonces, tiene como meta la prosperidad común, evitando que los ricos se hagan más ricos y los pobres más pobres (4).

Podemos apreciar, si nos remitimos a las enseñanzas de Marx y Engels, que esto es perfectamente coherente con sus lineamientos: para ellos, en el socialismo, los comunistas debían garantizar el desarrollo de las fuerzas productivas, orientando el capital ya no hacia el beneficio privado, sino hacia el beneficio colectivo. Solo de esta manera podría alcanzarse ese horizonte postcapitalista que llamaban comunismo, en el que la apropiación colectiva de la riqueza haría posible la abolición de la propiedad privada.

Si el modelo socialista de mercado chino alcanzará dicha meta, si eventualmente generará problemas que sea incapaz de resolver, si el Partido Comunista de China terminará por ceder al capitalismo… Aquello está todavía por verse. Pero todo parece indicar, a mi parecer, que la adherencia de los comunistas chinos al socialismo y al marxismo-leninismo no es meramente nominal; más bien, su política económica parece perfectamente consistente con su historia y la de su tradición.
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(1) “La política es de largo aliento y se adopta con plena convicción”, diría Lenin, el fundador de la URSS, durante el cierre de la Décima Conferencia Rusa del Partido Comunista Ruso en 1921. No es un dato secundario el hecho de que Deng Xiaoping viviera en la URSS durante el período de implementación de la NPE. Durante la década de los 80, varios años después de iniciada la apertura económica de China, Deng diría que quizá el modelo de la NPE en la URSS fuera el modelo más correcto para alcanzar el socialismo.

(2) Citado por Giovanni Arrighi en Adam Smith en Pekín: Orígenes y fundamentos del siglo XXI. Ediciones Akal: Madrid (2007).

(3) Deng, X., Extractos de charlas dadas en Wuhan, Shenzen y Shanghai.

(4) Entrevista de Mike Wallace a Deng Xiaoping: https://www.marxists.org/reference/archive/deng-xiaoping/1986/192.htm

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