¿Por qué todavía creemos que algunas culturas son menos sofisticadas que otras?
En el Palacio de Buckingham, en Londres, encontramos guardias de seguridad con un curioso sombrero negro; visten de rojo y portan un bastón en una mano. Se les conoce como los guardias del rey o, más formalmente, como parte de la Guardia Real. Además de su rol de seguridad, deben cumplir con la norma de no inmutarse por ninguna razón que no sea la de proteger el palacio. Para los que no tenemos ancestros británicos puede que esta costumbre nos parezca pintoresca, pero para ellos es parte de su tradición. Turistas de todo el mundo viajan para presenciar sus ceremonias. En ese mismo país, también existe la solemne tradición de hombres que tocan gaitas mientras visten faldas a cuadros. Para muchos, el sonido del instrumento puede parecer más estridente que melódico. Pero, como suele decirse, sobre gustos no hay nada escrito. Lo que no se puede negar es que detrás de estos rituales existe un proceso de legitimación, preparación y reconocimiento que los ha convertido en patrimonio nacional.
Esa misma lógica de validación cultural no siempre se extiende de manera justa a las expresiones dentro de nuestro país. Hace unos días, se hizo viral en TikTok un video que mostraba a dos adolescentes peruanas de Huancavelica, Gregoria y Sofía, pertenecientes a la nación indígena chopcca, interpretando música tradicional de su región, un ritmo cercano al huayno. Varios de los comentarios en la publicación asumían que el tono agudo de sus voces era incorrecto o vergonzoso. También se burlaban de por qué se cubrían la boca al cantar o de lo que consideraban un “mal” uso del castellano. Estas críticas derivaron rápidamente en ataques racistas aún más explícitos: sus rasgos físicos y su procedencia fueron usados para ridiculizarlas, y hasta una influencer limeña las imitó en tono de burla.
Sin embargo, esta visibilidad también les valió una invitación a un programa de televisión en Lima. Durante su primera visita a la capital peruana, ambas jóvenes fueron celebradas por su talento. Bastaron unas pocas preguntas para demostrar que nada en su presentación era improvisado: confesaron que confeccionar sus prendas coloridas tomaba entre tres y cuatro meses, y que no era una tarea barata. Señalaban detalles como que, por ejemplo, las flores en sus sombreros indicaban que eran jóvenes solteras y que se tapaban la boca para direccionar mejor su voz. El animador que suele acompañarlas en sus presentaciones compartió que las canciones virales que interpretaban «representan a nuestros ancestros: nuestros abuelos, bisabuelos, como los llamados harawi (poesía quechua)”. También mostraron la bandurria andina que las acompaña, y se expresaron en quechua, su lengua materna, como forma de explicar por qué su pronunciación del castellano es distinta.
Este lamentable episodio nos recuerda que, pese a que cerca de cuatro millones de peruanos y peruanas hablan quechua, muchos siguen siendo tratados como ciudadanos de segunda categoría. Lo hacemos con estas artistas de la región más pobre del Perú; lo hacemos al burlarnos de quienes comen cuy o tocosh, pero en cambio no lo hacemos con los franceses que comen caracoles o quesos de olor fuerte. En ambos casos hablamos de productos culturales, solo que unos son más reconocidos y otros despreciados. Esta es también una muestra de cómo ciertos saberes artísticos son ignorados, pese a su potencial para el orgullo nacional, el desarrollo cultural o incluso el turismo.
¡Cuánto nos falta aprender a reconocer el talento diverso que hay en nuestro país! Está bien no entender inicialmente, pero permitámonos aprender antes de juzgar. La diversidad no es solo un dato estadístico: es una fuente de creatividad, identidad y dignidad. Reconocer el arte de las comunidades indígenas no es un acto de caridad. Es una deuda histórica que debemos empezar a saldar con respeto y apertura cultural, para luego reconocerlos como ciudadanos plenos de nuestro país.
PD: La reconocida artista vernacular Amaranta ha tenido la visión de invitar a Sentimiento Chopcca —el dúo formado por Gregoria y Sofía— a su concierto por el Día de la Madre, el próximo 10 de mayo en el Gran Teatro Nacional. Si está en sus posibilidades, apoyemos su talento y aporte a la diversidad cultural.
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Excelente. La diversidad cultural es una riqueza inmaterial del Perú. Si esas niñas cantarán rock, Reguetón, cumbia, serían unas más de miles. Pero el género musical que practican es poco difundido pero único, tradicional, originario del Perú, por eso valiosisimo culturalmente y artístico.
Gracias por el comentario y totalmente de acuerdo. Por eso necesitamos potenciar ese talento al mismo tiempo que aprender apreciarlo como merece. ¡saludos!
La comparación entre estas dos culturas es muy interesante para abrir un diálogo y comentarios con opiniones alturadas y con conocimiento de nuestra diversidad.
Cuando se recorre nuestro pais es una oportunidad de conocer aquello de la diversidad que existe en todo el ámbito del territorio peruano, mientras q si se visita el Reino Unido, no apreciamos tanta diversidad, lo cual permite uniformidad cultural, una ventaja para que sus manifestaciones sean más aceptadas por la mayoria.
Y termino, poco a poco nuestras tradiciones van perdiéndose con el avance de las comunicaciones.
Mis felitaciones por el tema.