“Bebito Fiu Fiu” en 5 pasos


Cómo se activó un viral tremendo (y dejó un post-it político, entre tanto)


Raúl Castro es antropólogo y periodista, con maestría en Comunicación, Cultura y Sociedad por la Universidad de Londres. Es decano de Comunicación en la Universidad Científica del Sur. Es consultor en opinión pública y estrategias de comunicación, e investigador en temas de movilización social, culturas políticas y experiencia del usuario. Dirige Desde el Sur, revista académica con temas de debate social latinoamericano.


En diciembre de 2012, el mundo conectado a Internet —que para entonces ya era casi un cuarto de la población del planeta— conoció el primer viral que puso a bailar a Europa, Asia y las Américas en conjunto. Un peculiar artista y productor surcoreano, apodado PSY, lograba con su canción Gangnam Style romper todos los récords en cuanto a los videos más populares en YouTube en toda su historia, traspasando por primera vez la mágica barrera de los mil millones de vistas.  Pero el gracioso PSY no fue el único que se contoneaba. Con el visionado del clip, los usuarios respondieron a la pegajosa canción y a su divertido baile, replicándolo, cada cual a su estilo, poniéndole además los toques espontáneos necesarios para darle colorido local a cada versión. Una especie de “y aquí lo bailamos así”. El fenómeno cobró de esta manera el carácter de un gigantesco flashmob global, el que, activado como un momentum o estallido participativo en redes, logró desplegar en tiempo real lo que ya entonces el sociólogo catalán Manuel Castells llamaba “la sociedad red”, en la que la cultura de la conectividad operaba como lengua franca.

Usuarios desde sitios tan distantes como Yakarta o Madrid, Moscú o Buenos Aires, Mumbai o Miami, compartieron el reto imitando el circense paso del caballo del estilo Gangnam y otorgándole su toque peculiar. Hubo entonces el “Arab Style”, el “Obama Style” o el “Peruvian Style”. Un sentido competitivo, por un lado, y otro de Gestaltglobalizado por el cual el conjunto es más que la suma de las partes. Antes, con ABBA, por ejemplo, o con los Bee Gees, existió también proto Gestalt globalizado. Pero solo con una infraestructura tecnosocial como la de los medios sociales de Internet es que se pudo activar cabales procesos cognitivos con figuraciones comunes entre los participantes. El término es de Norbert Elias. Las figuraciones propiciaron tal “epidemografía de la realidad viral” —John Postill dixit— que luego otros retos, como el del Ice Bucket Challenge o el Dirty Bit de Black Eyed Peas, se desplegaron con una segura alfombra tendida.

Con Bebito Fiu Fiu las cosas suenan parecidas. Antes de que Bad Bunny o Ibai Llanos asumieran el reto de cantarlo ante sus audiencias globales, en todo el Perú conectado hubo versiones que ya habían activado una figuración fiu fiu compartida. La gente en sus casas, en los mercados y en las calles ensayaba su propia versión. Y es que Tito Silva Music hizo el Camino de Santiago viral de forma muy académica. Para empezar, sintetizó secuencias que las neurociencias aplicadas a la música ya descubrieron, en particular psicólogos como Alisun Pawley y Daniel Müllensiefen, de Goldsmiths University of London, quienes plantean la idea del sing-alone behaviour—o comportamiento del cantante solista— como el resultado comportamental de bases musicales reiterativas que los oyentes experimentan como familiares. Ese fue el papel que le tocó jugar a los retazos de los temas Stan o Thank you, de Eminem y Dido, respectivamente, como sonidos familiares “remixeados” y largamente escuchados. 

 Luego está el paso 2, lo que Mark Goodacre, de la University College London, llama el global appeal. Es la irresistible, irrenunciable calidad deliciosamente kitsch de versos tan poderosos como “caramelo de chocolate / empápame así” o el de “como un pionono de vitrina / enróllame así”. Versos antológicos. Como los que coloca al centro del debate en hilos el celebérrimo Iban Llanos, con un tuit tan convocante como profundamente sentido:

Y es que tú eres mi rey 

Qué lindo eres tú 

Eres mi bebé 

Mi bebito fiu fiu

Tal ácido lisérgico de encantamiento es imposible que pase desapercibido y mueve a participar del reto a todo aquel con vocación de cantante solista de ducha. Tras ello, está el tercer paso, el bucle. Bucle: estructura que posibilita la repetición de sentencias en muchas oportunidades. En la repetición está el gusto. Historias figuradas en loop. El eterno retorno. Mircea Eliade en tempo trance. El bucle en programación musical es el efecto dionisiaco de una bomba de neutrones que estalla sobre existencias digitalizadas como las nuestras. Y así se da un paso natural al momento 4, el momento de “esto se salió de control”. Cuando el ecosistema mediático en su conjunto declara que ya estamos en el drop, en el smash: cuando la canción rompe la Gestalt figurada y se produce el momento climático, el efecto fiu fiu se habrá cristalizado.

Vamos dejando para el momento 5 el contenido editorial que una experiencia extática como esta deja. Como Gangnam StyleMi Bebito Fiu Fiu es también un editorial pop-líticoGangnam Style, por ejemplo, representó el comentario generalizado a un momento de corrosivo carácter del sentir popular: el de la preocupación celebrada por la emergencia de una amenaza pop como la que el sátrapa Kim Jong-un y sus peinados representaban para el universo terrestre. Hay que explicar: claro que Kim Jong-un es norcoreano y PSY surcoreano. Pero esos detalles no son relevantes para el sentir pop-lítico. En la pop-lítica hay que codificar una postura, hay que canalizar un malestar, celebrando, y el estilo Gangnam lo sintonizaba. Canalizaba el “alpinchismo”—desinterés, escepticismo— del “todos los días lo mismo” en la política formal. Lo mismo que hoy representa para el orden mundial el estallido de Mi Bebito Fiu Fiu: la canalización celebratoria de un sentido consciente de que todo en el mundo oficial es una reverenda excreción sin posibilidad alguna de solución. En ese loop estamos.   

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