Novedades de la cuarta ola


¿Qué tanto riesgo traen las nuevas variantes y qué debería hacer el Estado?


Después de dos años haciendo todo lo posible por escaparme del virus, les comunico que he caído”. Este mensaje lo publicó un amigo en sus redes sociales, pero hemos visto mensajes similares en cuentas de conocidos y familiares, y también comunicados de artistas cancelando presentaciones. Algunos prefieren hacer público que se han contagiado, mientras otros se limitan a comentárselo por WhatsApp a sus contactos cercanos. 

A estas alturas del partido todos sabemos que lo más probable es que todos nos hayamos contagiado en algún momento. Lo que algunos le atribuyen a una inmunidad fuera de serie o a una vida social limitada realmente se explica por un acceso limitado a las pruebas de coronavirus o a una prueba realizada antes de tiempo. Yo estoy en el grupo de personas que no ha tenido síntomas en los dos años, pero asumo que me he contagiado. Aunque de marzo a diciembre de 2020 di negativo en las PCR que me hacía semanalmente en la universidad, en enero di positivo a anticuerpos en un estudio clínico en el que participé. Al ocurrir esto antes de recibir la vacuna se confirmaba que en algún momento de 2020 el virus había estado en mi cuerpo. 

Del lado contrario tenemos a quienes se contagiaron coincidentemente en cada ola. Muchas personas se contagiaron en 2020 cuando la variante alpha estaba en circulación y volvieron a hacerlo en la primera mitad de 2021, cuando delta o lambda eran las dominantes. Y en 2022 repitieron en el pico de ómicron y ahora también cuando los casos de BA.4 o BA.5 están en ascenso. Con una prueba de antígenos o una PCR no podemos saber de qué variante nos estamos contagiando, por lo que la mayoría asumimos que es una u otra por el momento en el que nos hemos contagiado. 

Como sucedió con la variante ómicron, Sudáfrica fue uno de los primeros países en identificar las variantes BA.4 y BA.5, las cuales no han recibido un nombre del alfabeto griego porque no son consideradas variantes de preocupación: ambas presentan mutaciones diferentes a la variante ómicron, pero no tan definitivas como para que la inmunidad recibida por la vacuna e infecciones previas no sean suficientes para contenerlas. A partir de las primeras prepublicaciones se sabe que haberse contagiado de ómicron no confiere inmunidad, y que los vacunados tienen mayor protección en comparación con quienes solo tienen inmunidad por enfermedad. 

Por el momento, quienes están experimentando el contagio con coronavirus por primera vez, y quienes repiten, no muestran síntomas muy diferentes de los que se reportaron en los contagiados con la variante ómicron. Los pacientes pueden esperar tos, mocos —bastantes mocos— fatiga, dolor de cabeza y dolor muscular. Menos frecuente son la pérdida del olfato y el gusto, y la sensación de falta de aire. Hay que recordar que usualmente asociamos los síntomas del coronavirus con la infección del coronavirus, pero que estos síntomas son también señal de que nuestro sistema inmune está respondiendo con las herramientas que tiene para limitar la expansión del virus. En este caso, tener síntomas como los mencionados no son señal de que hemos perdido la inmunidad. Y en el caso contrario, si uno no presenta síntomas no quiere decir que no tenga inmunidad.  

Las noticias de un aumento de contagios nos llevan a preguntarnos cómo evitarlos. O qué significan estas nuevas variantes para nuestras comunidades. Como ha sucedido en otros picos de contagios, no tenemos una respuesta definitiva para todos los países ni para todas las situaciones. En el caso de Sudáfrica, el país donde se identificaron por primera vez estas variantes, sí se vio un aumento en el número de contagios, pero no fue seguido por un aumento en los fallecimientos. Otro país que los expertos están siguiendo es Portugal, que en las semanas anteriores presentó un aumento en los casos producidos por BA4 y BA5. A diferencia de Sudáfrica, Portugal sí presentó un aumento en los fallecidos similar al pico observado durante ómicron.

En el caso de Perú, a finales de junio el Ministerio de Salud confirmó una cuarta ola con más de 11.000 casos semanales. Para muchos la noticia no fue bien recibida y dio lugar a especulaciones sobre qué significa una nueva ola, o si realmente esto es algo cierto o no. Por una parte, algunos exigen tener criterios más claros para declarar qué es una ola y qué no, como tener un número mínimo de casos o hospitalizaciones para dar la señal de alarma. Pero esto es contraproducente, ya que sabemos que en Perú las pruebas no son rutinarias para la mayoría, y las personas suelen acceder a ellas cuando presentan síntomas o cuando alguien de su círculo cercano se ha contagiado. En ese caso, sería poco ético establecer un número de mínimo de casos para alertar a la población sobre la circulación de nuevas variantes o “inicios de nuevas olas” cuando sabemos que los números esconden casos sin identificar. 

Además, la noticia de la nueva ola llegó también con una confusa indicación de retomar el uso de mascarillas en espacios abiertos. Una medida que ya ha sido indicada por los expertos como poco efectiva, pero que sigue siendo usada sin criterio, en lugar de promover acciones dirigidas a disminuir los riesgos que puedan encontrarse en ocasiones concretas, como pueden ser la ventilación, el acceso fácil a pruebas de forma gratuita, promover las facilidades para que aquellas personas con síntomas tengan días de descanso, etc. Además, como reporta Salud con Lupa, si bien el 65 % de peruanos cuentan con las tres dosis de la vacuna, estas cifras no se dan de forma homogénea en todo el territorio ni en todos los grupos poblacionales, por lo que las estrategias del gobierno no deberían enfocarse en campañas de vacunación masiva, sino mas bien en alcanzar aquellos grupos que no llegaron a completar la vacunación y que se encontrarían en mayor riesgo en esta nueva ola. Finalmente, aunque por el momento parece que estas nuevas variantes no presentan un mayor riesgo para la población, aún no sabemos cómo pueden afectar estos contagios. Durante los últimos meses se han publicado estudios más detallados sobre el covid largo, aquella situación en la que los síntomas permanecen durante meses y pueden tener consecuencias crónicas para los pacientes. La información sobre estas repercusiones es aún muy dispersa y no se conoce con detalle por qué algunas personas lo desarrollan y otras no, o qué síntomas son los más comunes. Del covid largo aún queda mucho por descubrir, pero sabiendo que es posible y que contagiarse no confiere inmunidad total para futuras variantes, es preferible irnos por lo que hasta ahora se sabe que es seguro: completar la vacunación, monitorear síntomas y frenar los contagios.

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