Milei y el fin de la excepción rioplatense
José Rodríguez Ramos es periodista y analista internacional. Licenciado en Ciencias Sociales y Humanidades por la Universidad de Palermo en Argentina, diplomado en Comunicación Política por la Universidad del Pacífico de Perú. Ha trabajado como corresponsal internacional y como comunicador parlamentario. Actualmente cursa un máster en Relaciones Internacionales en el Institut Barcelona d’Estudis Internacionals, en España.
En menos de un mes se conmemorarán 40 años del retorno de la democracia en Argentina, un hito que hoy, más que nunca, se siente tristemente distante. Fue en 1983, tras el fin de la dictadura militar más sombría de la historia de ese país, cuando Raúl Alfonsín asumió la presidencia y sentó las bases de una nueva era. En aquel momento, la junta militar pretendía finalizar la entrega del poder el año siguiente pero el presidente electo exigió que se hiciera el 10 de diciembre, el Día Internacional de los Derechos Humanos. La democracia, prometió Alfonsín, traería bienestar. “Con la democracia no solo se vota —dijo aquel histórico día—, sino que también se come, se educa y se cura”.
Eran tiempos más optimistas. Hoy, esta afirmación difícilmente convencería a muchos, dentro y fuera de Argentina. La democracia y los derechos humanos son valores que llevan años perdiendo potencia como preceptos incuestionables. Pugnan constantemente por evidenciar su utilidad frente a proyectos de corte autoritario que prometen caminos rápidos a la estabilidad, la seguridad o la prosperidad. Esto se viene evidenciando ampliamente en elecciones y procesos políticos alrededor del mundo y, particularmente, en América Latina.
Lo curioso es que, dentro de este contexto general, Argentina se había convertido en un caso especial. Incluso, tras años de ajetreo político constante, polarización social, recurrentes escándalos de corrupción y conocida crisis económica, las columnas centrales de la estabilidad democrática del país demostraron ser más sólidas de lo esperado. Mientras otros países de la región han enfrentado últimamente todo tipo de quiebres constitucionales, destituciones presidenciales, disoluciones congresales o procesos constituyentes, en Argentina todos los presidentes de los últimos 20 años han terminado sus mandatos como correspondía y han entregado el poder al final de este, sin mayores contratiempos.
Por ello, la contundente victoria presidencial de Javier Milei —el candidato de extrema derecha— promete marcar un punto de quiebre, pues cuestiona los valores fundamentales de esa particularidad argentina.
Milei ha terminado ganando la segunda vuelta por un margen cómodo. Tras un revés importante en la elección general, en la que terminó segundo por detrás de Sergio Massa, el político antisistema consiguió más del 55 % de los votos en el balotaje. Fue clave el contundente apoyo de la ex candidata Patricia Bullrich y el del expresidente Mauricio Macri. Ambos se reunieron con el libertario apenas terminada la primera ronda y llegaron a un acuerdo, del cual aún no se conocen todos los detalles. El trío trabajó arduamente, a lo largo del último mes, para “civilizar” la imagen de Milei frente al argentino promedio. El resultado fue que el ultraderechista sumó más de 6 millones de votos en menos de un mes, aproximadamente la misma cantidad de votos que había sacado Bullrich en la elección general.
Por su parte, Massa no encontró las alianzas que hubiera esperado y tocó techo, a pesar de haber sido el claro ganador del debate presidencial de la segunda vuelta. Este resultado electoral consolida también una tendencia muy marcada en América Latina: las derrotas de los partidos de gobierno. Según muestra una recopilación hecha por el politólogo Gerardo Munck, de las últimas 20 elecciones presidenciales democráticas que se han realizado en la región, solo en 3 han ganado candidatos oficialistas, dos de esas en Paraguay.
Se dice que en una democracia el electorado no se equivoca: simplemente se expresa. En el caso argentino no hace falta ser muy imaginativo para entender por qué más de la mitad del país prefirió votar por un proyecto político incendiario antes que por el actual ministro de Economía. Argentina vive un desastre económico. Cuatro de cada diez argentinos son pobres. La inflación interanual es de 142 % y bordea los límites de una hiperinflación descontrolada. Existen, en simultáneo, más de diez cotizaciones de dólar distintas. Y todo esto no muestra ningún síntoma de mejoría. Desde el inicio del actual gobierno, todos los índices han empeorado, y las reservas brutas del Banco Central se han reducido a la mitad.
En este caldo de cultivo, la famosa “grieta” social entre partidarios del kirchnerismo y opositores se fue transformando poco a poco en un tangible hartazgo político generalizado. En ese contexto, el mensaje de Milei, contra lo que él llama “la casta política,” tocó importantes fibras en una sociedad que aborrece cada vez más a los dirigentes del establishment, que no se hacen responsables del hundimiento del país y ni siquiera viven sus síntomas.
Otro aspecto a considerar es que, desde hace algunos años, Argentina es fuente regional de una narrativa reaccionaria, opositora a todos los avances progresistas en temas de derechos humanos, feminismo y diversidades, en los que justamente dicho país ha sido vanguardia desde el regreso de la democracia. Referentes de ese movimiento, como Agustín Laje, producen constantemente contenido que es consumido por millones de jóvenes argentinos y latinoamericanos. Laje, quien frecuentemente participa de conferencias en el Perú, estuvo presente en el escenario del cierre de campaña de Javier Milei y, luego, en las celebraciones tras la victoria. Anoche, durante una transmisión en vivo, dijo “me encanta que las feministas estén hechas encima. Me encanta verlas preocupadas. Hemos estado peleando por esto muchos años, y se logró”, en relación a la posibilidad de que la victoria de Milei lleve a la derogación de la ley del aborto. Este tipo de discursos ha calado hondo en una generación de jóvenes argentinos sin futuro, que resienten las prioridades de un Estado por el cual se sienten abandonados.
El problema, como ya lo hemos dicho antes, es que Milei no representa una amenaza simplemente para el kirchnerismo, como creen algunos espectadores en el exterior. Tampoco solamente para el “progresismo” o “la casta”, sino también para las bases estructurales de la convivencia política y social del país. El libertario ha construido su carrera política con base en insultos y amenazas de niveles sin precedentes. También se ha negado a responder si cree en la democracia, y ha minimizado los crímenes de la última dictadura militar argentina.
Probablemente la mayor prueba de que el desprecio del nuevo gobierno argentino al sistema democrático no es pasajero se encarna en quien será la nueva vicepresidenta: Victoria Villarruel. La actual diputada es abogada de profesión, pero proviene de sectores promilitares que nunca superaron el rencor contra la transición democrática y los juicios llevados a cabo contra los represores de la dictadura. Ha dedicado su carrera a negar los consensos históricos sobre aquel periodo y ha admitido que visitó en prisión a nada menos que Jorge Rafael Videla, quien lideró el golpe de Estado de 1976 y fue el responsable de la mayor parte de las 30,000 desapariciones realizadas por el gobierno militar.
“Todo lo que han escuchado en los últimos 40 años de la República Argentina referido a su pasado, es falso”, dijo hace algún tiempo en una conferencia junto a representantes del partido político español Vox. “La verdad que Carlotto ha sido un personaje siniestro para nuestro país”, afirmó durante esta campaña contra Estela de Carlotto, la fundadora de las “Abuelas de Plaza de Mayo”. Tras el 10 de diciembre, Villarruel se convertirá también en ministra de Seguridad y Defensa, asumiendo el control de todas las fuerzas policiales y militares del país. Este ascenso representa el mayor logro que los apologistas de la dictadura han tenido en décadas.
El giro que ha tomado Argentina probablemente terminará con la continuidad por la que transita el país desde hace años, aunque con desenlace aún incierto. El dogmatismo extremo de Milei y su dudosa salud mental plantean serias dudas sobre su capacidad para liderar el gobierno, mucho más para enfrentar una crisis como la actual. De lo que no hay duda es que este resultado marca un cambio de época nacional. Los escasos consensos mínimos que perduraban desde la transición política en 1983 amenazan con romperse y el país se aleja de su papel excepcional como uno de los pocos casos de resiliente estabilidad democrática en la región a lo largo de este siglo.
Muchos de quienes apoyaron a Milei en la segunda vuelta abogan por una eventual moderación del proyecto. El domingo, durante su mensaje de victoria, el futuro presidente lo descartó. “La situación de Argentina es crítica. No hay lugar para gradualismo, no hay lugar para la tibieza”, aseguró ante sus seguidores. Su discurso terminó con una canción de rock argentino que se ha convertido en el himno recurrente de la campaña del libertario, titulada “Se Viene el Estallido”.
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Saludos desde Perú. Una minoría parlamentaria de extrema derecha que incluye a dogmáticos y a fujimoristas, aliada con sectores claramente mafiosos con intereses particulares representados en el mismo Congreso de la República, y también a «izquierdistas» provincianos, ultraconservadores socialmente (ni feminismo, ni aborto, ni lgtb, incluso xenófobos) y con intereses particulares (que son los del partido que llevó a Castillo a la presidencia como invitado – Perú Libre – más los congresistas que puso el mismo Castillo) ha logrado, a pesar de tener apenas entre 5% y 8% de aprobación, pero con el apoyo de las fuerzas armadas y policiales que reprimen hasta matar y llaman terrorista a todo opositor («terruco» es el apelativo usado que hasta tiene su verbo: «terruquear») la cooptación de la mayoría de los poderes del Estado, una dictadura aún incompleta pero aparentemente imparable que próximamente logrará capturar el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) luego de que logre retirar de sus cargos a los miembros de la Junta Nacional de Justicia (que ya viene) encargada de nombrar y fiscalizar a todos los jueces y fiscales y también al presidente del Jurado Nacional de Elecciones. Cuando logren eso, se habrá instalado la dictadura. Mientras, el Congreso de la República (que usa a su antojo a Dina Boluarte, cómplice de todo esto) va alterando leyes que los benefician en lo penal, en lo económico, en lo político, con la finalidad de eternizarse. Así, legalmente, se construyen las dictaduras hoy. Bueno fuera que en Argentina estén atentos a los procesos de Perú y de Guatemala (donde ocurrió lo mismo) para evitar que se repita entre ustedes,
Resulta evidente comprobar en una simple lectura, el clàsico sello expresivo de la Izquierda y la ultra Izquierda, es evidente el uso de frases y expresiones trilladas (caracterìstica infaltable en ellos, es el uso de ese reciclado argot y vocabulario al que apela todo «rabanito» que se precie de serlo), pero en estos ultimos años, notamos un nuevo ingrediente: una enfermiza obsesión mencionando, culpando o responsabilizando al Fujimorismo hasta del Calentamiento Global, no existe para los rojos, comentario u opiniòn alguna que no mencione al Fujimorismo como culpable de todo, no soy Fujimorista y honestamente creo que la actual cúpula de ese partido debe rendir cuentas a la Justicia pero de ahì a mencionarlo hasta en mis sueños màs dulces o pesadillas, ya cae en lo patològico.
Ahora, en lo que respecta a la Junta Nacional de Justicia y el Jurado Nacional de Elecciones, algùn dia, el sereno juicio de la historia, sabrà mostrar todo el daño que esas asquerosas y corruptas organizaciones ocasionaron a esta noble naciòn.
Bueno, para no apartarme del tema principal que es Argentina: ellos no merecian seguir su camino al desastre sin que se intente hacer algo sl respecto! No estoy de acuerdo en que se priorize y se felicite el continuar gobiernos elegidos en «democracia» aunque ello significase para un país, corrupción, miseria, hambre y enfermedad, la desonestidad disfrazada de democracia debe ser desenmascarada Y aquellos zurdos que recurren a frases almibaradas para santificar demonios rojos, sòlo merecen nuestro rechazo!!