Sobre la gestión política y económica de las zonas pobladas en riesgo
Las imágenes que estamos viendo sobre los incendios ocurridos en Los Angeles son escalofriantes, por decir lo menos. Como no seguí la saga del Señor de los Anillos, pero sí conozco algunos de sus temas, comprendo cuando conocidos míos las describen como espejos de Mordor.
Personalmente, no puedo evitar preguntarme cómo es posible que una de las áreas metropolitanas del mundo que concentra más riqueza “se haga polvo” de un momento a otro, y polvo tóxico, dicho sea de paso, por la cantidad de plásticos y material de construcción antiguo que se ha quemado. ¿Qué ha fallado?
La reducción del riesgo de desastres es un tema que cobra protagonismo en medio de esta desgracia y de las advertencias que hacen los científicos sobre la intensidad del cambio climático. Me conmovió este en particular, del científico que hace dos años se mudó de Altadena, hoy hecha polvo, hacia Carolina del Norte, precisamente porque la evidencia mostraba que el evento que hemos atestiguado era inevitable.
La teoría sobre riesgo de desastres se resume en tres fases: preparación, respuesta y reconstrucción. Hace un tiempo, mi columna de Jugo trató el tema, pero inspirada solamente por los huaycos que nos afectan en Perú todo el tiempo. Construyo la presente reflexión entonces sobre una preocupación que me acompaña.
En el Perú contamos con cierta confianza básica de que el sistema de Defensa Civil que lideran las fuerzas armadas sabrá responder ante los desastres, dentro de las limitaciones de un país en desarrollo, y que se acogerá la ayuda internacional que ofrecerán países amigos, sean los vecinos o aquellos desarrollados. Así ocurrió, por ejemplo, en 2017 con el Niño Costero. Lo que falla aún nuestro país, decimos, es el factor de la preparación: dejamos que las viviendas se autoconstruyan en los cauces de los ríos secos y hacemos poco para fortalecer los taludes y evitar desprendimientos.
Pareciera que compartimos con Los Angeles las mismas dificultades de preparación: quizá la ocupación del territorio allá fue ordenada hace décadas, pero un incendio que podría arrasarlo se vio como un evento de bajísima probabilidad y dentro del terreno de lo incierto. En Economía y Finanzas se califica como incierto un evento al cual no se le puede asignar una probabilidad de ocurrencia. Ello contrasta con un evento con riesgo, al cual sí se le puede asignar una probabilidad de ese tipo.
Sin embargo, es complicado afirmar que un incendio que amenace a las áreas urbanas en California sea un evento incierto: ocurren prácticamente todos los años. El incendio más grande ahora es el denominado Palisades y ahí no existen defensas naturales, según lo reportado.
Entonces, la respuesta tendría que ser todavía mejor en un país desarrollado. Lo que se enfrenta ahora es la reducida presión de agua. Como resultado de los cambios climáticos, California está experimentando episodios de sequías más frecuentes. Pero, ¿por qué no se ha avanzado con alternativas a la provisión de agua?
Aquí aparece entonces el reto de la acción colectiva: se requiere dedicar recursos públicos que tienen fines alternativos y cuya asignación puede ser utilizada políticamente en estas democracias débiles en las que ahora nos movemos. De hecho, la alcaldesa de Los Angeles cedió a la presión de sus adversarios políticos para reducir el presupuesto asignado a los bomberos, que son empleados públicos de las localidades donde se desempeñan. Ese juego político alrededor de lo que podría considerarse un evento de escasa probabilidad de ocurrencia —un incendio en los bosques colindantes con las mansiones más caras del mundo— ha contribuido con la desgracia y ha debilitado la democracia.
En nuestro país, que no cuenta ni remotamente con los recursos disponibles para un país desarrollado para afrontar desastres, podríamos empezar con cumplir reglas mínimas de ordenamiento territorial, como la prohibición de construcción en cuencas, y cobrar impuestos prediales a aquellos que ya hayan construido.
Los terremotos, inundaciones o incendios son eventos de probabilidad mayor a cero: van a ocurrir, lo que no sabemos es cuándo. Nuestras autoridades deben dedicar recursos a estar preparados para minimizar las pérdidas, a tener una capacidad de respuesta para mitigar el dolor, y a reconstruir con mirada hacia el futuro.
¡Suscríbete a Jugo haciendo click en el botón de abajo!
Contamos contigo para no desenchufar la licuadora.