Consumir nuestro producto más variado es la mejor forma de celebrar nuestra peruanidad

Isabel Guerrero es profesora en el Departamento de Economía de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP). Es bachiller y licenciada en Economía por la Universidad del Pacífico. Tiene maestría y doctorado en Economía Aplicada de la Universidad Estatal de Oregón (OSU). Ha trabajado para distintos organismos como el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF), Cooperación Suiza, Proyecto Prevenir de USAID, GIZ, PNUMA- Panamá, FAO-Roma, y PMA-Colombia. Su área principal de investigación es la planificación para la conservación de la agrobiodiversidad andina.
Cuando acudimos al supermercado en Lima y nos dirigimos a la sección de papas, ¿cuántas variedades vemos? Me parece que las puedo contar con los dedos de las manos: blanca, amarilla, peruanita, Tumbay, rosada, negra y, si tenemos suerte, Huayro y Huamantanga. Al mercado mayorista limeño no llegan más de diez variedades de papas.
Si por ahí se nos ocurre comprarnos unos chips de papas fritas y compramos la marca Tiyapuy, encontraremos unas cuantas variedades más, tal vez hasta diez, incluyendo nombres poco conocidos como Sumaq Sonqo, Huayro Macho, Cacho de Todo, entre otras. Si es Inkachips, probaremos al menos tres variedades de papas amarillas.
Ahora, si hablamos de tubérculos en general, nuestro conocimiento seguirá disminuyendo, pues a lo mucho conocemos el olluco y el camote, pero apenas sabemos nada de sus variedades y menos de otros tubérculos como la mashua, la oca, la arracacha, entre otros.
Resumiendo: en el Perú se conocen de más de tres mil variedades de papas y de otros tubérculos, pues los Andes peruanos son el centro de origen de estas maravillosas raíces y su cultivo se remonta a hace ocho mil a diez mil años. Entonces, si consumimos ¡con suerte! diez variedades de papas, ¿qué pasa con las 2.990 variedades restantes? ¿Dónde están? ¿Quiénes las consumen?
Probablemente estas 2.900 variedades no dispongan de mercado que las absorba. No se pliegan a un precio de equilibrio, sino que se consumen en mercados locales, en comunidades andinas y posiblemente en subsistencia. Es decir, la conservación de la agrobiodiversidad andina —que incluye variedades nativas cultivadas y silvestres, englobando un proceso que va desde la selección de semillas hasta el consumo— depende de las tradiciones de las comunidades andinas que practican agricultura familiar. Lastimosamente, estas tradiciones se encuentran amenazadas, principalmente, por los fenómenos de migración fuera del campo, las políticas que promueven la producción de variedades comerciales mejoradas y la educación formal que deja de lado los conocimientos sobre la producción y uso de las papas nativas.
Una práctica cultural relevante para la producción de papas nativas es el ayni (la reciprocidad). Esta práctica facilita el acceso a insumos esenciales para la producción de cultivos locales y apoya los sistemas de manejo de semillas. El ayni permite a los agricultores acceder a mano de obra fuera del hogar sin necesidad de una transacción monetaria, con la seguridad de que la reciprocidad se llevará a cabo en el mismo periodo productivo y de este modo quedará garantizada la conservación de la agrobiodiversidad.
Si no encontramos formas de hacer rentable quedarse en el campo, esos procesos se irán perdiendo y con ellos las variedades de papas nativas.
Las Zonas de Agrobiodiversidad permiten no solo proteger las variedades de cultivos, sino también los procesos detrás de la producción de estas variedades, es decir, los procesos culturales y de transmisión de conocimiento a las generaciones jóvenes. Aunque todavía no tenemos claro cuáles son los beneficios y los costos que este tipo de área protegida genera en los hogares agrícolas (tema que me interesa investigar en un futuro no muy lejano), su declaración como área protegida puede contribuir con espacios definidos y hogares específicos para establecer políticas de estado e iniciativas privadas que permitan su preservación.
Así que, si no tienes idea de qué hacer en estas Fiestas Patrias y quieres contribuir a conservar la herencia de los antiguos peruanos, visita alguna de las Zonas de Agrobiodiversidad de nuestro sur, donde podrás hacer turismo vivencial y conocer más sobre este tubérculo maravilloso.
Y si te quedas en Lima, anímate a buscar un establecimiento donde te sirvan una causa con papas moradas; si vas a comer hamburguesa, pide que te la den con papas nativas; si quieres chips, compra los de esa misma procedencia; y, si vas al mercado, explora una variedad que no conozcas.
Y si te alcanza el presupuesto y no te importa gastar un sueldo mínimo en un menú, ándate a Central a probar la diversidad de tubérculos que tiene para ofrecer.
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