VENENO EN FRASCO PEQUEÑO


Unas líneas sobre César Acuña, con riesgo de demanda


            Durante los últimos días se ha dicho y escrito mucho sobre César Acuña a propósito del fallo en primera instancia que castiga de manera insensata y, cuanto menos, cuestionable, al periodista Christopher Acosta y al editor Jerónimo Pimentel por considerar injuriosos treintaitantos pasajes del libro Plata como cancha. Como todo el mundo—literalmente— está al tanto de ello y tiene una opinión más o menos formada al respecto, solo quiero aportar unas cuantas pinceladas respecto al protagonista de esta broma de mal gusto. Aspectos conocidos, por cierto, pero que vale la pena revisar en su conjunto y real dimensión, aunque venga encarnada en 151 centímetros de humanidad ora siniestra, ora deleznable. 

  • Acuña puede decir lo que quiera, pretextar cualquier motivo, pero lo cierto es que tardó 23 años en salir de la universidad (1972-1995). Eso fue lo que le tomó concluir la carrera de Ingeniería Química, una especialidad que, pese a dedicarle casi un cuarto de siglo, fue incapaz  de explicar sino con perífrasis y pleonasmos en una recordada entrevista. Por cierto, igual en el 95 su tesis fue desaprobada por unanimidad. Nada de eso, sin embargo, frenó su espíritu emprendedor. Por el contrario, quizá su propia vocación de eterno aprendiz lo animó a fundar una academia preuniversitaria y, más tarde, una casa de estudios superiores con sucursales en varios departamentos. Debe haber muy poca gente en el mundo que, sin ser bachiller, se haya atrevido a fundar una universidad. En 1991 había una ley que permitía crear universidades privadas sin tener que pagar impuestos.

  • A propósito de su rol como director de la academia Ingeniería, el 13 de diciembre de 1989 El popular daba cuenta de que Acuña, de 37 años, había violado y embarazado a una chica de 16. El diario informa que convirtió el centro de estudios en su “nido de amor”, que el padre de la adolescente descubrió las “sesiones de licor y sexo que ocurrían luego de que las clases llegaran a su fin (…) Varios alumnos, al ser consultados, refirieron que RG (la muchacha) era cortejada insistentemente por el aludido promotor, quien la obligaba a permanecer luego de la salida (…) Trascendió que el sujeto violó a la estudiante en la misma aula donde le enseñaba; al comprobar que había sido embarazada, la obligó a someterse a una operación para abortar. (Luego la muchacha) logró escapar y denunciar al sujeto”. Acuña dice que se enteró recién de que la chica tenía 16 y que no fue una violación “porque tenía 18 años”. Que se sepa, no querelló al periódico por mancillar su honor. Por cierto, la nota hace una digresión para apuntar que Acuña “ha sido acusado por el Colegio de Ingenieros de La Libertad de arrogarse el título de ingeniero sin poseerlo”. En su hoja de vida mientras fue congresista en el periodo 2001-2006 dijo que contaba con un reconocimiento como el “ingeniero químico más destacado de la década 1990-2000”, una curiosa distinción, según él, otorgada por el mismo colegio profesional.

  • En su página web, o miente, o se confunde con las fechas por décadas respecto a sus estudios superiores. Sorprendentemente, luego de tardar tanto tiempo en culminar el pregrado, fue capaz de cursar dos maestrías en simultáneo, en la Universidad de los Andes, en Colombia, y en la de Lima. Después de sus estudios en la de Lima surgió una de las sombras que lo acompañan desde entonces: la de plagiario. En setiembre de 2016 dicha universidad comunicó públicamente que, tras conformar una comisión especial para analizar el caso, determinó “el hallazgo de evidencias de plagio en cuatro modalidades: a) copia literal sin mención de fuente; b) mención de fuente y aparente parafraseo, pero copia literal de los textos; c) mención de fuente y combinación de parafraseo con copia literal; y d) toma de ideas de otro autor sin mención de fuente”. De su paso por la universidad colombiana hay poca información: tras las denuncias en Lima, su tesis desapareció del repositorio institucional. Más conocido es el caso de su doctorado en la Universidad Complutense de Madrid, un verdadero escándalo del que se ha escrito bastante, y que daría a pensar que se arregló por lo bajo (con plata como cancha). Al respecto, recomiendo ahondar en la profusa investigación realizada por el portal plagios.org. En esta carrera trucha por darse legitimidad académica destaca, cómo no, el tristemente famoso caso del robo del texto del catedrático Otoniel Alvarado (“no es plagio, es copia”), y el menos conocido denunciado por Miguel Ángel Escotet, profesor emérito de la Universidad de Texas, quien aseguró que el libro Reflexiones sobre educación universitaria, publicado por Acuña bajo el sello de su universidad, es un plagio de su Manual de Autoevaluación de la Universidad.  

            Me gustaría mucho saber qué piensa de todo —todo— esto Beatriz Merino, otrora reserva moral de la política nacional y, desde el 2016, presidenta ejecutiva de la Universidad César Vallejo. Por ahora no ha dicho ni pío, que yo sepa. Y qué pensarán los profesores de Ciencias de la Comunicación y de Derecho de las universidades de Acuña (también es dueño de la Señor de Sipán). Y qué sentirán sus miles de estudiantes. Y sus padres.

  • El 2014 Rosa Núñez, exesposa de Acuña, reveló que fue víctima en varias oportunidades de maltrato físico por parte de él, y que en una ocasión la arrojó por las escaleras de un segundo piso cuando lo encontró con otra mujer. “Él es un hombre muy violento. A veces estábamos comiendo y me tiraba el plato por la cara o me escupía. Me decía que era fea y vieja y que él era muy atractivo para mí (sic). Y no me lo decía en broma. Me hablaba con seriedad”, dijo, tras indicar que lo denunció en varias comisarías de Trujillo. El 2017 Jenny Gutiérrez, hoy también expareja de nuestro personaje, lo acusó por maltrato psicológico y familiar. Dijo que descuidaba a su hijo en común, y que a ella la atormentaba con insultos y chantajes. “Me pedía oportunidades para regresar y cuando me negaba, venían las ofensas. A raíz de esto le ha quitado muchas cosas a su hijo, y no hablamos de lujos, sino de necesidades”, declaró en su oportunidad a Trome.

            Me pregunto aquí qué tendrá que decir al respecto su actual pareja, la rubilinda Gisell Prado (38), Directora de Admisión y Promoción de la UCV.

            Y así podría seguir ensartando un collar de perlas negras —vaya que podría—, pero el espacio de esta columna, como el mismo Acuña, es pequeño. Podría extenderme sobre las muchas acusaciones por conductas turbias, comechados y trafas que se le imputan, pero Christopher Acosta lo ha hecho con gran profesionalismo en su libro. Podría hablar de su dañino partido político, su falta de bandera, la cantidad de veces que ha ofrecido algo, incluso dado su palabra, y ha obrado en sentido opuesto (como cuando dijo que no denunciaría a Acosta). Esto por no referirme a cuestiones más personales, como su cuestionable capacidad intelectual y su oratoria patética, temas que lo han convertido en un meme humano. Me llama la atención que, siendo un empresario de éxito económico, lo que supondría visión y estrategia, no haya previsto el bolondrón que se ha armado desde la sentencia del lunes. Está claro que no prosperará en segunda instancia y que su deslucida presencia solo será motivo de mofa y rechazo. Por lo pronto el libro se halla en reimpresión, la preventa de la segunda tirada se ha disparado, lo mismo que las ventas en versión pirata. Ya circula, por cierto, una edición en libro electrónico.

            Acuña le ha hecho muchísimo daño a la educación y a la política peruana. Y, con sus maneras y sus evidentes manejos sucios, al tejido social del país. Para los jóvenes queda una enseñanza que debería estar escrita en piedra: 400 millones en la cuenta no compran la grandeza.

            Si existe la vida ultraterrena, César Vallejo debe estar puteando a gritos. Aquí no hay poesía.

1 comentario

  1. Corina

    Haz agregado puntos pormenorizado, visto en la novela de Acosta pero eso me reconfirma la existencia de sujetos que moral e intelectualmente son pauperrimo. El mensaje a los jovenes enunciado por ti es una gran moraleja.

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