Una despedida, buenos deseos y una promesa


Hoy le digo adiós a este espacio con la gratitud por delante 


Hace poco más de un año les comentaba sobre un hombrecito verde, sobre Azul y sobre esas primeras veces que cimentan la historia. Hace poco fui algo más allá e imaginé un país, me animé a contarles sobre el rol político del teatro, exploramos cómo la corrupción en el espacio público empieza con la normalización de la corrupción en el ámbito privado, y busqué informarles sobre los inicios de los esfuerzos organizativos del pueblo afroperuano.  Todo empezó cuando seis otros locos —aunque no tan locos— me recibieron en este espacio con los brazos abiertos y me brindaron una plataforma para expresar mis ideas, para crecer, para perfilar la que hoy es mi voz, para identificar los límites de algunos desafíos y para tratar de incendiar algunas praderas.

A este grupo, algunos de los cuales ustedes leen cada semana, le estaré siempre muy agradecida. Jugo de Caigua es una plataforma que busca sumar al debate público con perspectivas informadas, siempre bien intencionadas, y que el día de hoy dejo para dar paso a una nueva voz, una voz que está igual de emocionada por compartir sus reflexiones, como yo lo he estado cada jueves. 

Tengo mucho que agradecerle a este espacio, pero sobre todo a las personas que lo componen. A Natalia, por su constante y casi ciego apoyo, y por todo el cariño gratuito que me expresa siempre. ¡Tu alegría y vivacidad es contagiante! A Dante, de quien admiro la libertad ya que aspiro a una similar: muchas gracias por tu curiosidad, tus preguntas y la confianza de poner sobre la mesa los temas “complicados” o “políticamente incorrectos”. Estaré siempre disponible para seguir conversando y compartiendo, sobre todo si también están Natalia y Gustavo y hay algunos mojitos en la mesa. Alberto: tu frescura y calidez es algo que no se olvida, además de que seguro te seguiré viendo en algún salón de clase (si alineamos bien los astros). Roxana: aunque no hayamos compartido tanto tiempo o espacio juntas, tienes mi profunda admiración. Muchas gracias por todo lo compartido. Me llevo en el corazón a Ale, a quien me encantó conocer y con quien descubrí puntos de complicidad a través de nuestro trabajo: me da mucha ilusión imaginar hasta dónde llegaras y todo lo que vas a seguir aportando a la comunicación de la ciencia en el Perú y mucho más allá. Finalmente, Gustavo —“jefe”, para mí—: qué honor haber sido editada por ti. Gracias por enseñarme tanto sobre el uso de la voz y permitirme explorar esta con libertad. Espero que nos sigamos encontrando aleatoriamente en los restaurantes de Lima. 

Por cierto, sé que después del finalmente no se incluye nada más, pero en aras de la búsqueda de libertad, voy a tomarme una licencia. Muchas gracias Timi —también “jefe” a veces. Sin ti, nadie me habría escuchado. Me llevo tu mucho cariño, las bromas, y el sonido de tu voz, que todos los oyentes del podcast de Jugo de Caigua conocemos tan bien. 

Muchísimas gracias también a las personas que me ayudaron a licuar algún jueves. A Andrea Casaretto, Renato Velásquez, Leah Sacín, Piero Vásquez, Hernán Alzamora, Kerli Solari, María del Carmen Mateo, Gabriel de la Cruz y Jefri Peña, Edward Dyer, Ricardo Guerrero, Ana Lucía Mosquera Rosado, y Ximena Benavides: muchas gracias por ofrecernos sus voces.

Conmigo se quedan también Sharún Gonzales, dueña y señora original de los jueves, y artífice de mi integración a esta colectivo de escritores y difusores, y Hugo Ñopo, a quien solo puedo describir como uno de los seres humanos más generosos que he conocido en mi vida. Y claro, me los llevo a ustedes también: la audiencia. ¡Muchas, muchas, muchas gracias!

No sé bien qué me deparará la vida en una siguiente o nueva etapa. No sé, tampoco, que le deparará exactamente al nuevo Jugo, pero sé que serán muchísimas cosas buenas, como la gente que lo conforma. Puedo prometer, sin embargo, que con esta transición y los nuevos jugueros integrados al equipo, usted encontrará nuevas voces, nuevas perspectivas y otras aproximaciones a los viejos problemas de siempre: lo único que es constante en nuestro país. 


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