Una clase de Historia entre telones


Esas ficciones que nos enseñan a entender el pasado


Cuando pensamos en conocer el pasado y en cómo entender su relación con el presente, muchos imaginan que es una tarea que se debe llevar a cabo en los salones de clase. Y sí, en gran medida para eso está la escuela, pero no se trata de la única manera de acercarnos a eventos que muchas veces son difíciles y oscuros.

Hoy, por ejemplo, vengo de ver una obra de teatro que narra la historia de una familia judía en la primera mitad del siglo XX. Ya con haber dicho esto queda claro que no se trata de una historia con final feliz. Se trata, en gran medida, de una ficción inspirada por la vida personal del dramaturgo británico Tom Stoppard, quien nació en Zlín, en la República Checa, como Tomas Straussler —Tomik— en el seno de una familia judía.

Por distintos avatares del destino su familia logró salir a Singapur, donde su padre murió en un barco que hundieron los japoneses. Él, su madre y su hermano pudieron hallar refugio en la India, donde su madre conoció a un oficial británico que lo llevó a Inglaterra. Allí, a los ocho años, se convirtió en un británico que de adulto se dedicaría a escribir obras de teatro y adaptaciones al cine, siendo la más taquillera de todas, sin duda, Shakespeare Enamorado (1998).

En 1994, cuando Stoppard estaba de visita en Praga por una conferencia, lo buscó un pariente lejano que le abrió a la puerta a toda una familia que había dejado atrás y sobre la que ignoraba todos los detalles. Estas historias, hilvanadas con el hilo de la ficción, son la base de su obra de teatro más reciente: Leopoldstadt. Aunque en ella hay mucho de las historias de su familia, el dramaturgo las ha combinado con una historia de Viena y con la fuerza narrativa de lo que le sucede a una sola familia en poco más de cincuenta años, con lo cual ilustra la historia de una ciudad, un país, y una diáspora.

Esta no es la primera vez que Stoppard le dedica su atención a grandes momentos de la historia. En 2002, su trilogía de obras The Coast of Utopia buscó poner en contexto el pensamiento revolucionario ruso instalado entre 1833 y 1866. Se trata de una maratón de tres obras de tres horas cada una: El viaje, El naufragio y El salvataje. Hace varios años tuve la oportunidad de ver una de ellas y quedé fascinada por su capacidad de mostrar ideas tan complejas de manera tan sencilla.

Cuando supe que se estrenaba una nueva obra suya y que, además, se desarrollaba en el barrio de Viena de donde es mi esposo, decidí que no podía perdérmela y que la debían ver mis hijos. Teníamos boletos para mayo del 2020 y, por razones por todos conocidas, recién pudimos apreciarla más de un año más tarde.

Cuando tomamos nuestros asientos, mi hijo menor, de catorce, me preguntó cómo había sido la historia de los judíos en Viena y le propuse posponer la conversación por tres horas, que es lo que dura la obra. Cuando el telón bajó, me dijo: “Me queda todo claro. He entendido más sobre la historia de los judíos en Viena de lo que me podía imaginar”.

Esto es precisamente lo que Stoppard hace magistralmente con su obra. Nos condensa una historia compleja y difícil a través de la experiencia de una sola familia y nos muestra con mucha delicadeza los avatares de todo un grupo social y un periodo histórico. Este es el tipo de magia que la ficción puede hacer para llevar la historia a un público mucho más amplio.

En mi columna de la semana pasada mencioné que la literatura  —en este caso, el drama— nos puede llevar a través de la ficción a entender el pasado de una manera mucho más eficaz que un libro de Historia. Hay verdades que nos son reveladas con mucha más nitidez cuando las vemos desde una experiencia personal que nos permite identificarnos y empatizar. 

No sé si alguna vez usted tenga la oportunidad de ver esta obra en particular. Ese es el problema con el teatro: si no estamos físicamente en el lugar donde se presenta una producción, es muy probable que no logremos verla. Es lo que me ha ocurrido con muchas de las piezas de teatro sobre historia peruana que no he podido ver y que solo conozco por referencias. 

Espero que usted pueda ir a verlas en mi nombre. 

Espero también que se sigan escribiendo y produciendo, pues se trata de una de las mejores herramientas para acercarnos al pasado y ayudarnos a entender su relevancia en el presente.

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