Un hasta luego


¿Qué más hacer cuando raspas la olla en busca de tus propios sesos?


En los últimos meses la sensación se ha ido encostrando hasta casi inmovilizarme: ¿a quién puede importarle lo que yo opine? 

Imagino que gran parte de ella se debe al mecanicismo: llevo más de veinte años —con algunas pausas breves, es verdad— escribiendo artículos de opinión de forma semanal o quincenal, primero para El Comercio de Lima, y luego para Jugo.pe, el portal que hace más de cuatro años fundamos entre varios compañeros.

Siento que no tengo más que decir. Que, prácticamente, he opinado sobre los temas más importantes que me han preocupado. Y temo que esa enredadera formidable que es la rutina pueda haber atentado ya mortalmente contra alguno de los requisitos que siempre he buscado cumplir en esos escritos: un punto de vista no previsto por el lector, o un dato que se le haya escapado del radar, o alguna imagen que emocione un poquito luego de ser leída.

Además, conforme pasan los años, cada vez me siento menos dueño de la verdad. Dudo mucho más ahora que cuando tenía veinte años, y solo me quedan pocas certezas: que la armonía de toda persona está relacionada con cuánto cariño la rodea, que el arte debería incomodar, pues de lo contrario es decoración; que nadie debe negarle a otra persona la manera de encontrar su plenitud —a menos, claro, que esa plenitud requiera de herir a los demás—, y que Messi no le llega a la cintura a Pelé, aunque Maradona sí se le acercó bastante en el podio.

No ser enfático con todo, ya lo sabemos, es un pecado mortal en esta sociedad donde los predicadores despiadados alcanzan asombrosa popularidad.

Por todas estas razones me tomaré un descanso de la escritura de artículos y, por lo tanto, ya no me leerán semanalmente por aquí. Quizá sí escriba un artículo cuando alguna vez las tripas quemen lo suficiente. O, tal vez, cuando a algún medio se le ocurra en el futuro que mis ideas o mi forma de expresarlas puedan interesarle a alguien y quiera pagarme por ello, lo cual es equivalente a desear que mi gato deje de mear en la alfombra de mi sala, o a que los políticos y los millonarios en el poder decidan ceder parte de su parcela a los ciudadanos.

La que sí continuará es mi labor como editor de Jugo, esta plataforma tan querida, pues leer las ideas de mis compañeras y compañeros antes de que se hagan públicas es vitamina para mi entendimiento.  

Sin embargo, existe una noticia que hace más grato aún mi alejamiento: los sábados me reemplazará en Jugo una mujer que admiro mucho.

Me refiero a Patricia del Río Labarthe.

Lingüista, enorme lectora, escritora de libros infantiles, periodista que levantó pasiones en la radio y en la televisión, conductora del programa de literatura más escuchado en mi país y, sobre todo, una luchadora vital. 

Con ella, este espacio mejora, y pocas cosas me ponen más feliz: lo tomo como una gran noticia en este mundo donde a veces sentimos que todo está yendo a peor.

Muchísimas gracias por haberme acompañado.


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13 comentarios

  1. Jorge Iván Pérez Silva

    Nunca he leído un artículo de Gustavo Rodríguez que no sea interesante o conmovedor. No son necesarias la certeza ni la originalidad para invitar a la reflexión. Me apena mucho que ya no vaya a escribir su columna de los sábados. Me alegra mucho poder leer nuevamente a Patricia del Río. Gracias, Gustavo.

    • Gustavo Rodríguez

      Jorge Iván, cuánta generosidad.
      Muchas, muchas gracias por tus palabras, tu lectura y tu sensibilidad.
      Un gran abrazo y, en efecto, a disfrutar los sábados con Pati.

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias por la inequívoca reacción, Tairi.
      ¡Un abrazo!

  2. Enrique Benítez Palma

    Querido Gustavo: no sabes cuánto me apena leerte, y al mismo tiempo cuánto te comprendo. Me animé a suscribirme a Jugo de Caigua, desde España, cuando Dante Trujillo anunció en septiembre de 2024 que se alejaba de la licuadora, él también cansado. Los esfuerzos altruistas, demasiadas veces, conducen a la melancolía. Sea como sea, me gustaría decirte a ti y a todos los promotores y autores de Jugo de Caigua que gracias a vosotros he descubierto a personas a las que no conocía, he leído análisis que me han enriquecido y me han hecho tener otra perspectiva de muchos asuntos, he disfrutado y aprendido. Porque lo que vosotros hacéis lanza un mensaje poderoso al resto del mundo no peruano: que el Perú es mucho más que lo poco que leemos en las noticias, mucho más que sus -y siento decir esto- lamentables dirigentes coyunturales. Leyendo cada tarde la entrega que me ofrece la licuadora me he preguntado por qué no disfrutamos de ese Perú que leo en vuestras cuidadosas entregas, ese Perú reflexivo, tolerante, propositivo, inquieto, cosmopolita, dispuesto a poner sus conocimientos al servicio de una hermosa causa común, de un proyecto de país. Entiendo tu cansancio, porque somos demasiados los que, en muchas partes del mundo, nos hacemos las mismas preguntas que tú te has hecho. Pero no creas nunca que tu esfuerzo ha caído en saco roto, que acabará en aquel museo de los esfuerzos inútiles que daba título al libro de Cristina Peri Rossi. Dejémonos vencer unos momentos por el cansancio y al aburrimiento, pero nunca por la desesperanza. Un gran abrazo transatlántico, y mis más mayúsculas GRACIAS.

    • Gustavo Rodríguez

      Querido Enrique, qué orgullo que tengamos lectores y suscriptores activos con tu nivel de sensibilidad y agudeza.
      Soy yo quien agradece tus palabras, y quien te promete que no caeré en la desesperanza.

      ¡Un abrazo enorme!

      (Le compartiré este comentario al resto de integrantes para sonreír en conjunto)

  3. Natividad Arcondo

    Gracias por tus artículos Gustavo Rodríguez. Jugo de caigua fue un grato acompañante durante los tiempos de pandemia, en los videos de las reuniones editoriales fui conociendo un poquito a los miembros del equipo, y encontré buenas líneas a seguir, por ejemplo, un día Alberto de Belaúnde mencionó a Radio Ambulante, y esa fue una pepita de oro para mí. Cuando leí Aquiles y Cien Cuyes, «escuchaba» tu voz en la narración. También me vi como una Machista con hijas (tengo una de 11 años) cuando leí tu libro, y mi lección es que, lo que voy identificando lo puedo ir modificando, porque todos los días voy aprendiendo a ser mamá. Gracias Gustavo, te reescucharé en Jugo.

    • Gustavo Rodríguez

      Querida Natividad, gracias por estar con nosotros desde el inicio y por habernos conocido en la intimidad de esas reuniones editoriales que por un tiempo hacíamos públicas.
      Me emociona, además, tu mención a libros a los que les dediqué mis emociones sin mucho cálculo.

      Seguiremos conectados a través de Jugo, aunque yo esté en la trastienda.

      ¡Un abrazo!

  4. Elinor Lopez

    Aunque te vamos a extrañar, bien cedida la posta para la próxima carrera de 200. Un abrazo.

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias, Elinor, ¡un abrazo!

  5. Nancy Goyburo

    Te extrañaré, Gustavo. Te leí muchísimo y siempre con avidez y encanto y, Cien Cuyes aún sigue grabado en mi mente. Gracias por todo lo que recibí a través de tus líneas imperecederas y polifacéticas!

    Será un placer leer a Patricia, a quien admiro mucho!

    Un abrazo.

    • Gustavo Rodríguez

      Nancy, muchísimas gracias por tus hermosas expresiones de afecto.
      Yo extrañaré el contacto por esta vía, pero siempre nos quedará la literatura y las redes.
      ¡Un gran abrazo!

  6. Claudia Velazco

    Oh que triste noticia! He usado muchos de tus textos para mis clases de Español aqui en Alemania. Disfruta y goza de tu «pausa» y gracias por los amenos textos de parte de mis estudiantes.
    Saludos.

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