Última carta a Martha Hildebrandt


Confesiones tras la partida de una gran lingüista


La última vez que te visité, Martha, ya no me reconociste. Estabas confinada a tu dormitorio, como ha ocurrido en los últimos años, pero a la maldita ceguera que se había robado tus momentos de lectura, ahora se sumaban esos viajes dentro de tu cabeza que te hicieron confundirme con un diplomático de los años 60.

—Esperemos que la obra sea buena—me comentaste, bien sentadita en tu palco imaginario.

Como tus ojos miraban hacia tu interior y tu atención ahora vivía en su propia dimensión, esta vez pude ser un visitante descarado y observar con detenimiento los detalles de tu habitación. Las paredes celestes, que contrastaban armónicamente con tu bata turquesa de felpa. Esa cama ancha, donde un par de veces te encontré echada, porque era así como te gustaba trabajar. Tu estante blanco, repleto de fichas lexicográficas escritas a mano. Las fotos enmarcadas que te muestran en facetas que pocos conocen: posando juguetonamente con tu marido en una pista de esquiadores. Cargando tiernamente a tu hija Maty. Vestida con tutú y posando como una grácil bailarina. Nada de aquello que te hizo tan temida y hasta odiada por gente que conozco.

Nunca te dije, Martha, que dos de mis novias marcharon hasta tu casa con sus compañeros de universidad para protestar contra lo que representabas: eras la presidenta de un congreso en medio de una dictadura. Tú y yo nos hicimos amigos después y creo que siempre preferí evitar hablar de tu paso por la política porque me interesaba la parte menos pública de tu vida. Quiero pensar, Martha, que si en su momento apoyaste a Fujimori hasta que te decepcionó, fue por esa debilidad que tenías por las personas autoritarias. ¿No fue Velasco quien te nombró directora del INC porque, según él, tú tenías los huevos que le faltaban a otros? ¿Quién sino hubiera aceptado enfrentarse a la polémica de entregarle el Premio Nacional de Cultura a Joaquín López Antay en este mundillo de artistas esnobs? 

Esa firmeza y ese orgullo tuyo, que a veces se te escapaba de las manos, ayudaron a cincelar una imagen que quizá te haya sido perjudicial. Pocos conocen, sin embargo, las cosas tiernas que hacías por otros y en secreto. Recuerdo una tarde, en una de las primeras ocasiones en que te visité, que recibiste una llamada telefónica en tu estudio. Respondiste con esa voz tuya achorada, se te relajó el rostro, y luego procediste a explicar la diferencia entre las partes de un enunciado. Cuando colgaste, me enteré de que había sido una colegiala que te había llamado para que la ayudaras a cumplir con su tarea. Había obtenido tu teléfono en la guía telefónica, así como a lo largo de tu vida lo hicieron cientos de estudiantes que podían contar con tu tiempo. La más célebre lingüista peruana del siglo XX, ni más ni menos, la mayor heredera de Ricardo Palma y Paz Soldán —según se lo escuché una vez a Marco Martos—, asesorando a chiquillos que no tenían idea de tu preeminencia. Fue por esto y por una infinidad más de detalles humanos —y hasta coquetos— que nació en mí este cariño que pongo por escrito por primera vez.

Una vez, hace muchos años, Jaime Bayly te hizo una entrevista en la televisión, y hay que decir que fue bastante respetuosa para sus estándares de chico terrible. En un momento dado te preguntó cuál había sido el mejor piropo que te habían dado en la vida. Tú respondiste que era la dedicatoria que un escritor te había estampado de puño y letra en una novela suya:

«Para Martha Hildebrandt, que tiene 1/4 de alemán y 3/4 de encanto».

Nunca te agradecí que hayas evitado decir mi nombre: hay cosas que es mejor revelar cuando una de las partes se ha ido, y contigo se ha ido una importante parte mía.


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8 comentarios

  1. Eduardo Tejada

    La pasividad de Antauro ante esta situación lo descalifica… Mis respetos a Pedro Castillo porque:

    *Ha generado y le dió forma a una nueva inclinación política que yo no había considerado antes: la izquierda provinciana
    *Cumplió con la voluntad de la gente: Cerrar el Congreso
    *Hasta el momento que escribo esto, no se probó que sea culpable de corrupción
    *Víctima desde principio d Partido PerúLibre pagando favores políticos con nombramientos cuestionables
    (Trampa en JNE y sus reglas de campaña electoral es la cuna de corrupción política)

    Boluarte reprimiendo las protestas, alejada del pueblo, traicionando su palabra de renunciar si a Castillo lo vacan (7/12/2021) y sin convocar elecciones ni cerrar congreso (la posición de la izquierda caviar era #QueSeVayanTodos)… no lo veo con mucho tiempo en la Presidencia.

    Decepción viendo lo hecho x Boluarte, Málaga y muchos más… En uno en mis anteriores comentarios dije que la verdadera izquierda caviar está apoyando a Castillo… pero la izquierda caviar comodín son los caballos de Troya de la derecha en el campo de la izquierda política.

    Es un error tener como opción política la derecha, serán opción solo en países donde toda su gente trabaja en empresas y todos tienen la misma educación … Nuestro país no es el caso.
    Desconozco si en Jugo de Caigua hay caviares comodines o verdaderos caviares, Difícil distinguirlos.

    Al principio mi opción política era la derecha,
    Luego fue la izquierda
    Despues la izquierda caviar
    Ahora mi opción política es la izquierda provinciana

    Este es mi último sábado de comentarios en Jugo de Caigua

    • Eduardo Tejada

      Dónde dice: «… y todos tienen la misma educación…»
      Debe decir: «… Y todos tienen el mismo nivel d educación…»

  2. Luis Eduardo Rojas Santillan

    Qué ternura de carta. La lección que interpreto: no debemos permitir que la humanidad, como característica personal, nos abandone ni aleje se se este mundo; la empatía es parte de esa característica que puede lograr entender y descubrir esos «3/4 de encanto» que seguramente muchas personas pueden tener, aunque solo se vea su «1/4 de alemán».

  3. Roberto suarez

    Que placer el descubrir la verdadera esencia de una persona a través de otra.

  4. Sandra

    Precioso y sensible contenido. Gracias por compartir tu vivencia sobre esa parte tan sensible de ella

  5. David Cárdenas

    Tres veces estuve frente a la Dra. Martha Hildebrandt. La primera, en 1974, cuando era jefa del INC (Instituto Nacional de Cultura), en el gobierno de Velasco. Yo tenía 16 años y como representante de mi promoción fui a pedir la autorización de ese «monstruo» de mal genio para un festival de música y teatro que organizamos en la Concha Acústica del Campo de Marte. Ella, enterada del pedido, apenas nos vió ordenó a un funcionario que nos atienda, observando con satisfacción a esos mocosos atreviéndose a cosas trascendentes. El festival (de cuya producción me encargué) fue un éxito hasta la hora que lo intervino la policía por una obra que se burlaba del régimen. Años después seguíamos repitiendo: «Dra. Hildebrandt, muchas gracias por su concha».

    Cuando ya era presidenta del Congreso por el fujimorismo, sus actitudes públicas y privadas confirmaban las leyendas sobre su autoritarismo: Insultaba groseramente al personal, en especial a choferes y técnicos y lanzaba los informes mal escritos en el rostro de temblorosos funcionarios. Entonces, mi afición por escribir textos con vocación literaria me convirtió en socorro de esos funcionarios para evitar tales incidentes. En verdad, me lo estaba creyendo hasta que contrataron a dos jóvenes lingüistas que revisaban todo lo que yo había corregido y gracias a ellos supe lo mucho que me faltaba por aprender como corrector «de oído».

    Mis entrevistas con ella fueron por su situación de pensionista de la UNMSM. Para la primera, fui en remplazo de mi jefe (asesor legal) ante el peligro de que repita su acostumbrado «dentre» delante de ella. Éramos dos abogados. Ella nos preguntó de qué universidad. Su gesto de asco cuando mi colega dijo que era de la Villarreal se convirtió en sonrisa burlona cuando le dije que yo era sanmarquino. Había preparado un documento para que ella firme y encontró un error (¡mierda! pensé). Pero llamó al joven lingüista de turno que lo había revisado antes y le llamó la atención a él y no a mi (¡uff!). Antes de salir, expresó algo que yo contradije, para espanto de mis acompañantes, pero ella me respondió desde la altura de su autoridad que ésa era su decisión y punto y me susurró una frase intraducible en quechua con un tono de abuela chocha que sorprendió a todos. «Te la has ganado, pero no abuses», me advirtieron una vez afuera.

    Ya saben el papel que jugó MH como representante del fujimorismo en su etapa final. Saben también que perteneció a esa casta de lingüistas clásicos que despreciaban a los ciudadanos de lenguas originarias. No quiero insistir en ello, solo que precisamente el mito de ese monstruo hizo especial esos encuentros.

    Como vicepresidenta (antes de presidenta) creó el Fondo Editorial del Congreso y defendió su alta calidad y autonomía hasta el final. Si algún mérito político tuvo, éste fue.

    Este jueves, mientras me divertía en una fiesta laboral, me enteré de su muerte y sentí lástima por sus últimos años sin luz.

  6. Juan Enrique Quiroz

    Hola, Gustavo. Escribe Juan Enrique Quiroz. Fui asistente académico de la doctora por varios años. Siempre hablaba de ti. Saludos.

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