Llamar imbécil a todo aquel que votó por Trump es olvidar que todos escondemos a un votante así.
Luego de la reciente toma del Capitolio estadounidense por supremacistas blancos se reafirma mi convicción de que Trump ha resultado nefasto, más que por su prepotencia, por haber legitimado con ella la brutalidad latente en millones de sus compatriotas: triste legado es dejar un país más dividido que el que encontraste.
Sin embargo, las imágenes surreales que nos llegan de esta invasión –muchachotes con cuernos vikingos, encapuchados camuflados– acarrean el peligro de hacernos creer que los simpatizantes de Trump son solo un batallón de locos.
Setenta millones de estadounidenses votaron por él.
Una vieja amiga, que no es imbécil en lo absoluto, lo hizo.
Recuerdo que hace varias décadas, cuando ella vivía en Lima, no había día en que no se quejara del despotismo de su jefe, un tipo que imponía sus ideas por el peso de su cargo, alguien que jamás admitía sus errores y que subestimaba a sus compañeras mujeres. Ella lo detestaba con toda su alma. ¿Cómo pudo, entonces, votar por un individuo que exhibía el mismo comportamiento que ella había execrado en su jefe?
En su caso y en el de millones subyace, obviamente, algo que excede a la inteligencia tal como la conocemos, un mandato que navega sumergido bajo nuestra racionalidad y que ha llevado a muchos individuos de nuestra especie, en Estados Unidos y el resto del mundo, a que sientan una fascinación por ese tipo de liderazgo: un “machoalfismo” que ayudó a elegir a Bolsonaro en Brasil y que hizo de Urresti el congresista más votado en Perú en las últimas elecciones parlamentarias.
El término “macho alfa” no nace del estudio de los primates, como usualmente se cree, sino de las manadas de lobos. David Mech lo acuñó en su libro publicado en 1970, El lobo: ecología y comportamiento de una especie en peligro, en el que mencionaba al “lobo alfa” como aquel que se imponía en la manada venciendo a los demás machos. No es inesperado que dicho término haya saltado luego en nuestro imaginario a los primates y, de allí, al más evolucionado de todos: el ser humano.
Desde Hercules a Sansón, la idea de un semidiós realizando proezas a través de la fuerza no es nueva, y su reciclaje en el cine y la televisión genera billones de dólares. ¿Quién, por más pacífico que sea, no se emociona cuando John MacLane se convierte en un héroe en bividí? ¿Venderían los Avengers la misma cantidad de merchandising si fueran un colectivo que busca salvar al mundo a través de la reflexión?
El problema con el término “macho alfa” es que David Mech se corrigió varios años después. Las observaciones que hizo para llegar a dicha expresión se realizaron con lobos en cautiverio, pero al estudiar a las manadas en libertad, Mech comprobó que estas no se comportan como tropas, sino como familias, en las que el líder no es un macho agresivo, sino el guía de un grupo donde hembras y machos trabajan en equipo.
Sin embargo, el término quedó anclado en nuestro lenguaje, asociado a imágenes de Putin cabalgando con el torso desnudo. Y si esto ocurrió, tal vez sea porque al llamado zoológico haya que añadir uno antropológico.
Max Weber, considerado el padre de la sociología, sostenía que el liderazgo es un fenómeno que se fundamenta en lo religioso: el ser humano necesita encontrar respuesta a las grandes preguntas que no puede resolver. El poder del gran líder no está, por lo tanto, en sus propios atributos, sino en la representación que el resto hace de él: los demás proyectan en el líder la respuesta que los puede tranquilizar. Trump, por lo tanto, tocó una fibra clave cuando prometió hacer grande nuevamente a Estados Unidos y encontró un filón emocional –y peligroso– al responder con una fantasía de desarrollo con rostro blanco.
Entre todos nosotros, pues, fluye un inconsciente colectivo tentado a creer en la necesidad de un gran líder que es capaz de hacer los cambios necesarios en la historia, alguien que nos sacará de las crisis cuando no sabemos salir de ellas.
Esto no quiere decir que el liderazgo que fomenta la colaboración y los valores democráticos sea menos deseable por la humanidad, pero queda claro que es en tiempos de desequilibrio cuando más se valora el carácter férreo. ¿No fue en tiempos de la Gran Depresión cuando Hitler y Roosevelt dieron el salto a la palestra mundial? ¿La famosa foto de Yalta no parece registrar una cumbre de machos alfa?
Fujimori sonreía complacido cuando le decían Chinochet, algo inimaginable en estos días: ¿no era porque nuestro país aplaudía más que nunca la mano dura y hasta ahora hay un gran sector que la añora?
La enseñanza de todo esto es que debería llamar a mi amiga.
El hecho de que haya votado por un sujeto más patán, misógino y prepotente de lo que fue su jefe ha sido, para mí, la señal más grande de la crisis que debe estar transitando el país que la acogió. Una señal más nítida aún que las fotos de ese vikingo en la silla del presidente del Senado.
No sé si acá votamos por machos alfas o simplemente por machos pendejos: no buscamos que guíen a nadie a nada si no que lleven nuestro escondido «super ego» peruano al centro del escenario.
El macho pendejo es la variante peruana, qué buena. ¡Gracias por la sonrisa!
Y se entiende porque hay más mujeres machistas que hombres.
Claro, el machismo es un sistema que no segrega a hombres de mujeres. Tod@s nos arrastramos debido a su influjo.
Me quedo con la pregunta : “Venderían los Avengers la misma cantidad de merchandising si fueran un colectivo que busca salvar al mundo a través de la reflexión?”… Creo que los futuros antropólogos van a tener mucho trabajo para estudiar el comportamiento humano.
Son tiempos fascinantes estos, los del cambio. Gracias, Federico.
Buen articulo, me hace pensar, mucha gente no ve salida a sus vidas, no ve progreso, no ve educación, no ve mejores ingresos, están atrapados, es lógico que actuen como lobos en cautiverio, busquen un salvador, un solucionador, un macho alfa lobezno a quien seguir, sumarse a cualquier causa por más estúpida que sea, esconde simplemente un deseo tan antiguo como la vida misma, supervivencia. Nuestra sociedad y cultura empuja millones de personas a esos extremos.
Muchas gracias, Miguel. Un abrazo.
El fenómeno Trump, mi opinión como residente en USA, se hace fuerte con Barack Obama. Toda esa gente q estuvo en el capitolio, y millones de saco y corbata, JAMAS quisieron un afroamericano como su líder.
También, el chip de ser criado en un ambiente familiar demócrata o republicano hace que sin importar que te ofrezca el partido, tienes que votar por tu partido.
Estos últimos años me sirven de ejemplo para enseñarles a mis jóvenes hijas, tu nación esta sobre cualquier partido – no deben dejar nunca que esto vuelva a pasar en su vida adulta….VOTEN!
Muchas gracias por tu comentario, José. Un abrazo hasta allá.
Comparto tu idea y lo aplicó con mis hijas tambien.
Este año en las elecciones en USA yo tuve que vivir mi experiencing peruana de «votar por el mal menor» en mi opinion Biden.
La decadencia de una sociedad que se formó sobre la desigualdad.
El eterno problema del populismo, sea de derecha o de izquierda, Gustavo, es que juega con fórmulas simplistas (como esta del macho alfa). El manejo del sentimiento íntimo siempre fue una buena herramienta para el político manipulador, de hecho es la más utilizada. Súmale a ello una situación crítica y el calor de cultivo para una dictadura está servido. Excelente artículo, amigo.
Gracias, Jesús. El fenómeno Trump dará para muchas páginas de política, sociología, psicología y comunicación social, y hasta zoología, como he rozado aquí levemente.
¡Un gran abrazo!
Gracias por el artículo y su reflexión valiosa.
Retuve la siguiente pregunta: «Fujimori sonreía complacido cuando le decían Chinochet, algo inimaginable en estos días: ¿no era porque nuestro país aplaudía más que nunca la mano dura y hasta ahora hay un gran sector que la añora?
A partir de ello me surgen las preguntas: ¿cómo hacemos para que los votantes no prefieran a un Trump, Pinochet o Fujimori sino, por ejemplo, a un Paniagua o a un Sagasti, es decir personas que, en principio, no pretenden ser ‘machos alfa’ sino personas más intelectuales y de principios más humanistas? ¿Cómo hacer para que el público aprecie más a una persona intelectual, reflexiva, humanista, etc.? ¿Cómo cambiar a las personas de modo que le complazca más, por ejemplo, unos Avengers filósofo-intelectuales que unos superhéroes con poderes violentos? ¿Bastaría comenzar con la educación primaria? ¿O con la formación en el hogar? (Pero, ¿qué hogar ..?)
Excelente Articulo Gustavo con grandes verdades y realidades. Un abrazo.
Gracias, Mario. Otro abrazo.
En el contexto del proceso electoral y de una crisis sin precedentes, un artículo más que oportuno; ojalá no caigamos como cayó tu amiga y que la mayoría de peruanos nos esforcemos por ejercer un voto razonado, que evite tener que seguir eligiendo “machos pendejos” como alguien bien dijo por allí. Saludos!
Gracias, Leonardo. El proceso de elegir bien, es largo. Ya que votamos impulsados por emociones, es vital que eduquemos a nuestros niños asociando emociones positivas a conductas positivas.
Conversar entre todos sin insultarse, como ocurre aquí, ya es un primer paso en el largo camino.
Octavio, la pregunta equivalente sería cómo disminuir la violencia en nuestras familias y escuelas.
Imagino que promoviendo líderes humanistas en esos espacios.
Maestros que contengan y enseñen a dialogar, sistemas que impidan el maltrato infantil, etc.
Qué preguntaza la tuya.
Gracias por ponernos en aprietos.
Nada que agregar. Una descripción completa del problema en unas cuantas palabras. Muy bien dicho señor Rodríguez.
¡Excelente articulo! Estos días estuve pensando la relación de religiosidad con idolatría a los lideres y como veían a Trump como una religión, les preguntaban porque estaban allí (en el capitolio) y respondían muchos FOR MY PRESIDENT!
Hablaba con algunas amigas sobre ello y una de ellas me comentó, la semejanza que tuvieron los «discípulos» de Manson, ya que un reportaje evidenció que mucho de ellos se volvieron al catolicismo en prisión y eran de las personas más fundamentalistas y apegadas a la biblia…