Nueve adendas y tres entrevistas después, Vizcarra sobrevive. ¿Por eso volvemos a Richard Swing?
Martín Vizcarra tiene mucho que responder. Mucho. Y tiene también varias denuncias que, por lo menos, generan legítimas dudas sobre sus acciones. Pero esa es una cosa, y otra el circo dominical que hace más de un mes se genera alrededor suyo.
Todos los periodistas quieren cazar a un Presidente. Es el premio mayor. Y en las últimas semanas una serie de evidencias empiezan a rodear al nuestro. Pasamos del estrambótico Richard Swing a las obras de infraestructura que tantos políticos han traído abajo. Del ridículo excepcional a las adendas de siempre.
Pero Vizcarra, oh sorpresa, ha salido relativamente bien parado de las acusaciones. Curioso: con Richard Swing trastabilló una y otra vez hasta ponerse al borde de la vacancia. Con Obrainsa, en cambio, ha respondido como si estuviese preparado por años.
Esta vez Vizcarra ha optado por una vía directa de defensa: responder él mismo ante la prensa. Ya no lo pasa debajo de la alfombra, como con Swing, sino que aparece en los dominicales, aquellos programas que sacan más réditos de las acusaciones en su contra.
Y lo peor de todo es que le ha funcionado.
La primera vez fue hace 16 días frente a Mónica Delta. Vizcarra balbuceó, hizo chistes sin gracia, se enredó innecesariamente, pero consiguió algo: que Delta lo haga aun peor. La entrevistadora fue amical, sin dientes, condescendiente. El respeto a la figura presidencial se transformó en anuencia. Más que una entrevista parecía un lonche.
La segunda fue con Rosana Cueva, en un programa cuyo personaje principal es un resaltador. Como Cueva y su espacio denuncian siempre a Vizcarra, y son cada vez más pugnaces y dramáticos, uno esperaba un encuentro más difícil que el anterior. Pero no lo fue. Sea porque Vizcarra se opaca con los contrincantes amicales, sea porque esta vez sí se preparó de verdad, lo cierto es que salió indemne. Cueva se enfurecía. Vizcarra mantenía una calma cachosa. Hasta se dio el lujo de golpear a su rival (“un panorama desolador”).
¿Quiere decir que es inocente? No. Pero los periodistas que lo habían entrevistado hasta entonces no lograron hacerlo quedar como culpable en el caso Obrainsa. Lo más triste —porque sigue siendo triste— es que el caso Swing continuaba siendo el más difícil para Vizcarra. ¿Qué país es este donde un cantante que usa la mascarilla como un pato es más políticamente complicado que nueve adendas y una licitación presuntamente amañada?
Pero la cereza del pastel fue la entrevista del domingo último en Cuarto Poder, donde Augusto Thorndike hizo una versión masculina del despliegue de Rosana Cueva. Thorndike prefirió centrar su interrogatorio en la investigación que su programa acababa de presentar —tres presuntos colaboradores eficaces señalando que el mandatario habría recibido una coima—, y convirtió la entrevista en un juego de palabras: “él dijo que usted se reunió”, “yo no me reuní”, “usted fue a esa reunión”, “yo no fui”, “pero usted fue a ese local”, “sí”, “y ahí le dieron la marmaja”, “no”, “pero así dice él”, “pero yo no fui”, “la declaración tiene muchos detalles”, “yo también soy detallista”, “míreme a los ojos, Presidente”, “te miro fijamente, Augusto”.
¿Por qué sostengo que Vizcarra sale bien? Porque en una entrevista así, donde el entrevistador aparece casi retando al programa televisivo, si no hundes a tu entrevistado, este sale fortalecido. Y Vizcarra viene haciéndolo tres veces seguidas. ¿Sale bien parado porque es inocente? No lo creo. Sale bien, principalmente, porque sus entrevistadores no logran acorralarlo. Y, además, porque ceden a la tentación de frivolizar la entrevista. Eso hizo Cuarto Poder ayer, cuando puso en pantalla unas fotos que el diario Correo presentó como primicia: un Vizcarra gordo y otro de tres brazos aparecían junto a Antonio Camayo. Era el último manotazo del ahogado: como no lo puedo chapar, saco todo lo que tengo. Incluso si es mentira.
Vizcarra deberá responder por esto en algún momento. Ayer, el fiscal Rafael Vela dijo que su equipo no tenía ningún impedimento para investigarlo. Y seguro lo hará. Pero eso no quita que el Presidente pudo darse el lujo de pasar por los tres principales dominicales del país y salir ileso. Hasta fortalecido. Por supuesto, tampoco borra que, ante un caso anodino, donde un cantante recibió 30 mil soles por cantar ‘Amor eterno’ por Zoom, estuviera a punto de irse de cara.