Saliendo de la pandemia (en total gerundio)


Perspectivas sobre nuestro futuro económico según los expertos


Entre las diferentes discusiones entre economistas sobre cómo el Perú gestionó la pandemia y cómo se está manejando la situación económica actual, he escuchado dos frases de significado equivalente, según yo. La primera es: “A (complete usted) le fue mejor, porque ya le iba mejor antes de la pandemia”. La segunda frase es un poco más enérgica: “Si se viene un golpe, lo aguanta mejor quien es más fuerte”.

Podría juntar ambas y resumirlas así: “Estás más fuerte hoy, porque venías haciendo las cosas bien”. A pesar del golpe del cierre casi completo y súbito de las actividades económicas en marzo de 2020 por la pandemia, las instituciones económicas del Estado peruano pudieron diseñar y ejecutar diversos mecanismos de apoyo. Por ejemplo, se diseñó e implementó un amplio conjunto de bonos, pero tomó tiempo y fue complicado de llevar a cabo debido a la ausencia de un registro unificado de ciudadanos en necesidad. En cuanto a las empresas, el mecanismo de garantía estatal de créditos conocido como Reactiva ha sido destacado como uno innovador y alineó los incentivos, manteniendo el tejido empresarial. Por el lado fiscal, tocaba gastar durante la pandemia y Perú partía de una situación envidiable en la región: un ratio deuda/PBI por debajo del 40 %. 

A pesar de ser el país que más decreció en 2020, rebotamos bien en el 2021, y en 2022 estamos todavía ganando puntos estadísticos de crecimiento a raíz de que, al volver a encender la máquina de la economía, ha tomado tiempo combinar las velocidades de los diversos engranajes. Concretamente, varios sectores han tomado más tiempo en reactivarse, particularmente aquellos de alta interacción social, como restaurantes y hoteles. Pero la solidez macroeconómica nos ha permitido regresar rápidamente a controlar el déficit fiscal.

Sin embargo, la salida de la pandemia está demostrando ser complicada. Se trata de volver a operar y generar ingresos, así como de buscar aprovechar las oportunidades que dejó la pandemia —en servicios y ventas en línea, por ejemplo—, y también de hacer frente a la gran incertidumbre que hoy domina la escena mundial y que proviene de una combinación de acciones y eventos. A riesgo de olvidarme de varios, aquí va mi listado: la crisis de la oferta de fertilizantes, la crisis de las cadenas globales de suministro, la política “cero COVID” de China —que cierra ciudades enteras ante el primer brote—, la invasión de Rusia a Ucrania y la consiguiente subida de los precios de los commodities, por citar aquellos que más destacan.

Por si esa incertidumbre fuera poco, acá le estamos agregando su “sabor nacional”. En 2021 tocó llevar adelante un proceso electoral para renovar autoridades del Ejecutivo y del Legislativo. El proceso fue muy intenso y agregamos incertidumbre adicional en la demora para proclamar al ganador, a lo que se sumó un cuestionamiento al proceso por parte de los perdedores, y un comportamiento errático por parte del Ejecutivo desde el inicio de la gestión, acompañado de la mayor salida de capitales de la historia reciente.

¿Qué hemos cosechado un año después? Altísima incertidumbre interna, que desincentiva la inversión privada. Por el lado del Ejecutivo, el récord de cambios de ministros —a razón de uno por semana en promedio— viene acompañado de un debilitamiento de la gestión pública. Ello, a su vez, obstaculiza la inversión pública, que podría ser un motor de crecimiento económico para superar el magro 3 % esperado para este año, siempre que no se revise a la baja, como ha venido ocurriendo durante el año.

¿Tiene nuestra economía la fortaleza necesaria para seguir recibiendo golpes? En el reciente congreso de la Asociación Peruana de Economistas, expertos como Liliana Rojas-Suárez y Carlos Oliva están del lado optimista, hasta que examinan el gran dilema actual del motor de crecimiento. Hoy, ese 3 %, que es positivo pero débil, se sostiene en las perspectivas de crecimiento del consumo, con el combustible del posible deterioro fiscal. El problema de esas políticas es que alivian un dolor de corto plazo, pero, como motor de crecimiento económico, son insostenibles. ¿De dónde saldrán los recursos para alimentar la caja fiscal cuando el impulso de consumo se debilite?

Tampoco hay que descubrir la pólvora para conocer la salida: inversión. Porque la inversión aumenta nuestras posibilidades de producir, de dar empleo, de pagar impuestos —que alimentan la caja fiscal— y viene acompañada de innovación y mejoras de productividad. Sin inversión, el proceso para salir de la pandemia seguirá siendo un eterno gerundio.


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