Reflexiones de un gran maestro 


Enseñanzas de “Diario Educar”, el necesario libro de Constantino Carvallo


Óscar Daniel del Valle es abogado por la Pontificia Universidad Católica del Perú y magíster en políticas públicas por la Hertie School de Berlín. Actualmente hace consultoría en asuntos públicos. Ha trabajado como asesor, tanto en el ministerio de Cultura como en la Presidencia del Consejo de Ministros. Cuenta con formación en gestión cultural y creación literaria. Actualmente vive en Berlín y sigue una estricta dieta a base de Currywurst.


No conocí a Constantino Carvallo Rey, ni estudié en Los Reyes Rojos, el colegio del cual fue fundador. 
Y, sin embargo, de mi época en la universidad recuerdo su figura recorriendo una y otra vez el patio de Letras, como una presencia vigorosa pero sin rostro definido. De él conservaba algunas ideas vagas. La principal es que Paolo Guerrero y Jefferson Farfán se educaron bajo su tutela gracias a su visión de una escuela inclusiva, solidaria y libre, que en este caso concreto se expresó a través del apoyo social que ofreció a las categorías menores del club Alianza Lima.  

Una noche conversaba con tres grandes amigos sobre libros que deberían volver a editarse y su estampa regresó de golpe: “Diario educar, de Constantino Carvallo”, opinó uno de ellos, antes de comentarlo brevemente. Se refería a una compilación de textos, párrafos o “apenas retazos, exaltados intentos por dar claridad con el lenguaje al drama de la vida y conjurar su angustia”, como reseña Jorge Eslava, el encargado de recopilar su obra, en la nota a la edición. Se trata, por lo tanto, de un diario personal con reflexiones íntimas sobre su visión de la educación en general y su proyecto educativo en particular. 

Al investigar, me di con la sorpresa de que el libro sí había sido reeditado en 2018 por Penguin Random House. Me apresuré a comprarlo. Mientras escribo estas líneas, repasando mis anotaciones al margen, vuelvo a descubrir, desde la mirada de Carvallo, el drama de la educación, los problemas de la niñez y las taras sociales que arrastramos sin solución.

“Quiero ser blanca, mamá”, le dice una niña a su madre con lágrimas en los ojos. La ha encontrado en la tina remojándose en leche, limón y agua caliente. “¿Qué puedo hacer?”, le implora. Al igual que Carvallo, uno se siente “abrumado, apocado, casi culpable de vivir en un país semejante”. 

En otra escena, Carvallo va de paseo a un centro comercial con unos chicos de Alianza Lima, “negros, cholos, mestizos”, relata él, y el vigilante los expulsa. Él debe intervenir y abogar por ellos para que cese el acoso y les permitan el ingreso. No obstante, minutos más tarde se repite la escena en una tienda de discos. “Después, sobre el verde césped, les pedimos triunfos, goles, coraje”, dice, lamentándose por el desprecio diario que se ejerce contra los pobres. 

El libro convoca a la reflexión y es un llamado de atención a cómo la sociedad peruana y la escuela tratan –o han abandonado­– los problemas de la niñez y la adolescencia, a través de situaciones y temas cotidianos como el racismo, la pobreza, la sexualidad, el bullying o la depresión; pero también reflexiona sobre la enseñanza, la inteligencia, el aprendizaje, la autoestima y los afectos. 

Uno no puede dejar de preguntarse qué tanto ha cambiado el Perú desde aquellas experiencias, descritas principalmente en los años noventa, y casi da miedo intentar una respuesta. Tampoco puede uno dejar de preguntarse cuánto más comprendemos hoy a las niñas, niños y adolescentes. Cómo ejercemos la autoridad sobre ellos. Qué marcas les estamos dejando para su futuro. Presiento que la respuesta tampoco es alentadora. 

En varios pasajes del libro, el propio Carvallo duda sobre su ejercicio de la autoridad. No le agrada el papel del profesor que da órdenes simplemente porque “el profesor tiene la razón”. Y, sin embargo, entiende que un exceso de permisividad también podría conducir a sus alumnos por unas vidas ingobernables. Así, en medio de un mar de tribulaciones, Carvallo sugiere que un maestro debe caminar sobre la delgada línea entre el ejercicio de la autoridad y la concesión de libertades, y aunque siempre se es proclive a devenir en autoritario, debe contener ese impulso mientras procura soltar la rienda en la medida correcta. 

¿Cuál es esa medida? Quizás, la que nos concede la confianza que florece en las relaciones dialogantes y horizontales, que es como imagino el proceso formativo ideal, aunque también la que proviene de la sanción cuando es ejercida con un sentido de justicia que inspira respeto. Por el contrario, las relaciones profesor-alumno (o padre-hijo) que se basan en la autoridad jerárquica, la verdad absoluta y el temor al castigo acarrean el progresivo distanciamiento de los jóvenes de la sociedad, hasta que, impedidos de participar en ella, optan por el aislamiento y el desarraigo.

Por eso pienso que la marca del autoritarismo en el proceso educativo es terrible, porque sanciona el uso de la palabra y pone coto a la conversación, avala la arbitrariedad e irrumpe en el proceso democrático que emana del debate honesto entre iguales. Que la educación sea impartida de ese modo no solo deja una huella indeleble en el carácter de los niños, sino que los lleva a reproducir ese autoritarismo: los priva de herramientas de diálogo para la resolución de conflictos, les impide cooperar y construir consensos, y otras habilidades para vivir en democracia.

Por lo tanto, la educación pública tiene un rol fundamental como base de la sociedad. Si esta no contempla un diseño que responda a estas necesidades formativas, estaremos configurando una sociedad que los jóvenes no reconocerán como suya. Del mismo modo, si la educación privada construye burbujas inconexas con la realidad o consiente comportamientos dañinos para la convivencia pacífica dentro y fuera del salón de clase, estaremos en la antesala de una película que ya todos hemos visto. 

Entre sus propuestas para la educación, Carvallo plantea que exista un porcentaje importante de becas en todas las escuelas privadas asignadas por la comisión de una Defensoría del Pueblo especializada en educación, que cuente además con un tribunal ante el cual se puedan denunciar maltratos o discriminación. Propone abrir las bibliotecas e instalaciones de los colegios privados para estudiantes de colegios fiscales, lo mismo que para los profesores. Pide incorporar el conocimiento de la realidad social en cursos de Educación Cívica y tantas otras ideas que buscan la integración de la sociedad, como él la buscó en Los Reyes Rojos. 

En un capítulo relata su conversación sobre su proyecto inclusivo con la asistenta social del club Alianza Lima, y ella le recomienda no mezclar a los chicos pobres con los de otro estrato socioeconómico. Acaso pensaría que de esa manera se buscaba evitar que la frustración y la envidia les llene el alma, supone Carvallo, ante lo cual continúa con una reflexión que me permito copiar íntegramente:

“Pero, ¿es que tener deseos, ambiciones, aspiraciones, apetitos, es también privilegio de una clase social? ¿Acaso no saben diariamente todo lo que no tienen? ¿Puede ocultárseles su pobreza, sus deseos insatisfechos? ¿No ven en la calle, en la televisión, todos los bienes que el mundo ofrece y que ellos no poseen?

Por lo menos en contacto con otros niños sentirán el aprecio, la solidaridad, un principio de igualdad bajo la realidad económica de cada cual. No toda escuela tiene que enfrentar a Humberto Grieve con Paco Yunque, como en el cuento de César Vallejo. Si no pueden estudiar juntos, no podrán tampoco vivir juntos y este país seguirá siendo un polvorín. La escuela pública no debe ser la escuela de los pobres; es necesario que sea el espacio donde todos los sectores aprendan a convivir, a respetarse, a construir algo común: la patria”. 

Creo que Carvallo tiene razón en esto y en muchos otros asuntos sobre los cuales vale la pena reflexionar porque, pese a los avances, este país sigue siendo una jungla de concreto para la juventud, con apenas un retazo de jardín que, por supuesto, está prohibido pisar.

9 comentarios

  1. Iván

    Felicitaciones Oscar, excelente articulo!. Estructurado para identificar los problemas en la educacion que se reflejan luego en la sociedad peruana.

    • Adolfo Barrera

      ¡Potente mensaje Oscar ! Muy bien planteado tu artículo. La única defensa contra toda esta mediocridad que nos invade por doquier es una educación de calidad , plural y abierta al pensamiento libre no al dogma, felicitaciones muy bien escrito tu artículo Oscar!!

  2. anita Arce

    Cuánto nos falta Perú. Excelente artículo. Un abrazo

  3. Javier Salinas Zegarra

    Excelente artículo Oscar, lo lamentable es que hayan pasado tantos años y no se ha avanzado nada o lo que es peor tal vez se haya retrocedido

  4. Elvira Salinas

    Excelente articulo, bien claro y preciso, buena Oscar Daniel! Me encanta como escribes!

  5. Monica Bezada de Rodríguez

    Me encantó, muy bien escrito Óscar Daniel! que importante es el diálogo y respeto para construir un Peru con más educación, solo así se puede avanzar, Felicitaciones!!

  6. Marcel Velázquez

    Excelente texto, Òscar. La escuela tradicional es una de las matrices del autoritarismo y la exclusión social. Pocos se han atrevido a actuar en contra de ello. Carvallo es una clara excepción.

  7. carol

    buen texto, lamentable es saber que una idea tan hermosa es muy dificil de mantener, carvallo era un soñador y con esperanza dio mucho a los niños que pasaron por su tutela; sin embargo hoy ese sueño se desdibuja al no encontrar la luz del faro aquellos que no crecieron con estos valores y forman parte de estas instituciones, la inclusión no es real sin nisiquiera pasar por las brechas economicas, o sociales o mal dichas raciales; mientras en casa no luchemos por crear nuevos ciudadanos y nosotros mismos esforzarnos en ser mejores con el otro ser humano, no podremos trascender en la vida de los que nos rodean.

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