Reflexionando sobre el arte afrocéntrico


¿Una mirada solo para afrodescendientes o una perspectiva que sirve a todos?


Hace algunos días tuve una experiencia muy interesante. Trabajando sobre temas de etnicidad y racialidad en países andinos, constantemente estoy expuesta a mucho contenido que podría ser definido como afrocéntrico. Lo afrocéntrico, que es una mirada que puede asumirse desde la literatura y el arte hasta el análisis político y filosófico, coloca al sujeto afrodescendiente y su narrativa, su mirada y aproximación al mundo en el centro. Dicho de otra manera, vuelve protagonista a un sujeto normalmente dejado en el margen y toma a lo afrodescendiente como punto de enunciación.

Esta mirada, ciertamente política, no implica necesariamente una posición de muerte al statu quo, pero ofrece una perspectiva diferente y, en casos donde la narrativa social esta alineada con un solo tipo de ideas y formas de representar, es una disrupción de “lo normal”.

Es muy común en Estados Unidos recorrer galerías de arte, talleres de diseño y librerías que utilizan una mirada afrocentrada. Es mucho más fácil ubicar estos espacios en áreas históricamente negras como Harlem y el Bronx, pero lo cierto es que no son ocurrencias extrañas en general. En efecto, en lugares menos poblados por ciudadanos afroamericanos también encontramos espacios comerciales, artísticos, académicos y otros que son afrocentrados. (Solo como aclaración, un espacio no es afrocentrado porque sea atendido o sea incluyente con personas afro, será afrocentrado si los productos que vende o los servicios que ofrece están pensados intencionalmente con un consumidor afrodescendiente en mente).

En nuestro país, como sabemos, la escena artística, espacios escénicos y de artes plásticas —exceptuando los espacios de arte tradicional, folclórico o costumbrista— suelen ser espacios rara vez habitados por sujetos afrodescendientes. Antes bien, lo afrocéntrico requeriría no solo que los sujetos afro habiten estos espacios y les hagan suyos, sino que lo afroperuano o afrodescendiente sea parte protagonista de este arte. 

Si hacemos una revisión somera, la narrativa o representación sobre quiénes serían “los peruanos” en las industrias culturales no relacionadas a lo tradicional-folclórico ha sido bastante similar a las narrativas sociales generalizadas que sostenemos sobre todos los sujetos y grupos que componen nuestro país: sujetos mestizos, como mucho, o representaciones poco arriesgadas sobre la diversidad racial de nuestro país. Para ello basta ver las puestas en escena disponibles y dar un paseo por nuestras galerías de arte.

El arte peruano afrocéntrico en espacios de arte plástico se ha empezado a ver recién desde hace muy poco. Puedo pensar en algunas obras de José Luis Palomino, todo el cuerpo artístico de Rony Chuecas, de Staila, y en Joan Jiménez (Entes), cuyo taller visité hace unos días. 

Este tipo de arte suele inspirarse en lo que entendemos como negro, pero no siempre tiene que serlo explícita o exclusivamente. En el caso de Entes y de Palomino, por ejemplo, hay mucha referencia a nuestros procesos de mestizaje biológico y cultural. Muchas de sus obras reivindican, por ejemplo, no solo lo afro, sino también lo afroindígena y lo Yana Runa. En otras piezas se hacen referencias más sutiles que, como me dijo Joan, van a llegar a quienes tengan que llegar, como una pieza que tiene en el taller compuesta por la frase “Vamos pueblo, carajo. El pueblo no se rinde, carajo”, referencia que puede significar muchas cosas para un público variado, pero que desde una mirada particular hace referencia explícita a María Elena Moyano, una de las mujeres afroperuanas más poderosas y reconocibles de los últimos tiempos. 

En fin, el texto de hoy solo buscaba compartir algo con ustedes sobre lo cual, a lo mejor, no conocían mucho. El arte con contenido o enunciado desde la afrodescendencia o afroperuanidad esta allá afuera. Es interesante, es bonito o grotesco: es arte. Ciertamente, busca ofrecer una perspectiva distinta y una mirada diferente de ver el mundo que nos rodea. Puede encontrar y aprender algo distinto, si se da la oportunidad.

Por lo pronto, y para acercarle un poco al mismo, puede darse un paseo por el Circuito Mágico del Agua, donde podemos encontrar la obra “Vórtice Graffiti” de Entes, o si anda por Barranco, volver a mirar las caras del puente de la Bajada de Baños, del mismo artista. Al final, es probable que encuentre que usted mismo, y no solo un sujeto afro, puede verse reflejado también en esta mirada artística. 


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2 comentarios

  1. Lucho Amaya

    Considero un abuso ideológico, izquierdoso, relacionar la frase «vamos pueblo, etc. etc. etc.» con María Elena Moyano, la GRANDE María Elena Moyano… Pero es su derecho, claro.

  2. Ronny

    Muchas gracias por contar mi trabajo y ponerme con grandes artistas, a seguir avanzando.

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