El protagonismo del humor en las marchas juveniles
Hace varios años, un corresponsal estadounidense que cubrió las manifestaciones estudiantiles contra Fujimori a fines de los 90 me contó que lo que más recordaba de ellas eran dos estribillos gritados por la muchachada:
El primero decía: “¡Kenji, escucha, tu viejo es un rechucha!”.
El segundo estaba dirigido al cardenal Cipriani y le reclamaba su cercanía a Fujimori mediante el tubérculo que le recordaba sus mentiras:
“¡Tú nunca serás papa, tú siempre será yuca!”.
Me pregunto qué pensaría hoy aquel periodista de la explosión de expresiones que nos han dejado las recientes manifestaciones juveniles tras la vacancia de Vizcarra.
Estos son algunos ejemplos que vi en carteles:
“Hemos salido hasta los introvertidos”.
“Somos Venezuela, pero sin poto”.
“A diferencia de Shakira, yo sí sé dónde están los ladrones”.
“4 gatos > 105 ratas”.
“Silenciarnos no será fácil, la única fácil es mi amiga”.
“¿Miedo? Solo a la chancla de mi mamá”.
“Merino, chúpame el Gianmarco” (en alusión a la calvicie y tibieza inicial del cantautor, que luego rectificó).
“Rata fiera, a mí no me vas a callar» (musical y conceptualmente redondo).
Como señalaba el corresponsal gringo, el humor en las marchas juveniles no es nuevo en el Perú. Tampoco en el mundo. Aunque más sofisticado, hasta hoy se recuerda la ironía del elegante “Seamos realistas, pidamos lo imposible” de los jóvenes parisinos de mayo de 1968.
Cuando se trata de manifestarse contra el poder establecido el humor no es novedad: ponerle apodos al profesor es la muestra más tempranera de ese impulso. Publicaciones satíricas como Monos y Monadas en Perú, Charlie Hebdó en Francia o El Jueves en España son su extensión más crítica y adulta.
El matrimonio entre el humor y la manifestación festiva también tiene larga data: los carnavales son el remanente simbólico de lo que era una burbuja al revés, en la que las clases populares podían expresar su desprecio por las dominantes.
En algo de toda esta larga genealogía de protestas debió pensar Slavoj Žižek cuando, acerca de las penalidades durante las revoluciones, dijo que “ya somos libres cuando estamos luchando por la libertad, y ya somos felices mientras luchamos por la felicidad”.
El filósofo esloveno lo dijo el 2010, antes de que Instagram y TikTok le dieran a los jóvenes del siglo XXI la oportunidad de compartirle su visión festiva al mundo.
Mientras que en redes como Facebook y Twitter —ya no digamos Linkedin— el humor circula de acuerdo a la personalidad y capacidad de cada usuario, es en los stories de Instagram y, sobre todo, en las publicaciones de TikTok, donde el humor es el contenido mayoritario.
Siempre he pensado que el humor es un rasgo de inteligencia conectiva: díganme qué tanto se ríen con sus parejas y les diré cuánto durarán juntos. Pero cuando este humor con sus claves propias es una marea que atraviesa a una generación por medio de sus pantallas, se convierte en una formidable manera de zanjar límites con los viejos de edad o de mentalidad, en el idioma de un país virtual que es intraducible para los extranjeros digitales. Es impresionante lo que puede ocurrir cuando esa comunión virtual y festiva, de chicas y chicos que casi no salían de sus casas, sale a la calle en un clima de indignación. Hay que celebrar cuando comunidades que no conversaban entre sí —otakus, skaters, kpopers y más— salen y se encuentran compartiendo no los mismos tópicos, pero sí la misma emoción. Hay que ver lo que pasa cuando un tiktoker adolescente como Josi Martínez —17 millones de seguidores— hace una pausa en sus payasadas chillonas desde Chiclayo —me encanta esa donde un efecto le agranda el trasero y él grita “¡Uuuuuuuh, miren ese culazo!”— y, luego de explicarle a su comunidad lo que está ocurriendo en el Perú con la toma del poder desde el Congreso, remata: “Merino, no eres mi Presidente y jamás lo serás”.
Las redes digitales le ofrecen a los nuevos manifestantes la posibilidad de informarse cual relámpago sobre hechos que les indignan, puntos de reunión, conocer sus derechos ciudadanos, aprender a desactivar bombas lacrimógenas, presentar un hábeas corpus y hasta recrear ruidos de cacerolas, pero estas plataformas serían herramientas sin alma si, a la par con ellas, no hubiera nacido también un espíritu de joda que circula de usuario a plataforma y de plataforma a usuario. Un círculo que no para. No es un fenómeno local, por supuesto: recuerdo que cuando los indignados tomaron la Puerta del Sol en Madrid el 2011, alguien se preguntaba: “Si están indignados, ¿por qué se ríen tanto?”.
Siempre sostengo que es fácil confundir información con comunicación. La primera es transmisión de datos, la segunda es transmisión de datos, pero con una emoción involucrada. Así nos conectamos los humanos y así caen los imperios.
No es la noticia la que moviliza, sino la emoción que provoca. Cuando a la indignación se le une la ingente cantidad de humor memético, instagrameable y tiktokero que nuestros jóvenes han macerado durante los últimos años, el carnaval resulta atómico y viral, y esta festividad trae esperanza, porque solo los fanáticos proscriben el humor.
Y ya hemos visto que en las recientes marchas peruanas a los jóvenes las arengas los han unido en propósito, pero el humor los ha unido en espíritu.
Tienes razón, salimos a las calles a protestar con fuerza y con humor
Y con la fuerza del humor.
Muchas gracias, Silvia.
bravoooo, así es
¡Gracias, Margarita!
El humor es también el mejor paliativo para las enfermedades propias y de nuestros seres queridos. Y es que…a mal tiempo, buena joda!
Jaaa… ¡abrazote, Germán!
De acuerdo, los políticos que no lean a lo jóvenes vivirán fuera de la realidad y por ende estarán perdidos.
Es verdad, Ana, los políticos… y quienes tengan algo que ofrecer masivamente.
Un abrazo.
Excelente Gustavo; gran pluma para narrar con exactitud (y su dosis de palo anti-k envuelta en sarcasmo) lo que pasó. Super alentador los puntos de conexión que expones respecto a lo que pasó en protestas en otros lares.
Muchas gracias, José. ¡Un abrazo!
No había analizado las manifestaciones desde esta perspectiva. EL humor es una forma de comunicar muy potente. Muy buena dosis de caigua.
Muchas gracias, Valeria.
Humor y amor, es lo que más necesitamos.
Cariños.