Los doblemente desconectados 


Se devela el misterio de los adultos que no usaron internet en la pandemia


En nuestra entrega del 28 de setiembre pasado compartimos varias noticias sobre la conexión a internet durante la pandemia. Eran tres las buenas noticias: que la proporción de desconectados se había reducido a la mitad, que la brecha de género ha desaparecido, y que la brecha de edad entre adultos y adultos mayores, también. Terminamos con varias inquietudes sobre el grupo importante de peruanos que siguen desconectados de internet incluso después de la pandemia, y nos referimos a los pobres digitales. ¿Será que ellos son también pobres cuando se mide la pobreza de la conocida manera del nivel de ingreso?

Cuando se desagrega a los desconectados de internet por nivel socioeconómico (NSE), destaca la importante disminución de la proporción de estos en todos los estratos, excepto el NSE A, en el cual no hay ningún desconectado. Destaca en particular la caída de la proporción de desconectados en el NSE D: de un tercio al inicio de la pandemia a solo un décimo en abril de 2022. A pesar de la reducción proporcional (de 29.5 % a 22.5 %) para el NSE E —es decir, los más pobres—, el hecho de que todavía 1 de cada 5 personas en dicho NSE no se conecte a internet coloca un reto fundamental para las iniciativas de gobierno electrónico o de ayuda social. ¿Cómo se puede llegar a transmitir información importante sin contar con este medio casi ubicuo?

En países en vías de desarrollo como el Perú, el nivel educativo alcanzado suele estar altamente correlacionado con el nivel socioeconómico, o de ingresos. Nuestros desconectados, en su gran mayoría, son personas que no han terminado la secundaria, seguidos de quienes sí la completaron pero que no siguieron educación superior.

Asimismo, examinamos las ocupaciones de los desconectados desde dos miradas. La primera es cómo se distribuye el universo de desconectados en cada periodo y cómo cambia en los casi dos años de pandemia, que es el tiempo cubierto por nuestras encuestas. Bajo esta perspectiva destacan, entre los desconectados en 2020, los trabajadores familiares no remunerados (un tercio), los trabajadores independientes sin empleados (29 %), los empleados (11 %) y los desempleados que buscan trabajo (10 %). Al 2022 aumenta la importancia de los trabajadores familiares no remunerados (37 %) y, sorprendentemente, el de los empleados (14 %).

La segunda mirada se enfoca en las ocupaciones y analiza la importancia de los desconectados en cada una de ellas. El resultado más importante es el que concierne al trabajador agrícola o ganadero: en esas actividades se pasa de más de la mitad desconectada en 2020, a solo 15 % en 2022. 

Por otro lado, ¿será que los desconectados no tienen celular? 

Pues sí lo tienen. Para empezar, la encuesta se realizó por vía telefónica sobre el universo de números de teléfono móvil con el que trabaja usualmente el área de Opinión del IEP.

El detalle está en el tipo de teléfono móvil con que cuenta nuestra población. De manera similar a cuando analizamos a los desconectados según ocupación, observamos los datos desde dos perspectivas: cómo se distribuyen los desconectados y el tipo de dispositivo con que cuentan.

Respecto del primer enfoque, más del 70 % de desconectados, en ambos periodos, tiene un celular básico, es decir, uno que no permite la conexión a internet. Lo interesante es que una proporción de nuestros desconectados sí cuenta con smartphones, los cuales en teoría permiten el acceso a internet, a diferencia del celular básico.

Al mirar desde la segunda perspectiva, que hace énfasis en cada dispositivo, lo que destaca es que aun con celular básico, un conjunto importante de quienes solo tienen ese dispositivo sí son usuarios de internet. Y este conjunto de conectados aumentó de manera significativa durante la pandemia, aunque no tienen smartphone. Entonces, no se trata solo del dispositivo. 

La mirada conjunta de todas estas variables lleva a esta conclusión: antes que pobres digitales, nuestros desconectados tienden a ser pobres a secas, o desconectados también de todo crecimiento económico: son poco educados, de estratos socioeconómicos más bajos y con ocupaciones independientes de baja productividad. La gran lección es que ampliar el acceso a internet dependerá más de políticas sociales que de políticas de ampliación de infraestructura.


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