María Elena, afroperuana


La ambivalencia de la “raza” en nuestras heroínas


Un año después de su asesinato, el Ministerio de Asuntos Sociales de España y el Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán publicaron un libro en honor a María Elena Moyano. Perú, en busca de una esperanza fue el título elegido para la compilación de sus escritos y reflexiones. El velo de la violencia institucionalizada hizo necesario ampliar su propia voz. Han pasado 30 años desde su asesinato y María Elena Moyano es aún tratada como un tabú por sectores de la sociedad peruana. En conmemoración a su muerte, comparto algunas reflexiones sobre una característica de María Elena que ha sido dejada de lado.

Coraje es el título de la película dirigida por Alberto Durant que en 1998 intentó recoger la biografía de Moyano. El título era una alusión al apelativo con el que es más conocida en el Perú y fuera de él[1]: “Madre coraje”. Es un retrato crudo, no solo de la realidad de María Elena o de Villa El Salvador, sino de la de un país rehén de la violencia. 

“Negra” o “negrita” son dos formas en las que su entorno se refiere a María Elena en esa película. Para mí, era la primera vez que su “negritud” era aludida de forma tan directa y abierta. No había oído referirse antes a esa característica ni a aquellos que la reconocen como un ejemplo de resistencia social, ni a quienes la tachan mediante el “terruqueo”. 

Precisamente, no clasificar a una persona racialmente es el ideal del activismo antirracista. Es, sin embargo, sospechoso que en una sociedad que racializa todo, este detalle sobre María Elena sea pasado por alto. Por años vi fotografías suyas y reconocí sus rasgos como cercanos a los míos. Me costaba creer que una mujer así recibiera un tipo de culto por su resistencia, lucha y muerte. Pocas mujeres afroperuanas en la historia del Perú reciben ese trato y en el caso de Maria Elena, su afroperuanidad era obviada. Y ese vacío sobre ella era también una forma de borrar el aporte de las mujeres racializadas negras a la construcción del país como hoy lo conocemos.

Durante los primeros meses de la pandemia, unas amigas y yo iniciamos un círculo de lectura sobre raza y género en el Perú. Mi incógnita alrededor de la (des)racialización de María Elena me llevó a sugerir que leyéramos algo sobre ella. La información sobre ella resultó escasa en nuestra búsqueda, hasta que encontramos la recopilación de sus reflexiones. La discusión devino en una nueva pregunta: ¿hasta qué punto la resistencia de María Elena es una forma de resistencia de las mujeres afroperuanas? 

El libro compilado la presenta como “una de las mujeres más representativas de la última década” (los ochenta). Sus propias reflexiones colocan al centro su condición de mujer y del pueblo. El aspecto racial es ahí una interrogante. Hay muchas razones por las cuales las mujeres racializadas pueden negar el impacto de la raza en sus vidas. Algunas de ellas son la acusación de ser acomplejadas o de exagerar. Es además tentadora la opción de atribuir los maltratos solo al machismo, un mal aparentemente más simple de entender. En la ecuación de la marginación, los valores no son excluyentes: las personas pueden ser sujetas simultáneamente al racismo, al machismo y al clasismo. Luego de leerla, noté conexiones útiles tal vez para la reflexión académica, pero eso no lo es todo. 

Leer a María Elena Moyano significó navegar por su liderazgo comunitario de bases, sus ideas políticas (adversas a Sendero Luminoso), las injusticias y la violencia. También fue explorar una dimensión sensible: sus sueños, miedos, esperanzas… Pienso, entonces, que tan justo como reivindicar su afroperuanidad es permitir que su memoria albergue esa complejidad humana más allá de la raza. En algún momento nuestro contexto no será reacio a ese balance. Cierro esta nota con el extracto de unos versos encontrados en sus cuadernos de notas:

La vida, ¿qué es la vida?

Es sentir el amor,

es dar de sí,

es dar todo lo que puedas

y tienes dentro

a la alegría,

a compartir.

Existe una vida interior

que la mayoría de mi pueblo

la vive intensamente.

Pero también siento a la muerte

cerca.

Al hambre,

al frío,

a la impotencia.

A pesar de la vida, siempre

está la muerte cerca[2].


[1] Existe una Organización No Gubernamental en España llamada Madre Coraje “un homenaje a la memoria de Mª Elena Moyano, luchadora social peruana, dirigente vecinal y feminista, asesinada en Lima por el grupo terrorista Sendero Luminoso en 1992, a la edad de 33 años”, según su sitio web.

[2] Textos escritos entre enero y febrero de 1992, en su cuaderno de notas. Miloslavich, D. (1993) María Elena Moyano. Perú, en busca de una esperanza. p.54.

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