Una reflexión sobre Sinopharm y las marcas país
Cuando era muy niño la televisión peruana emitía una serie llamada “Los guardianes” en la que siete detectives japoneses resolvían casos en el televisor en blanco y negro de mi abuela. A esa edad no me llamaban la atención tanto las calles de Tokio y sus ideogramas como el tamaño de los autos policías: aquellos Toyota y Datsun compactos palidecían en comparación con los robustos Ford y Dodge de las series estadounidenses. Era el reflejo de la época: quien quería ser el men de mis calles pueblerinas, tenía que apostar indefectiblemente por un Mustang o un Camaro. Los autos del sol naciente tuvieron que esperar a la década de 1980 para rivalizar con los norteamericanos: mi generación recordará el repentino brillo de los Célica y los ZX sobre el asfalto, el auge de los Infiniti, Acura y Lexus para competir con los autos alemanes; el llamado desquite de un Japón que ahora empezaba a ganar una guerra automotriz.
Algo después le tocó a un vecino de Japón ganarse un sitial en el rubro de la tecnología. Hoy compramos un televisor Samsung con la misma confianza que un Sony japonés, pero hace solo 25 años cualquier electrodoméstico diseñado en Corea era visto en Occidente con desconfianza. Si bien ahora el extremo oriental de Asia ya tiene ganado un prestigio en manufactura, los productos chinos todavía están en su propio proceso. Sea por barreras culturales, por su enorme exportación de productos “bamba” o de bajo precio, o por las asociaciones que provoca su régimen totalitario, no creo que existan muchos ciudadanos en el planeta que no prefieran un auto occidental a un auto chino, y espero se me disculpe por centrarme en esta mercancía: pocos exponentes fabriles como un automóvil conjugan esos deseables cuatro ases que son la tecnología, la seguridad, la cotidianidad y el estatus.
Esto no quiere decir, obviamente, que los países sin una relevante industria automotriz no puedan tantear el prestigio con otros símbolos: España apostó por el solaz y los vinos, Francia por su cultura y gastronomía, y el Perú por su diversidad biológica y cultural. Toda marca país, se intuye, trata de sintonizar las expectativas de emisores y de receptores o, mejor dicho, trata de gestionar percepciones y prejuicios de una manera saludable.
¿Pero qué ocurre cuando una sorpresiva pandemia crea un mercado de percepciones en el rubro de las vacunas? Claramente, las ideas preconcebidas sobre la manufactura de cada país serán los cimientos sobre los que se edificará lo desconocido. Que la tierra del Cadillac y del transbordador espacial desarrolle una vacuna será recibido con natural confianza. Que la tierra de James Bond y del Aston Martin lo haga, también. Las dudas aparecen, por ejemplo, cuando el país que perdió la Guerra Fría y nos legó el rústico Lada nos ofrece su solución. Y si la vacuna rusa Sputnik levanta suspicacias en algunos, ya ni hablemos de la china Sinopharm.
Todo ser humano busca que la realidad confirme sus prejuicios.
Cuando en la última semana varios peruanos decidieron retirarse de los vacunatorios al enterarse de que les inocularían la vacuna china, se coronó todo un proceso azuzado por voces interesadas que tenían los prejuicios a su favor. Quienes tratan de informarse al margen de los sesgos saben desde hace tiempo que la Sinopharm es una vacuna muy efectiva para alejarnos de la muerte por Covid-19, que los decesos entre médicos que se la pusieron descendieron dramáticamente, que son muchos los países que la aceptan, que reyes de Europa y Oriente fueron los primeros en recibirla y que, cuando se trata de una pandemia, más importa la cantidad de vacunados que la “calidad” de las vacunas individuales, pero bastó con que el biólogo Ernesto Bustamante, detractor de un régimen, encontrara un canal de televisión con un interés coincidente para que dicha vacuna descendiera al nivel de las zapatillas truchas chinas que se venden en el suelo*.
Como era de esperarse, quien escribe tampoco ha escapado de sus propios sesgos en relación con la inmunización. Hace varios meses, cuando el aterrizaje de las primeras vacunas en Perú se veía lejano, accedí a ser parte del ensayo clínico de una vacuna alemana. El objetivo de Curevac era brindar la tecnología ARN ofrecida por la vacuna Pfizer –de la cual el laboratorio alemán es pionero– sin la dificultad de tener que transportarla a temperaturas ultra bajas. Luego de colocarme ambas dosis, sentí los malestares que indicaban que no me había tocado el placebo y también la dicha de imaginarme un Mercedes Benz recorriendo mi sistema inmunológico.
Tiempo después, llegó mi decepción: la efectividad de la posible vacuna alemana terminó siendo insuficiente.
La vacuna china resultó ser un mejor vehículo para escapar del desastre.
(*) La fanfarronada y falta de enmienda del biólogo Ernesto Bustamante no pasaría de ser una anécdota sobre los procesos cognitivos sociales, de no ser porque sus consecuencias son mortales: ¿dormirá tranquilo el hoy congresista? ¿Lo hará cuando en el futuro una Comisión de la Verdad sobre la pandemia en el Perú lo señale?
Querido Gustavo, Marty McFly me ha visitado y susurrando me ha dicho que la vacuna china sí sirve. A colocarse la misma esperó estar pronto en la lista de espera. La trayectoria entre 2 puntos a hacia b, y hacerlo en tico, camaro o spyder en este instante no es mandatorio lo importante es llegar, luego analizaremos el confort, la velocidad de crucero, el tiempo invertido …
Gracias, Paul, por potenciar la analogía del artículo.
¡Mucha salud!
Agregaría que, China ahora manda misiones a Marte, amén de múltiples lanzamientos al espacio. Un poco dificil entonces creer que los chinos hacen cosas de mala calidad.
Claro que sí.
Lo que implica la importancia de la cotidianidad terrestre para crearse una reputación.
Pensar que en los dibujos que veía se necesitaba un casco para controlar la mente de las personas, ahora, ya no es necesario. Nos hemos idiotizado y hasta pagamos para hacerlo.
Fue muy irresponsable y cruel que en plena pandemia, cuando la gente se estaba muriendo y ansiábamos que lleguen las vacunas, Ortiz presente un cuadro que ni él entendía para decir que la china era “agua” y Bustamante en vivo apañando tremenda barbaridad.
Lo que debieron informar es que lo cierto es que la Sinopharm en ese momento no tenía estudios suficientes ni concluyentes para que sea aprobada por la OMS, quien tuvo que hacerlo finalmente por que de lo contrarío millones quedarían sin vacunarse. “Vacuna de Emergencia” es como la llama la OMS y sirve para los países del tercer mundo que no alcanzan las otras vacunas. Es cierto, la mejor vacuna es la que llega a tu hombro, pero también es cierto que varios países desarrollados no te dejan ingresar a su territorio si te has vacunado con la “ya pues que importa” Sinopharm.
Y a todo esto, ¿Saben donde se puede encontrar los resultados del estudio de la San Marcos?
La irresponsabilidad de Ortiz no lo descalifica como la persona que destapó el vacunagate y les abrió los ojos a todos los peruanos que veían a Vizcarra como una especie de héroe nacional que nunca fue.
jajajaj muy buena asociación….gracias por empezar mi sábado temprano con una buena carga de humor
Excelente articulo.Tuve la suerte de visitar China hace un par de años,Todas los prejuicios que tenía,se desmoronaron!
El ahora «congresita» Bustamente de triste recordación y un señor que ahora se encuentra en México a buen recaudo, demuestran la poca responsabilidad social de cierta organización política.
Bien el escenario se presenta preocupante con las personas a las que les llego este malévolo mensaje respecto a la vacuna Sinopharm, y sobre todo de los responsables de este desinformación que no salen a reconocer su responsabilidad.
Contribuyamos con nuestro mensaje de entendimiento cabal de lo que significa vacunarse.
Los médicos en el Perú se han vacunado con sinopharm los resultados a la fecha son positivos, lamentablemente creada la desconfianza en la gente se crea la incertidumbre, esperemos que este episodio malintencionado creado por Bustamante y compañía en quede como como tal.
La historia ha demostrado que sólo con las vacunas se ha enfrentado a las enfermedades que acabaron con las vidas humanas. Vi desde niña cómo los niños morían, no entendía lo que sucedía, años después tuve una explicación.
Buen artículo Gustavo!
Igual quería agregar unos datoa curiosos:
«Esto no quiere decir, obviamente, que los países sin una relevante industria automotriz no puedan tantear el prestigio con otros símbolos: España apostó por el solaz y los vinos»
España es el segundo productor de autos de Europa (después de Alemania) y el octavo en el mundo y es una industria que pesa mucho en el empleo y PBI españoles. Lo que pasa es que no solo fabrican marcas españolas. Así es la globalización. De hecho el mayor productor de autos en el mundo es China donde puedes encontrar fábricas de BMW por ejemplo. Y por útlimo saben qué ciudad es conocida en China por su indutria automotriz? : Wuhan
Por mi edad (61 años) fui vacunado en junio con la Pfizer, pero si me hubiera tocado la Sputnik o la Sinopharm, ¡sin dudar! me las hubiera aplicado (acudido a que me la apliquen), ¡sin dudar!
Las «teorías conspiranoicas» han hecho su agosto con la vacuna china, pero, ojo, solo porque la gente quiere creerlas y no porque alguien se las haya inoculado… ojo… La gente quiere creerlas, y sin distinción de la cantidad o calidad de «cultura» que posea… La pregunta (que me hago) es ¿por qué? ¿por qué? ¡¡Por qué!!
Saludos