La princesa Diana y la oveja Dolly


Dos sucesos recientes nos recuerdan la revolución biogenética que vivimos


El pasado mes de septiembre las ovejas pastaron en mitad del prado de las noticias internacionales. La casa de subastas Sotheby´s vendió, a un precio nada despreciable de 1.14 millones de dólares, una fina chompita con motivos de ovejas que la princesa Diana (sí, ella misma, Lady Di) estrenó a los 19 años en un partido de polo de su entonces prometido, el príncipe Carlos, ahora rey de Inglaterra. Las fotos de los paparazzi muestran una prenda roja que exhibe numerosas filas ordenadas de ovejas blancas entre la cuales destaca,   solitaria en el pecho, cerca al corazón, una traviesa oveja negra. Eran los frenéticos meses previos a la boda real celebrada en 1981. Al día siguiente del partido de polo, la princesa y su suéter con ovejas de granja aparecieron en las portadas de periódicos y revistas de todo el mundo. 

La histórica venta de Sotheby´s ha llamado la atención no solo por el astronómico valor de un suéter que se volvió icónico gracias al mágico poder de una princesa, sino por el mensaje que —de forma inconsciente— Lady Di lanzó al mundo de forma premonitoria: la princesa amada por el pueblo se convertiría, pocos años después, en una frágil oveja negra de la familia real. 

La comunidad internacional también celebró por estos días, y por razones ovejunas, al creador de otro icono contemporáneo: Dolly, el primer animal clonado a partir de una célula adulta ya diferenciada. Su padre (de laboratorio) fue un científico escocés, Ian Wilmut, embriólogo del Instituto Roslin de Edimburgo, quien falleció la semana pasada a los 79 años.  Corría el año 1996 cuando el nacimiento de la famosa oveja con nombre de cantante country —la famosa Dolly Parton— marcó un hito en la historia de la biología, la genética y la biotecnología. 

La hazaña del doctor  Wilmut fue dar vida al primer clon animal de laboratorio: el nacimiento de Dolly pasó por 277 pruebas fallidas y requirió la colaboración de tres ovejas. De la primera se obtuvo una célula mamaria de la cual se extrajo el núcleo que, mediante impulsos eléctricos, se fusionó con un óvulo previamente vaciado de su material genético, proveniente de otra oveja donante. Este proceso, llamado transferencia nuclear somática (Somatic Cell Nuclear Transfer, SCNT en inglés), permitió transferir la información del genoma (ADN) de la célula mamaria a un óvulo vaciado de su ADN que, reprogramado y estimulado para la división celular, comenzó a desarrollarse como embrión. El embrión clonado fue implantado en el útero de una tercera oveja, la madre oveja sustituta, y después de una gestación normal —casi 5 meses— Dolly vio la luz: una oveja blanca, genéticamente idéntica a la oveja de la que se extrajo la célula mamaria. Era el primer mamífero clonado a partir de células adultas y se rompió, así, el paradigma de que un organismo completo solo puede desarrollarse desde células embrionarias.

Dolly nació un 5 de julio de 1996, pero el anuncio oficial de su exitosa clonación se realizó medio año después, en febrero de 1997, a través de la revista científica Nature. Como con las ovejas de la princesa Diana, causó no poco revuelo. Los paparazzi, esta vez, llegaron hasta el establo del instituto de investigación

Si bien el acontecimiento generó controversias éticas sobre la posibilidad de abusos de la clonación en humanos y animales, la clonación de Dolly marcó un antes y un después en la ingeniería genética y sus diversas aplicaciones. Después de Dolly se logró la clonación de numerosos otros animales a partir de diversos tipos de células adultas (no solo mamarias), como ratones, vacas, cerdos, perros, gatos, caballo y otros mamíferos, incluyendo primates no humanos como los macacos. Actualmente, se está buscando usar la clonación para conservar especies en peligros de extinción o incluso repoblar el planeta con especies extintas, un asunto que también genera controversias. 

Los usos médicos de la clonación terapéutica están avanzando a pasos acelerados y contribuyen a la nueva rama de la medicina regenerativa: la clonación se utiliza para producir células madres embrionarias que generan células y tejidos específicos y permiten tratar enfermedades y lesiones. Combinando técnicas de edición genética (con nombres extraños como CRISPR-Ca9) con la clonación, se ha podido realizar la modificación precisa del ADN de los clones, con implicancias para aplicaciones biomédicas y agrícolas. Y así, el rápido desarrollo de vacunas y tratamientos contra las enfermedades infecciosas, como la vacuna contra la covid-19, se han beneficiado de los avances en la ingeniería genética. También los estudios sobre longevidad se están beneficiando de la clonación y la manipulación genética: organismos clonados pueden usarse como modelos para investigar terapias para afecciones como el cáncer, enfermedades cardiovasculares y neurodegenerativas que están vinculadas al envejecimiento.

Sin duda, el legado del embriólogo escocés sigue influyendo en la investigación y sus aplicaciones en la medicina, la reproducción, la agricultura, e incluso la sostenibilidad ambiental y el debate sobre sus implicancias éticas sigue abierto. 

 Tras las décadas transcurridas, ya no queda  duda: las ovejas siguen ocupando un lugar central en nuestro corazón, con apertura a otros órganos.


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