La peruanísima mecida


Una deuda incobrable despierta reflexiones sobre un arte popular 


En mayo de 2021 cerré un acuerdo de servicio profesional con un gremio y guardo la impresión de que ambas partes aceptamos satisfechas: ellos necesitaban una asesoría urgente de comunicación mientras que yo me enfrentaba a un maretazo de gastos imprevistos. La primera mitad de mis honorarios fue depositada en un tiempo prudente, pero el depósito de lo restante me tiene sumergido hasta hoy en el remolino de un diálogo insólito en el que mi interlocutor ha sabido mantenerme con un despliegue de argucias. He sido víctima, en otras palabras, del secular arte peruano que consiste en postergar indefinidamente una respuesta o un desenlace tratando de evitar la confrontación: la mecida. Mece, por ejemplo, el carpintero que recibió un adelanto y que se disculpa por no entregar el mueble, avergonzado primero y desparpajado después, aduciendo sucesivamente que no encontró madera seca, que luego debió esperar a que seque, que después se le estropeó la sierra, que días más tarde cayó enfermo y que hasta tuvo que viajar de improviso, en una retahila de episodios separados por ausencias inescrutables de las que el prestidigitador regresa con lamentos, zalamerías y otros ardides dirigidos a la parte blanda del corazón. Y mece, por supuesto, el funcionario que me contrató, con traje impecable en su foto de WhatsApp, quien durante estos meses ha sabido gestionar silencios y apariciones, disculpas y razones, promesas y decepciones: “Déjame ver qué pasó, te informo al toque”; “Hoy te confirmo fecha”; “Perdóname, lo veo hoy mismo”; “Acabo de ver tu llamada, perdona no haber podido contestar”; “Lamento el involuntario retraso, vuelvo contigo más tarde”; “La próxima semana cerramos el tema”; “Confírmame el saldo, por favor”; “Cambié de celular, ¿me lo envías nuevamente?”, “No es el saldo que tenemos anotado, pero lo solucionaremos”; y, finalmente, el último mensaje que tengo desde antes de Navidad: “Déjame llamarte por la tarde, por favor”.

Confieso que ya me cansé y que tal vez por eso esté publicando esto.

Suelo escribir para tratar de entenderme y también para sentirme acompañado, lo cual, en este caso, equivale a escribir para sentirme menos imbécil.

No he encontrado un estudio filológico del peruanismo mencionado, pero no hay que ser una lumbrera para intuir su origen: se mece a los bebés para que duerman y también nos adormilan las hamacas. Mecer, pues, es mantener en la indefinición a un deudor material o sentimental mientras se adormecen sus rabias, y el mayor logro artístico del mecedor es que la víctima llegue a sentirse avergonzada por hacer su reclamo, siendo el objetivo funcional que el perjudicado renuncie a él por cansancio.

Tal como los esquimales han creado nombres para los distintos blancos que los rodean, las sociedades bautizan con puntería los matices que traen sus taras. El lenguaje es, antes que nada, funcional. Haber acuñado a la mecida con una acepción alterna tan exacta quizá sea nuestra manera de aceptar la raíz cortesana de cómo nos relacionamos. Recordemos que el Perú ha tenido más años como territorio virreinal que como una república que debería premiar el mérito: acomodarse en la corte sin provocar demasiadas chispas, tal es el juego. Flotan en nuestras maneras el diminutivo para que las oraciones no raspen, los prolegómenos untuosos antes de presentarnos por escrito, los silencios amistosos que esconden posteriores ataques por la espalda. Es la cortesía como herencia de la corte y no como búsqueda auténtica de armonía; el milenario repertorio de acciones y palabras que evitan la confrontación mientras que a puertas cerradas se tejen las sogas para trepar al cogollo del poder; es la tentación de jugar a la mascarada en lugar de dar la cara, de ajustar las clavijas necesarias y de asumir las consecuencias con hidalguía, aunque este baile le quite productividad a nuestras relaciones; es la voz de este gerente que me ha prometido veinte veces una solución y a la que yo, entrándole al maldito juego, he querido fingirle comprensión.Pero basta. Algo tarde, he encontrado por fin mi propósito de nuevo año: ser un antipático al que le respetan los acuerdos, en lugar de un simpático al que le meten el dedo.

15 comentarios

  1. Paul Naiza

    «El arte de mecer» querido Gustavo, esta institucionalizado, hace tiempo atrás leí un artículo de MVLL relacionado a lo que describes hace más de una década atrás, y tomo un fragmento de ello.. » Si los peruanos invirtieran toda la fantasía y la destreza que ponen en unos a otros, en hacer bien las cosas y cumplir sus compromisos, este sería el país más desarrollado del mundo. ¡Pero que aburrido!». Lo único que evoluciona es el tipo de mecida quedan…. Y justo ayer conversaba con mi bro sobre la gestión de compromisos y el éxito que esto conlleva a la culminación de cualquier proyecto Siendo el secreto solo cumplir con muestros ofrecimientos(palabra).

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias, Paul, como siempre.
      O cumplir con los ofrecimientos o explicar por qué no los puedes cumplir: hacer perder el tiempo y la energía son intereses adicionales a la deuda.
      Un abrazo.

  2. Juan José

    Se atribuye a Genaro Delgado, una frase que podría ser el concepto estratégico del “arte de mecer”: “La deuda vieja no se paga y la nueva se deja envejecer”.
    Gracias por la reflexión, no más! Put The Finger!
    Abrazo
    Jota

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias, Juan José, por el complemento. Un abrazo.

  3. Claudia

    Gustavo querido!
    Siento que no estamos solos en la mecida…
    Por mi parte también quiero que se conozca que llevo enviando emails a un robot ( haga click para recibir ayuda)…el punto es que canjee un gift card por millas latam y hasta no me envían la confirmación y peor aún figura que mi pedido fue cancelado..
    Fui a la calle Arica 628 Miraflores. Nada
    Llame al tel. que me indicaron y su respuesta: por este medio no podremos resolver el inconveniente.
    Confieso que corrieron lágrimas de
    Impotencia no por desconocer el paradero de las millas sino porque de niña creía que era cuestión de tiempo y amor …y que en palabras de Mafalda..” puuuucha yo creí que era que el país comenzaba a avanzar…”
    Infinitas gracias por leer estas líneas…

    • Gustavo Rodríguez

      Claudia, al contrario, gracias a ti por desahogarte por acá.
      Deseo que tu reclamo llegue a buen término lo antes posible.
      ¡Cariños!

    • Sonia Zevallos Bustamante

      Totalmente identificada, hace más de 6 años me representó el abogado Mariano González, que luego llegó a ser «el ministro del amor», que además de ser el peor abogado, ya que se coludió con mi ex, y perdí a mis hijos y me quedé literalmente en la calle, me pidió»prestados» 10 mil dólares, «para poder continuar representandome, pues supuestamente tenía una deuda muy grande por pagar que le impedía enfocarse», siguió pidiéndome dinero que yo seguía prestando en la esperanza de recuperar lo que me habían quitado, siempre con la misma medida, «no me he olvidado de la deuda, el próximo mes me entra un dinero»…hasta que fue imposible cobrarla. Mi solidaridad contigo y espero que se solucione

  4. Marco Antonio

    ¡Qué necesario se hace en estos casos contar con un padrino! (Del tipo Don Corleone).

    • Gustavo Rodríguez

      ¡A veces tientan esas formas!
      Un abrazo.

  5. Valeria Vela

    A quien no le ha pasado no es Peruano….

  6. Javier Cáceres

    Asi es Gustavo. Y se mece no solo por necesidad, sino porque se puede, pues. Un primer gran error es trabajar sin un contrato, pero aún a pesar de tenerlo puede tomarte varias vidas ejecutarlo. Jueces y fiscales no ayudan mucho en un sistema legal que promueve la mecedora. Como bien dices, parece ser una herencia colonial. Una vez tuve que llamar a la madre y a la esposa de un acreedor para que lo presionen y pague. Evitamos sentir vergüenza por cobrar y hagámoslo con decisión. Suerte!

  7. Rodrigo González Rubio

    Mecidas las que recibí yo entre los años 2001 al 2009 en mis esporádicas incursiones en el estresante mundo de las ventas. La incapacidad que tenemos para decir Sí o No la experimenté entonces en mis potenciales pero evasivos clientes. «Llámame el lunes», «estoy en una reunión», «fin de mes lo vemos», «salgo de viaje», «tengo que conversarlo con mi pareja». Esto ocasionó que, incapaz de forzar una decisión de compra o de inflar los beneficios de un producto o servicio, fracasara en el rubro… con orgullo de no haberme convertido en una estrella de las ventas capaz de todo.

  8. Juan

    Gustavo, si a usted lo mecen, que será a nosotros los mortales. Ya no tenemos esperanza. Estuve atento al nombre de ese impresentable. Bueno, por alguna razón no lo mencionas. Échale al ruedo.

  9. Alguna vez alguien me dijo que al mecerme me hacía un favor, porque entonces así entendía más rápido como «son las cosas en el Perú»… El mecedor se convirtió en mecenas y su mecedera, un MECENAZGO mal entendido… 😉

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