¿Hay que vacar a Castillo?


Unos apuntes sobre la democracia mal entendida 


El fin de semana pasado conduje por la Panamericana Sur, una vía que antes de la pandemia era un muestrario de vallas publicitarias que se renovaban con frecuencia. Hoy languidecen viejas imágenes, pero una me hizo reflexionar durante un par de kilómetros: Keiko Fujimori, de cuando era candidata a la presidencia, con la camiseta de la selección peruana y un titular contundente: MERECEMOS VIVIR EN DEMOCRACIA.

Aquella valla debió haber sido plantada hace cinco meses, dos más que la presidencia de Pedro Castillo, y desde aquella tormenta electoral han empezado a sedimentarse algunas sospechas que el empolvado panel me ha llevado a ordenar.

La primera es que en dicha campaña existió el interés de uno de los grupos en pugna de encasillar al hoy mandatario y a sus aliados de entonces como una fuerza demoledora que nos iba a convertir en una Venezuela, Cuba o Nicaragua sin libertades. Quien escribe trató por entonces de calmar las ansiedades de amigos y lectores recordándoles limitaciones de liderazgo, de talento, de entorno y de la geopolítica que harían imposibles la conversión del Perú en una república “comunista” privada de democracia. A menos que usted sea un lector totalmente secuestrado por los algoritmos y que haya sido apresado sin escapatoria en el círculo de las noticias peor intencionadas –por no hablar de mentiras francas–, lo más probable es que coincida conmigo en que el verdadero peligro del gobierno de Castillo no es que se vuelva una dictadura, sino que se consolide como un régimen donde pueden campear ineptos y sinvergüenzas.

La segunda idea que se desprende de ello es que, nos guste o no, ser gobernados por cretinos es parte de la democracia.

Hugo Ñopo me recordó hace poco su mención en un artículo a Gabriela Vega Franco, cuando la politóloga decía que si la democracia se te hace cómoda, es porque no tienes una buena democracia. A menudo caemos en la facilidad de reducir la noción de democracia a una votación, lo cual equivale a confundir a la gasolina con el vehículo: la democracia es un sistema complejo y, sobre todo, una actitud social sostenida por voluntades individuales. Somos millones con una idea diferente de lo que es mejor para el país y, como no todas esas ideas se pueden poner en ejecución a la vez, es allí donde nace la importancia de generar consensos políticos en lugar de tratar de destruir las opiniones adversas. 

Es evidente que ser autoritarios e impacientes no ayuda a vivir en democracia y, a juzgar por cómo cada vez se piden más vacancias presidenciales y cierres de parlamentos, me atrevería a sostener que nuestros hogares no han ayudado a formar demócratas. Toda sociedad es producto de las familias que la conforman. Si en nuestras casas no se ha fomentado el diálogo, si las órdenes se deben obedecer solo porque sí y si el abuso es la constante, es natural que estas costumbres se trasladen a la hora de pensar en soluciones políticas: dime qué crianza han tenido nuestros líderes –y sus seguidores–, y te diré qué tipo de gobierno obtendrás a la larga. El autoritarismo doméstico es condición previa del autoritarismo social.

Es más fácil conseguir un ordenamiento por la fuerza que alcanzarlo por consenso: los gritos de un padre pueden ser muy efectivos en el corto plazo, pero la frustración contenida pasa una gran factura a la larga. Sí: en una dictadura las reformas se pueden hacer más rápidamente, pero el costo allí está, latente y esperando a explotar.

Dicho esto, y conociendo que a estas alturas ­–y tal como ha ocurrido con anteriores gobiernos– la actual gestión del Ejecutivo ha sembrado el aparato estatal de advenedizos, ¿debe el presidente Castillo ser vacado?

Mi opinión, por más que me tiente la alternativa del corto plazo, es que no.

La democracia no se fortalece realmente de esta manera.

Siguiendo el símil del vehículo, no es el botón de autoarranque el que soluciona a la larga los problemas, sino el mantenimiento diario del sistema: los medios usando lupas y linternas sin caer en fanatismos, la oposición vigilando, exigiendo y concertando; los jueces y fiscales aspirando a esa probidad que siempre será esquiva; los ciudadanos exigiendo reformas con firmeza y criterio de realidad.

Todo esto cansa con solo ser leído. Agota pensar en un trajín de esta clase durante los cinco años de un gobierno mediocrazo que tira para peor. Y, poniendo los platillos en la balanza, hasta empieza a ser tentadora la idea de que al apretar un botón todo mejorará con el reinicio. 

Una imagen seductora, sí; pero mucho más infantil.

Al reiniciar la máquina, el dinosaurio seguirá allí: nuestra clase política y las reglas con las que la elegimos no habrán desaparecido. Naturalizar la vacancia es aceptar que hemos tocado el más profundo de los fondos y que hemos renunciado a reformar la realidad con todo el trabajo que ello implica.

Es admitir que nunca entendimos qué es la democracia.

O que entendimos mal: que nos gusta la democracia solo cuando están quienes nos gustan. 

7 comentarios

  1. Paul Naiza

    Querido Gustavo, interesante punto de vista pero como diría Monterroso :“Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”…, y le agregaría que run run tambien!!!.

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias, Paul, por añadirle algo de humor a esta realidad.

    • Walter Jiménez

      Buen artículo, es la realidad de nuestra querida disq democracia. El dinosaurio carnívoro naranja quiere tragarlo todo a su paso… consecuencias: No les interesa.

  2. Erich Alza Ramos

    Buen dia Gustavo, Tu opinion en este articulo y segun reflexion personalizada es interesante….Pero Y a debemos Actuar con Decisiones Firmes, en funcion a Lideres con Talentos Formativos y Experiencias en los Eventos Actuales q se presentan en el Peru…..Ahora Con este Personal Reclutado imprevisto, no expertos, invitados desde su cocina en un momento a otro, mal presentados y No Enfocan vision de Pais hacia una solucionn u Objetivo……Simplemente Accionar y Variar El Rumbo para el Cambio…..o sino seremos fabrica de sombreros para ocultarse o perder Vision De Desarrollo

    • Juan Carlos

      (…) los ciudadanos exigiendo reformas con firmeza y criterio de realidad. Me quedo con el final de este parrafo. Falta criterio de realidad.

  3. Lucho Amaya

    Coincido con usted: NO… pero agrego, no ahora, no mañana… pasado mañana… ¿tampoco?
    Porque hay que recordar que un tonto con poder es máspeligroso que un malvado inteligente.
    Sin embargo aquí viene otro asunto… ¿Es realmente tonto Castillo?… El intentar que ascienden generales «familiares» ¿ha sido solo una tontería?… y dejamos que continue hasta el fin con sus actos «tontos»?
    Hay 3 ministros que ya hubiera cambiado que siguen campantes.
    La democracia debe resistir, de acuerdo, pero tampoco esperar hasta que dobleguen a la Democracia.
    Saludos
    No me despido sin mencionar que fui de los que votó por Keiko por considerar que el peligro mayor, contra la democracia, lo representaba Castillo… y sigue representándolo, en mi opinión.

  4. Jose Luis Correa

    Excelente artículo, no había caído en cuenta en esa comparación con el modo de crianza, capaz q puede explicar muchas cosas. Fue una deducción tuya o hay más análisis y sustento de eso?

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

veinte − cinco =

Volver arriba