Good bye, Lenin! 


La sorprendente actitud de un sector de la izquierda frente a la invasión rusa de Ucrania


Una de mis películas favoritas es Good bye, Lenin! (2003), dirigida por Wolfgang Becker. La trama es delirante y original: la madre del personaje principal es una fanática militante comunista en la República Democrática Alemana (Alemania del Este), que entra en coma pocas semanas antes de la caída del muro de Berlín. Cuando despierta ocho meses después, la utopía comunista es cosa del pasado: Alemania ha sido reunificada, y el mundo que ella conocía ha cambiado para siempre. Preocupado por lo que la noticia podría generar en la frágil salud de su madre, el personaje principal despliega toda una farsa alrededor de ella para que crea que nada ha cambiado y que sigue bajo el derrotado régimen soviético.

Parte de lo que hace brillante a esta película es lo divertido que significa pensar en un escenario así de inverosímil. ¿Se imaginan todo el esfuerzo que habría que realizar para que un engaño así se sostenga en el tiempo?

Sin embargo, cuando uno ve la forma en que cierto sector de la izquierda latinoamericana concibe el mundo hoy en día, vale preguntarse si la vida real no nos está regalando una versión incluso más absurda de la trama de la galardonada película. Los frondosos pronunciamientos de partidos y líderes de la izquierda local que tratan de justificar o atenuar la criminal invasión rusa a Ucrania, o la posición de congresistas de izquierda de negarse a debatir el tema en nuestro parlamento, parecen sacados del fanatismo polarizante que se vivía en lo peor de la Guerra Fría.

Vladimir Putin es un vulgar dictador. Suprime la libertad de expresión en su país, persigue y encarcela a líderes opositores, reprime con violencia protestas pacíficas y se atornilla en el poder, fortalecido por el miedo y su alianza con los poderosos. A la vez, impulsa leyes ultraconservadoras en contra de los derechos de las mujeres, los migrantes y la población LGTBQ, y apoya iniciativas que buscan destruir el multilateralismo en el mundo. De esta forma, pareciera ser el enemigo perfecto para una izquierda que busca ser progresista, esa que funda su acción política en la libertad, la democracia y el respeto a las minorías. 

Pero no. Todo eso se ignora bajo la premisa de que él representa una alternativa al viejo enemigo de la izquierda, el “imperialismo yanqui”. Como si denunciar el totalitarismo de Putin y los crímenes de guerra que viene cometiendo en Ucrania los obligase a abrazar la complicada e injustificable historia de la política exterior estadounidense.  Es una lógica anacrónica que responde a lo peor del mundo bipolar que acabó hace décadas con el fin de la Unión Soviética, pues incluso en ese entonces había quienes propugnaban el no alineamiento de los países del “tercer mundo”. ¿En qué mente simplista puede entenderse que denunciar un imperialismo significa apoyar a otro? 

Y hay que ver las justificaciones teóricas que se lanzan para ello. Se habla del expansionismo de la OTAN para justificar la agresión, obviando la permanente amenaza que sufre la soberanía de Ucrania. El régimen de Putin financia los movimientos separatistas en Ucrania e intentó volver a dicho país un satélite ruso (lo que generó grandes protestas ciudadanas en la llamada “Revolución de la dignidad”, el 2014, que terminó con el derrocamiento del presidente de entonces, hoy asilado en Rusia). ¿Ucrania no es libre de evaluar acciones para proteger su soberanía, como unirse a la OTAN, pero Rusia sí es libre de obviar toda regulación internacional para invadir y destruir a un país vecino? 

Esta izquierda despistada se compra completa la mentira rusa del esfuerzo por “desnazificar” una Ucrania supuestamente gobernada por la ultraderecha. Esto, pese a la clara posición prointegración europea del actual gobierno ucraniano, liderado por un presidente judío, que perdió a familiares en el holocausto. Incluso no tienen pudor alguno en compartir bulos camuflados como noticias, generados por ese gran aparato propagandístico de Putin llamado “Russia Today”, la agencia de noticias estatal rusa.

Así están las cosas. Habrá que contarle al director Wolfgang Becker que su película corre el riesgo de dejar de parecer una alucinada ficción para convertirse en una alegoría de parte de la izquierda en este lado del mundo. 

2 comentarios

  1. Eduardo Guibovich

    La izquierda de nuestro país es anacrónica. Sin ideas propias. Sigue mirando a oriente y piensa ver a la Unión Soviética como un espejismo. Al discutirle con información evidente e irrefutable, siempre sale el mismo discurso anti yanki y anti imperialista. Ya aburren! Igual que la derecha (la DBA) que sigue con la misma cantaleta, en donde mira a la izquierda de nuestro país y ven estatización, expropiación, comunismo y aún más delirante, sendero luminoso.

    Pareciera que uno ve el espejismo, delira, y el otro se la cree.

  2. Tony R.

    Pero en qué quedará ese discursos Anti Yanqui ahora que ven a Maduro y Biden cerrando negocios sin siquiera ruborizarse. Business son business, aquí las ideologías y desacuerdos explotaron en la cara de muchos; espero sirva para que dejen esa dialéctica anacrónica.

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