Esclavitud en el barrio 


Una noticia del fin de semana revela solo la punta del iceberg de un problema muy grave en nuestro país


Hace pocas semanas leí Roots: The Saga of an American Family —traducida al español como Raíces—, la monumental obra del escritor afroamericano Alex Haley, publicada en 1976. El libro narra la historia de Kunta Kinte, un joven africano capturado en Gambia y llevado como esclavo a Estados Unidos en el siglo XVIII. La trama está basada en la impresionante y obsesiva investigación genealógica de Haley y se presenta como una combinación de hechos y ficción. Roots ofrece un detallado retrato de la experiencia de la esclavitud, el racismo sistémico y la lucha de los afroamericanos para encontrar y afirmar su identidad a lo largo de los años.

Cuando Roots se publicó en 1976 tuvo un impacto inmediato, se convirtió en un bestseller y ganó el Premio Pulitzer. La adaptación televisiva del libro un año después fue vista por más de 100 millones de personas y generó un renovado interés en la genealogía y la historia afroamericana.

Los capítulos más impactantes y difíciles de leer son aquellos en los que el autor narra la pérdida de libertad de Kunta Kinte: su captura, comercialización, violento traslado a Estados Unidos y sus primeros momentos como esclavo, intentando infructuosamente escapar. La esclavitud debe de ser una de las tragedias más abominables creadas por el ser humano. Y, como nos lo recuerda una noticia difundida este fin de semana desde Lima, está muy lejos de ser un crimen que ha quedado en el pasado.

La información ha circulado mucho por redes sociales: este fin de semana, en el tranquilo barrio residencial de La Planicie, distrito de La Molina, la policía intervino una casa y rescató a 50 personas de origen asiático que estaban siendo explotadas. Esto fue posible gracias a que dos de ellas habían logrado huir y les contaron a los vecinos lo que estaba pasando. Las personas se encontraban privadas de su libertad, en condicionales muy precarias, obligadas a trabajar en un call center

Parece algo sacado de una inverosímil película de acción, pero, una vez más, la realidad supera con horror a la ficción. De acuerdo con la ONG CHS Alternativo, en el Perú se cuentan por miles los casos de trata de personas —conocida como la esclavitud del siglo XXI— y es una de las economías ilegales más lucrativas en el país, superada solo por la minería ilegal. 

Se le llama trata de personas al delito que involucra el reclutamiento, traslado y acogida de personas mediante la amenaza, uso de la fuerza, fraude, engaño o abuso de poder con el propósito de someterlas a explotación. Esta explotación puede manifestarse en diversas formas e incluye la explotación sexual, trabajos forzados o la servidumbre. A menudo, las víctimas son engañadas con falsas promesas de empleo o mejores condiciones de vida, pero al llegar a su destino son privadas de su libertad y sometidas a condiciones degradantes. La trata de personas es un fenómeno global que afecta a todos los países, ya sea como punto de origen, tránsito o destino de las víctimas.

En los últimos cinco años se han registrado en el Ministerio Público peruano cerca de 30 mil casos de trata de personas. Más de 16 casos por día. Casi la mitad corresponden a víctimas menores de edad. Y los especialistas coinciden en señalar que se trata de un subregistro y que se trataría de una cifra mucho más alta. De acuerdo con la Dirección contra la Trata de Personas de la Policía Nacional, de enero a julio de este 2023 se han rescatado en nuestro país a 1.699 víctimas de trata. 

Como lo recuerda una campaña lanzada por CHS Alternativo, el Congreso de la República está obligado por ley a convocar cada 23 de septiembre —Día Internacional contra la trata de personas— al Ejecutivo para que rinda cuentas de las acciones para enfrentar y erradicar este crimen. Sin embargo, desde hace cinco años ambas instituciones no cumplen con este deber. 

Hay varias preguntas que deben responderse: ¿por qué el Estado solo invierte 15 céntimos por peruano para protegerlo de la trata de personas? ¿Por qué todavía no se unifica el sistema de registro de víctimas de trata? ¿Qué acciones específicas están impulsando los gobiernos regionales dentro de su ámbito de competencia? ¿Por qué la brecha entre los casos de trata y las personas condenadas por este delito es tan grande?

La esclavitud no es un horrible recuerdo en libros de historia o literatura: es una realidad hoy. Y, lamentablemente, está a la vuelta de la esquina.


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