Eres gordo porque quieres 


Unos vasos de mi infancia me hacen reflexionar sobre una pandemia moderna 


Como todos los miércoles, la semana pasada fui a almorzar a la casa de mi madre y de mi hermano, y mi novia se apareció con un vino. Luego de descorcharlo, mi hermano puso sobre la mesa unos vasos verdes, pequeñitos, con cintura dorada, y me visitaron los domingos de mi infancia, esos en los que mis papás y sus hijos almorzábamos juntos por única vez en la semana.
Recuerdo con nitidez la Coca-Cola familiar que nos permitíamos ese único día, el chasquido de su destape y el burbujeo en cada uno de nuestros vasitos. La botella era de vidrio y tengo la impresión de que no alcanzaba a contener ni siquiera un litro: el vaso que nos tocaba era nuestra única ración y la agradecíamos haciéndola durar.
Luego de revisitar esos afectos, me fue imposible no comparar esos tiempos de acotadas dimensiones bebibles con los actuales, en donde las botellas plásticas de gaseosa pueden llegar a contener tres litrazos con la promesa de una multiplicación impresionante de servidas y eructos.
Fue entonces cuando recordé un artículo aparecido en The New York Times que da cuenta de una reciente reunión en Londres de los principales investigadores de la obesidad en el mundo. En estos días en que nos impresiona la transformación del actor Brendan Fraser en La Ballena, más nos debería impresionar que más del 40 % de sus compatriotas adultos sufran de obesidad. Y más nos debería preocupar todavía que, según el Ministerio de Salud del Perú, en nuestro país el 62 % de la población tenga sobrepeso, con las aciagas consecuencias emocionales, sanitarias y económicas que eso conlleva a mediano y largo plazo.
En dicho encuentro de obesólogos se estuvo lejos de llegar a un acuerdo unánime sobre las causas de este mal moderno, al que calificaron como una afección crónica y compleja, pero los especialistas sí llegaron a otro tipo de consenso: mientras se siga tratando a la obesidad como un problema de responsabilidad personal, se va a estar lejos de erradicarla.
Viviendo en una sociedad desigualitaria como la de esta parte del mundo, en mí no demoró en resonar esa frase de índole individualista que los más afortunados suelen repetir por aquí: que el pobre es pobre porque quiere. 
¿El gordo también es gordo porque quiere?
Las personas tenemos conciencias muy individuales y a veces resumimos esta condición diciendo que “cada mente es un mundo”. Olvidamos, sin embargo, que fuerzas más grandes y a veces imperceptibles inciden en la trayectoria de esos mundos y que, a menudo, decisiones gubernamentales, legislativas y corporativas pueden terminar afectando las vidas de quienes menos oportunidades tienen de resguardarse de ellas, como los niños y los más pobres.
Como nos lo recuerda el artículo que he citado, los especialistas admiten que no tienen una respuesta sólida para explicar por qué los humanos, en conjunto, nos hemos vuelto más anchos en los últimos cincuenta años. Yo, por supuesto, tengo menos autoridad que ellos.
Sin embargo, me es imposible leer esas declaraciones y no recordar los vasitos verdes de mi casa que hace más de cuarenta años rodeaban una botella más pequeña; lo raro que hubiera sido por esos años encontrar en una lonchera un tetrapack de jugo azucarado, lo grotesco que habría sido ver en los cines esos baldes enormes de canchita acompañados de vasos inmensos de gaseosa, la irrealidad de ver publicidad de pollo frito a cada paso que se da en la calle.
En realidad, ningún hombre es realmente una isla. Y si siente que lo es, quizá no se dé cuenta de que a nivel subconsciente es parte de un archipiélago.
¿Es casualidad que hace cincuenta años, junto con el ascenso de la obesidad en Occidente, haya ocurrido también el ascenso de una corriente que privilegia las utilidades empresariales por sobre el bienestar de las comunidades?
Quién sabe si no.
Dejo la pregunta para que alguien con más herramientas que yo la conteste, en tanto me alisto para bajar más esta barriga.


Pensar, escribir, editar, diseñar, coordinar, publicar y promover este y todos nuestros artículos (y sus pódcast) cuesta y nosotros los entregamos sin cobrar. Haz click en el botón de abajo para contribuir y, de paso, espía como suscriptor nuestras reuniones editoriales.


4 comentarios

  1. Jorge Ortega

    De acuerdo a los datos de World Obesity, el Perú ocupa el puesto 115 con 15.77% de obesidad muy por detrás de EEUU con 36.47% (puesto 14), Argentina 28.21% (puesto 28), España 25.49% (puesto 41), Chile 25.73% (puesto 40) y Francia 22.82% (puesto 67).
    La obesidad acarrea muchas enfermedades, causando millones de muertos e ingentes gastos a los gobiernos. Una política de salud contra este flagelo es una obligación. El cambio de dirección para combatirlo es urgente.
    La reseña de este artículo cómo culturalmente hemos cambiado a través de los años, consumiendo más azúcar y carbohidratos, tipifica perfectamente cuán importante es tomar atención para evitar excesos.

  2. Mariano Calderon

    Las utilidades empresariales vienen aparejadas de impuestos, 30% para el Estado que es un socio pasivo de la empresa, que no asume riesgo alguno ni gestión, pero que cobra si o si a fin de año, y todos los meses incluso por adelantado. El 50% de esos impuestos regresan a las comunidades vía canon, pero son los gobernadores los que por incapacidad o trapacería se lo roban. En la Macro Región Sur, todos esos gobernadores han sido socialistas, comunistas, izquierdistas y/o progres. Por cada puesto de trabajo minero por ejemplo, se generan 10 indirectos. Eso es el bienestar para las comunidades que el autor ignora.

    Es comprensible que un comunero desprovisto (por culpa de esos gobiernos regionales y del discurso político de la izquierda) tenga esa visión errada de la inversión, pero una persona instruida y leida, es por decir lo menos, absolutamente sorprendente.

    • Edu

      El autor habla de políticas públicas en salud, y… tu comentario va por la generación de empleo por la minería….

      No hay que ser ni comunero ni instruido leído para entender que el mundo no es binario de buenos o malos, de estado siempre ineficiente o empresario siempre malo. Hasta la distinción comunero – persona instruida es en sí un mismo error de binarismo (como si un comunero no podría ser alguien instruido… Discriminación?).

      Como diría Phillipe de Villiers (un mega empresario francés muy muy lejano de ideologías de izquierda) Hay ciertas funciones estatales «régaliennes» que no podemos tercerizar a un privado, por la simple razón que el fin de un privado no es el bien común, sino la rentabilidad

  3. Juan Carlos Tarazona Catacora

    Buen tema. Igual que en las cajetillas de cigarros se obliga a poner avisos de advertencia y con los octogonos de advertencia en los productos ultraprocesados, igual debería obligarse a poner los octogonos en las gaseosas, cerveza, licores, y restaurantes de comida rápida.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Volver arriba