En busca del oso hormiguero


Un llamado público para recuperar un capítulo importante de nuestra historia radial


Cuando era chico y acompañaba a mi madre como copiloto, mi labor era encargarme de la radio. En el equipo de su Nissan rojo había cuatro estaciones predefinidas: Stereo 100 y Telestereo 88, para cuando queríamos animarnos con algo de rock clásico, y RPP y CPN, para indignarnos con las noticias de finales de los 90. Si la opción elegida terminaba siendo RPP, siempre guardaba la esperanza de que la voz del locutor de noticias fuese interrumpida por Michelle de Los Beatles, en la versión interpretada por el grupo Yawar. Eso significaba que mi microprograma favorito estaba por empezar: Crónicas del Oso Hormiguero, con el gran poeta peruano Toño Cisneros como anfitrión.

En una entrevista para Ideele, Cisneros cuenta que el proyecto fue idea de Manuel Delgado Parker, propietario de RPP, quien quería un microprograma de crónicas orales. La historia del nombre es notable y dejaré que el propio poeta la cuente: “Busqué el nombre, y le puse Las Crónicas del Oso Hormiguero; en primer lugar, por un acto de profunda pereza, porque para no pensar me copié a mí mismo: uno de mis libros más famosos era Canto ceremonial contra un oso hormiguero. En segundo lugar, sirvió para que la gente te pregunte por qué se llama ‘el Oso Hormiguero’. Nadie se olvida de ese nombre. Y, en tercer lugar, la gente me obligaba a mentir, pues decía que el oso hormiguero tiene una lengua larga, y así es en la radio y patatín, patatán… Mentira: en realidad, me dio flojera inventar un nombre y me copié a mí mismo”.

Las crónicas eran diversas. Podía contar anécdotas de viaje, leer fragmentos de un libro que le había gustado, despotricar contra las palomas que habían invadido su escritorio, por mencionar algunos ejemplos que logro recordar pese a que han pasado más de veinte años. Era un placer escuchar su voz rasposa compartir diversas anécdotas de forma coloquial y con mucho humor, como si los radioescuchas fuésemos sus amigos de toda la vida y nos lo hubiéramos encontrado caminando por Miraflores con ganas de conversar. 

Cuando Antonio Cisneros falleció en el 2012, muchos de los mensajes de pesar en redes sociales hacían referencia a ese espacio radial y no a su célebre obra poética. Su voz llegó a más personas que las páginas de sus libros.

Si he recordado este programa fue a raíz de la estupenda biografía que acabo de leer sobre el escritor chileno Pedro Lemebel, Loca Fuerte. Retrato de Pedro Lemebel, por Oscar Contardo. En él, Contardo habla sobre el exitoso programa radial que tuvo Lemebel, Cancionero, en Radio Tierra, donde el escritor leía crónicas, acompañadas de música que él seleccionaba personalmente para cada episodio. Una selección de esas crónicas fue luego reunida en el libro De Perlas y Cicatrices, y los audios de algunos de los episodios se encuentran en YouTube.

En el caso de Crónicas del Oso Hormiguero, Cisneros nunca las compiló en un libro, y tampoco hay episodios compartidos en YouTube. He buscado en Internet, y lo único que he podido encontrar es un fragmento de uno de los capítulos transcrito en un artículo del escritor Orlando Mazeyra Guillén, quien en 1996 tuvo el buen juicio de poner en blanco y negro lo que Toño Cisneros estaba contando en la radio. Les comparto un fragmento del fragmento:

“Ahora que ha salido el sol, he rescatado mi vieja bicicleta. Estaba anteayer pasando por el malecón de Barranco (creo que, en este caso, el «malecón de los ingleses») y paré frente al departamento de Julio Ramón Ribeyro. Allí vi la casa vacía y parece mentira que ya no esté entre nosotros hace más de un año. Ese departamento: con su terraza sobre el mar para los buenos tragos del verano, y su cálido estudio de madera para los buenos tragos del invierno. Ahí hemos visto grandes partidos de fútbol (lástima que Julio Ramón era de la «U»). Pero, en general, fue un lugar de conversaciones torpes o sabias: hablábamos de todo lo divino y de todo lo humano… rara vez de literatura, muy rara vez, casi como si estuviera prohibido. Dicho sea de paso, con mis amigos los escritores, y sobre todo con los poetas, nunca se habla de literatura”.

No existe más en Internet. Ni por escrito, ni en audio. Y ahí no termina la tragedia. Le pregunté al periodista Renato Cisneros si RPP podía tener en su archivo algunos de estos programas y me contó que no, que él había intentado recuperarlos, pero que en la radio no quedaba nada. Como si el oso hormiguero nunca hubiese pasado por el local de Paseo de la República. 

Esta tragedia no es la excepción, sino que ha sido la regla por mucho tiempo: no hemos sabido archivar y proteger el patrimonio audiovisual en el país. Se han perdido casi todas las películas peruanas de los años 30 y 40, no hay registro conocido del debate entre Luis Bedoya y Jorge Grieve para la alcaldía de Lima en 1966, el cual fue primer debate electoral televisado de nuestra historia; no se ha guardado los episodios completos de la exitosa telenovela Los de arriba y los de abajo, la cual fue un hito en los 90 al tratar, desde la ficción, temas sociales del momento con una mirada crítica y realista. Y los ejemplos podrían seguir. Durante mucho tiempo no se entendió el valor histórico y cultural que tienen este tipo de productos, o no se tuvo la capacidad técnica para asegurar su preservación. El periodista Óscar Bermeo lo dice claramente en esta nota de El Dominical: “Durante mucho tiempo, la preservación del patrimonio audiovisual no ha sido una prioridad del Estado ni de agentes particulares. Es conocida la práctica de varios canales de televisión de regrabar sobre las cintas o casetes que contienen material antiguo. Por abaratamiento de costos o desidia archivística, con estos actos se fue boicoteando nuestra memoria audiovisual”.

Pero la idea de este artículo no es solo lamentar la negligente gestión de nuestro patrimonio audiovisual, quiero incluir también un llamado a la acción muy concreto. Hay personas que eran fanáticas de Las Crónicas del Oso Hormiguero y pueden haber grabado desde casa unos cuantos episodios. Tal vez algunos de ellos aún guarden algún casete en el garaje o al fondo de un cajón. A diario se descubren de forma fortuita grabaciones que se consideraban perdidas para siempre, por lo que me permito tener esperanza en nuestro caso. 

Si conocen a alguien que podría haber grabado algunos episodios, compártanle este artículo e invítenlo a contactarme. Estaría feliz de coordinar con ellos la digitalización de los audios y compartirlos con el mundo. Ayúdenme a recuperar la voz del oso hormiguero.


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