Un envío desde Arabia Saudita, en el inicio de este mes sagrado
Nora Al-Jindi es una educadora saudita con más de una década de experiencia en el ámbito académico empresarial. Es una apasionada defensora de la integración de la tecnología en la educación para preparar mejor a los graduados a la hora de incorporarse al mercado laboral. En la actualidad es la presidenta del programa de marketing de la Universidad Dar Al-Hekma de Arabia Saudí. Formó parte del Yale World Fellows Program el 2021.
El Ramadán, el noveno mes del Calendario Hijri, es una conmemoración que los musulmanes esperan cada año. Durante este mes los musulmanes se reúnen, se conectan, celebran y reflexionan. Los preparativos para dar la bienvenida al mes sagrado comienzan con la decoración de las casas, los centros comerciales y las ciudades, el aprovisionamiento en los hogares de dátiles, dulces y otros alimentos especiales, y la preparación del atuendo del Ramadán.
Afortunadamente, en los últimos años el Ramadán ha coincidido con el lanzamiento de Visión 2030, lo que ha moderado las rígidas restricciones religiosas y ha permitido a las personas celebrar este importante mes en todo el reino. Visión 2030 fue lanzada en 2016 por el gobierno saudí para transformar el país en una nación competitiva, una sociedad vibrante y una economía próspera. Estos pilares se tradujeron en varios programas que pretenden, sobre todo, mejorar la habitabilidad, promover la cultura y el entretenimiento, y crear un entorno de empoderamiento para la población local.
El Ramadán de los años 2020 y 2021 fueron experiencias que no quisiéramos recordar, porque el encierro por la pandemia del covid evitó las reuniones sociales y limitó las oraciones durante la noche (tarawih) y las cenas antes del amanecer (suhūr). La pandemia nos ha hecho apreciar lo importante que son estos rituales del Ramadán, especialmente cuando ya no podíamos reunirnos. Sin duda, cada uno de nosotros pudo ayunar y rezar en su casa, pero el Ramadán quedó desprovisto de su esencia.
El valor del vínculo social entre los miembros de cualquier sociedad se manifiesta a través de sus interacciones diarias. El calor que absorbemos, como humanos, al compartir y convivir aumenta nuestro bienestar y nos impulsa a ser productivos. Como seres humanos, prosperamos por la conexión. Obtenemos valor a través de la asociación y el relacionamiento. La paz espiritual que llena nuestros hogares durante este mes sagrado enriquece todas las relaciones. La calma que exhiben los que ayunan enriquece el alma en ausencia de todos los placeres materiales.
A pesar de estar ayunando desde el amanecer hasta el atardecer, los musulmanes podemos realizar nuestras tareas diarias. Acudimos a trabajar durante el día, realizamos nuestras tareas, nos preparamos para el iftar —la cena con la que se rompe el ayuno al atardecer—, rezamos y leemos el Corán. El Ramadán es el mes en el que se reveló el libro sagrado a Mahoma. Por ello, los musulmanes intentan leer un capítulo cada día para completar el Corán al final del mes sagrado.
¿Cómo es un día típico de Ramadán? Cuando se anuncia la llamada a la oración de la mañana (fajr), nos abstenemos de cualquier fuente de placeres materiales y físicos. Las dos últimas horas antes de la puesta de sol son las más ajetreadas, porque todo el mundo se apresura a preparar las cosas antes de la hora de romper el ayuno. El tradicional café árabe y los dátiles son imprescindibles, además de la sopa, la ensalada, los pasteles y el postre. Los platos especiales y los zumos solo se colocan en las mesas del comedor en Ramadán. Las familias tienen un calendario para sus reuniones: dónde y cuándo se reunirán para el iftar durante este mes. En la mayoría de los hogares, el Ramadán es memorable, porque el iftar es una de las pocas ocasiones en que todos los miembros de la comunidad comen juntos al mismo tiempo.
El impulso de compartir y dar se magnifica durante este mes sagrado. Se ven adolescentes cerca de los semáforos, distribuyendo agua y comida para que la gente rompa el ayuno mientras está en sus coches. También se puede ver cómo se sirven comidas alrededor de las mezquitas para todos los que acuden a rezar. Tras completar el mes de ayuno, el gran día de la fiesta se celebra con las oraciones del eid —el festín luego del Ramadán—, seguidas de un gran desayuno de arroz y carne en casa de los abuelos.
Este año anticipamos el mes con la máxima ilusión: rezar en la mezquita todas las noches, visitar La Meca —la Mezquita Sagrada—, ir a Medina —la ciudad del Profeta— y recibir a musulmanes de todo el mundo.
El poder de la cultura y la tradición es inmenso, especialmente cuando los individuos se enfrentan a contextos difíciles. En tiempos turbulentos, lo que ancla a los miembros de la sociedad es la tradición que abrazan. La cultura es la base sólida que guía a las personas cuando se enfrentan a la incertidumbre. Detenerse a reflexionar y apreciar nuestra espiritualidad fortalece nuestro bienestar y ayuda a restablecer nuestra brújula interna.