Esos ricos que se preocupan por los pobres


Un exabrupto nos recuerda una falacia que debe ser combatida


Me acabo de topar con el segmento de un programa deportivo en el que, no sé por qué razón, un comentarista peruano se puso a hablar de política con una exaltación sorprendente. En el video que adjunto, el hombre del micrófono le cuenta al público sus diferencias políticas con dos periodistas y relata que cuando uno de ellos le preguntó qué significaba para él ser un «caviar» –presumo que para trazar la cancha de la discusión–, él le respondió: 

–Caviar eres tú, pes huevón, que defiendes a la izquierda y te vas con tu Audi a Asia [mientras] yo me trepo al bus. 

Si para conocer el nivel de la discusión política de un país hay que asomarse a sus medios, este episodio constituye una buena sonda.
Es tentador explicar situaciones complejas con asociaciones simples, pues el mundo parece así un lugar más fácil de asimilar. Sin embargo, este acercamiento básico a la realidad trae como consecuencia, entre otras cosas, que nos distraigamos con calificativos superficiales que separan a la sociedad en bandos y que anulan un posible entendimiento de las partes y del problema. 
Al menos, partamos de una certeza: los asuntos del mundo no se pueden catalogar en pares de etiquetas. Digamos que ese tipo de expresión que dice que «existen dos clases de personas» solo tiene sentido en la ficción, donde, en nombre del entretenimiento, los guionistas nos hacen fantasear con atajos que simplifican el universo. 
Pero la vida real no es escrita por escritores.
Para el comentarista deportivo a quien me he referido –y para muchas personas más–, un mundo más seguro y fácil de digerir sería aquel en el que todos los rusos están a favor de la invasión a Ucrania, en donde todos los argentinos sin excepción son fanáticos del fútbol, en donde todas las madres son abnegadas, en el que los que visten de blanco son los buenos y los de negro son los de cuidado, y en donde todos los que defienden a los pobres… deben ser pobres.
En este mundo fácilmente entendible para los infantes, sería extraño que un heterosexual se solidarice con un homosexual que acaba de ser apaleado, o que un blanco haya estado a favor de los negros que luchaban por sus derechos civiles. 
Porque, claro, solo un negro debería ser antiesclavista.
Quizá no sea estrechez de miras lo que explique la vehemencia de este discurso, sino la velada defensa de un sistema que proclama a la caridad como la mejor manera de cambiar la desigualdad del mundo. Es decir, una falsedad maquillada de valores humanos. 
Dicho esto, no me cuesta nada imaginarme al referido comentarista deportivo lanzarle una frase como esta a su colega:
–¿Quieres ayudar a los pobres? ¡Dónales tu Audi, pues!
La mala noticia es que ni aunque todos los dueños de autos alemanes del mundo donaran sus vehículos a los pobres, la desigualdad planetaria sería revertida.
La acción individual, aunque se organice masivamente, no es suficiente para transformar el actual sistema socioeconómico a través del desprendimiento. Ninguna Teletón es una panacea de largo plazo. Lo único que puede ser efectivo para acortar en el tiempo las brechas escandalosas entre los pocos que acumulan la mayoría de la riqueza y los muchos que sufren para subsistir, es una transformación de las políticas públicas. Es decir, estados que reformen la manera en que la riqueza tiende a circular de generación en generación en el mismo entorno; políticas que abran el acceso para que los niños que por azar no nacieron en entornos acomodados tengan, al menos, un punto de partida que no sea muy lejano.
Siempre me ha llamado la atención que los pobres no suelen ser virulentos con sus semejantes que defienden a los ricos, pero que los ricos sí suelen ser extremadamente críticos con los suyos que defienden a los pobres.
Lo cual implica que quizá me esté equivocando de cabo a rabo.
Es posible que, en el fondo, ese comentarista deportivo no sea solo un representante de la oligofrenia. Tal vez, simplemente, se trate de un ejemplo más de cómo quienes pertenecen a esos recintos que se saben a salvo de la pobreza ven como traidores de clase a quienes desean abrir un poquito la puerta.
Nada enajena más que la posibilidad de perder un privilegio cuando no eres tan consciente de ser un privilegiado.
Lo vimos en las recientes elecciones peruanas y lo acabamos de constatar con ese inefable comentarista deportivo.

19 comentarios

  1. Paul Naiza

    Interesante punto de vista Gustavo. Mucho análisis que hacer…

  2. Mario

    Esta escrito de una manera muy sencilla, pienso lo mismo sin necesidad de mucho esfuerzo. Pero me parece increíble que muchas personas no lo entiendan. Creo que más bien no lo quieren entender. Falta de empatia, exceso de egoísmo, ganas de no meterse en líos?. Que será será.

    • Gustavo Rodríguez

      What ever will be, will be.
      Un abrazo.

      • Miguel

        Siempre me ha llamado la atención como las palabras oligarquía y oligofrenia comparten una misma raíz. Bajo la premisa de esta publicación, la “poca capacidad mental” (“oligos”=poco) bien podría entenderse como “la incapacidad de comprensión de unos pocos privilegiados”. Y la oración: “Nada enajena más que la posibilidad de perder un privilegio cuando no eres tan consciente de ser un privilegiado” me pareció genial. Saludos.

        • Gustavo Rodríguez

          Miguel, muchas gracias por tu aporte al debate.
          Un abrazo.

  3. Gloria Dunkelberg

    Cómo siempre, hoy más que siempre, tu lucidez .me rompe los esquemas y me.zamaquea las ideas.Hsy frases que voy a anotar para leerlas cuando no entiendo a mi pais. Y por supuesto, como siempre, la poesía se mete por ahí, elevando el valor y el color de las palabras. Lo leo de nuevo y apunto. Gracias

    • Gustavo Rodríguez

      Gloria, qué generosidad.
      De esa que tanta falta nos hace.
      Muchas gracias.

  4. María Fe Saavedra

    Estoy leyendo Winner take all de Anand Giridharadas. Va en la onda de tu reflexión. Te lo recomiendo

    • Gustavo Rodríguez

      Muchas gracias, María Fe.
      Anotado.

  5. Tuve un acercamiento a la introducción del libro «De qué colegio eres» (Reátegui, Grompone, Rentería) y claramente se nos revela el círculo privilegiado desde donde se deciden muchas cosas en el país, asuntos políticos y económicos por supuesto. Pero sobre todo la ósmosis con que este círculo se mantiene, evoluciona, protege y procura ser más grande siempre enarbolando un discurso adulterado que pretende hacer entender que lo que se busca en realidad es el beneficio de la mayoría. El tema es que la lucha es desigual, efectivamente, no se parte del mismo sitio, la cuesta es más pronunciada para esta mayoría y muchas veces no se sabe cómo hacer para acortar las distancias ni mucho menos para reducir la pendiente. Toca aleccionar, difundir, protestar, alzar la voz, tomar conciencia, enojarse ante las injusticias, ser honesto y auténtico, ser empático y condescendiente, decir la verdad y sobre todo buscar el cambio, sin desánimo y moviendo las tuercas que tengamos a la mano. El sol es el mismo para todos, la sangre no tiene otro color en otras personas, hay que cuidar al Perú.

    • Gustavo Rodríguez

      Gracias, Javier, por tus vibrantes palabras.
      Un abrazo y un buen fin de semana.

  6. GUSTAVO ADOLFO RUIZ

    Gracias Gustavo. Además, me gustó tu nivel de autocrítica: «Lo cual implica que quizá me esté equivocando de cabo a rabo.»
    Me he salido de diferentes grupos de whats app, justo porque me doy cuenta de que hay grupos en donde no puedan percibirse como beneficiados del azar de los privilegios, grupos en donde los comentarios se reafirman en la condescendencia de los likes, y que además simplifican sus lecturas a un nivel en que no sobrevive el pensamiento crítico. Es una pena, porque en esos grupos disfrutaba de trivialidades, pero cuando se abordaban temas más serios, las posiciones intolerantes a pensamientos más abiertos, eran rechazados, con burla, memes, insultos de barras del fútbol y sarcasmo colegial.

    • Gustavo Rodríguez

      Lo penoso es que se trata de un fenómeno que excede al Perú. El mundo parece afrontar un cambio de narrativas y estamos en ese proceso tumultuoso. ¿Cuál prevalecerá?
      Un abrazo.

  7. Kique Bossio

    Es que no se trata de que todos seamos iguales para abajo (todos pobres) sino cada vez más haya menos pobres.

  8. Muy buen artículo, claro, contundente, certero y no por breve menos profundo.
    En todo orden de cosas, en la vida, el amor y el dolor, la entrega y el egoísmo; en la física, química y todas las ciencias naturales, por cierto mucho más en las ciencias sociales, hay un infinito universo de posibilidades, matices, colores, tonos y en lo que toca el alma humana, no siempre 2+2 es 4.
    Necesitamos apertura mental, disposición para acercarnos y entender lo nuevo, lo no familiar y desconocido y para abrir nuestros afectos a personas que inicialmente podemos ignorar porque no las conocemos y hasta hemos aprendido a temer.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

seis − 3 =

Volver arriba