El mundo político de Barbie


Opinar y protestar también es jugar 


El viernes pasado, la crítica feminista Andi Zeisler escribió en The New York Times que si bien Barbie nunca había sido un gran símbolo, siempre ha servido como un excelente espejo.

Esta semana en que el mundo ha sido invadido de rosado, hemos visto una vez más que Barbie logra capturar la imaginación de millones y nos demuestra su capacidad para servir de recipiente para que nosotros lo llenemos de contenido, algo que ha permitido su uso en la protesta peruana  del jueves 19 pasado, colándose incluso en la campaña electoral el España.

Desde que apareció en el mercado en 1959,  Barbie nunca ha dejado de ser objeto de análisis y crítica. Al principio, porque fue una de las primeras muñecas que le permitían a las niñas imaginarse de adultas como algo más que como madres. Estaba lejos de las muñecas en forma de bebés que promovían la idea de la feminidad ligada al cuidado.

Con curvas que las feministas llevan décadas criticando por ser imposibles de alcanzar, los labios sensuales, los ojos inmensos y la pelambre rubia platinada, Barbie aparecía en el momento en que empezaba a cuajar la revolución sexual que, de manos de la píldora anticonceptiva, sacudió el mundo en la década de los 60. La primera Barbie llevaba una ropa de baño ceñida, negra con blanco, pero poco tiempo después el rosado se convirtió en su color, y ahora asociamos gran parte de esa estética color chicle globo con la muñeca: su casa, su carro y todos sus accesorios de plástico son de ese color.

De niña fui fanática de Barbie. Coleccioné varias muñecas con sus accesorios, incluyendo a la “Hispanic Barbie”, que salió en los tempranos 80 y que con su piel canela, ojos pardos y pelo negro se acercaba un poco más a cómo me podría ver el incierto día en que dejara de ser una niña flaquísima vestida con overol y zapatillas. Sin duda, uno de mis accesorios favoritos era una minimaleta de cuero —qué aún conservo— donde empacaba toda la ropa que llevaba a los miles de viajes que emprendía usando el Atlas, aprendiendo de paso las rutas para viajar de Tetuán a Oran en aventuras dignas de Indiana Jones.

Estoy segura de que gran parte del éxito de la muñeca ha sido que le ha permitido a muchas niñas imaginarse un futuro, una posible vida y eso es lo que Mattel, la compañía que la produce, ha intentado hacer, otorgándole todo tipo de profesiones y ocupaciones, fabricándola con diferentes colores de pelo y de piel y vistiéndola incluso como general del Ejército y de la Marina estadounidense (busquen Army Barbie). La han hecho de todas las nacionalidades y se dice que por un tiempo la más pedida fue la que tenía forma de sirena.

Una de las mayores críticas a la Barbie es que hipersexualiza a las mujeres y las limita a su aspecto físico. Pero, a pesar de todo, ha seguido perdurando en nuestra imaginación porque, como dice Zeisler, nos sirve de espejo. Algo de esto ha quedado demostrado con la película de Barbie, ya que en todas partes su marketing se ha convertido en parte de una conversación más extensa sobre la sociedad, llegándose a convertir en un espacio desde donde ejercer la crítica de lo que está sucediendo en la política.

En el Perú, en la marcha del 19 de julio, se vieron dos representaciones de Barbie que hacían referencia a la presidenta Dina Boluarte: la Barbie dictadora y la Barbie genocida.

Ambas toman la estrategia de marketing de la película con la caja rosada y la convierten en una manera directa de criticar las acciones de la presidenta. Los detalles de la piedra junto a la “genocida”, así como los mensajes de “Maten” en vez de la marca Mattel, o “viene con garantía de impunidad” e “incluye balas dum dum y lacrimógenas” dejan poco a la imaginación sobre lo que se piensa de la presidenta. Así, Barbie se convierte una vez más en un contenedor listo para ser llenado, un espejo para reflejar lo que nos molesta de nuestra sociedad. 

Pero como ya lo mencioné, este recurso de creatividad no está limitada al caso peruano. En España, donde las elecciones se están produciendo hoy día, lo que se ha utilizado es el cartel de la película.

Aquí vemos a la candidata de la coalición de las izquierdas, Yolanda Díaz, manejando el Corvette de la Barbie, con una línea que dice que “Ella es lo más”, mientras que a Pedro Sánchez se le presenta con un mensaje que dice “Él es simplemente Ken”, dejándolo como un accesorio, esa posición extraña que ocupa el novio de la Barbie. Un cartel que dice tan poco tiene un mensaje bastante directo sobre la situación política en España.

No sabemos cuál será el resultado de esta elección tan reñida, pero sí sabemos que aún si sobreviviera Sánchez, perderá poder, y dependerá de Yolanda para gobernar. Confieso que no sé qué ocurre realmente en la película, pues hasta ahora solo he visto avances. Ignoro también si habrá más marchas contra la presidenta peruana en las semanas que vienen, o si tendrán alguna repercusión más allá de mostrar el hartazgo con un régimen donde pueden morir más de 60 personas sin ninguna consecuencia. 

Lo que sí me queda claro es que la Barbie nos dará más oportunidades de levantar un espejo a nuestra altura para ver qué resulta reflejado.


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