Algunos pódcast peruanos nos recuerdan que la verdad es el punto de partida mínimo
En el ecosistema peruano de los pódcast en YouTube, supuso un hecho bastante llamativo que Philip Butters acudiera a los sets de varios de ellos para ser entrevistado. A veces, como él mismo confesó, las entrevistas ocurrieron a solicitud suya. Aun así, en ningún caso sus anfitriones consiguieron enfrentarlo desde una posición de ventaja.
Cualquiera que haya sido testigo de la personalidad pública de Butters tendrá claro que es un sujeto que no escucha a sus interlocutores, que interrumpe, que alza la voz y luego la transforma en un susurro cuando le conviene, que su formato favorito es el monólogo y que no dudará en torcer la verdad si hace falta, más ahora que —todo indica— también ha decidido ser candidato presidencial del partido político Avanza País.
Tener claro todos esos puntos no evitó, por ejemplo, que su paso arrasador por el programa Escuchamos y Juzgamos,del canal MADI, hiciera a los anfitriones pelear entre ellos y generara una implosión que al día siguiendo devino en la cancelación del programa. Y es que, a pesar de sus esfuerzos, a pesar de toda la indignación que manifestaron, ni Juliana Oxenford, ni Jean Carlo Manrique (alias Tobi), ni Katty Villalobos —conductores del programa— pudieron detener la metralleta de falsedades de Butters.
Su operación fue la misma que ya había ejecutado en otros pódcast: señalar como mentiroso a quien intentara confrontarlo con afirmaciones que el conductor ha hecho en el pasado. Así, días antes, en el programa Ouke, al ser acorralado por la periodista Alexandra Ampuero por haber afirmado en 2011 que él patearía a lesbianas si las encontrara besándose en la puerta del nido de su hija y por haber dicho en 2017 que el futbolista ecuatoriano afrodescendiente Felipe Caicedo no era humano, sino «un mono, un gorila», Butters se empeñó en repetir que aquello no era cierto, incluso cuando frente a él se transmitieron, al aire, las grabaciones en que efectivamente lo decía. «Tienes un problema con la mentira y con descontextualizar», concluyó Butters sobre las pruebas de Ampuero.
Después de aquel recorrido «victorioso» por esos pódcast limeños, Butters, en un mal cálculo, decidió dirigirse a Puno. Allí, la violencia que le cayó encima tras salir de su entrevista en Radio Juliaca La Decana demostró que los puneños sí recordaban bien cuando, en el marco de las protestas de diciembre de 2022 y enero de 2023, el conductor calificó de terroristas a quienes se manifestaban y preguntó a un general de la policía por qué no les disparaban, indolente a las muertes que por entonces ya sucedían en la región altiplánica y en otras ciudades del país. No importó que Butters, minutos antes, hubiese intentado explicar que estaban sacando sus palabras de contexto.
El caso de Butters, por supuesto, no es el único. Diversos personajes de la política peruana y del internet peruano llevan tiempo negando la realidad. Unas veces son declaraciones del pasado; otras, hechos concretos. Algunos, muy al estilo de Donald Trump, etiquetan como fake news a aquello que ya es historia. Es el caso de Augusto Peñaloza —alias Tío Rockefeller—, un invitado recurrente en la parrilla del canal de YouTube de Carlos Orozco. Hasta hace no mucho, Peñaloza —un empresario del mundo inmobiliario— participaba con considerable sensatez y calma en las conversaciones a las que lo invitaban. Pero en las últimas semanas la situación ha cambiado. En sus encuentros en el set con Pablo Saldarriaga —actor, músico y conductor del programa Nadie se Salva—, Peñaloza pierde los papeles una vez por semana en su intento de encarnar al fantasma de Butters: un sujeto que no escucha a sus interlocutores y que intenta sostener que todo lo que afirman es «narrativa» o «percepción».
Por suerte, distinto es el caso del periodista Christian Hudtwalcker. A pesar de que evidentemente se trata de mi enemigo ideológico, en los últimos meses Hudtwalcker ha demostrado, tanto en su propio pódcast Fuera de la Tele, como en entrevistas que ha brindado en otros canales peruanos de YouTube, que sabe perfectamente hasta dónde llega la realidad y en qué momento comienzan los inventos. Su paso por los programas Ouke y Brutalidad Política lo deja muy claro. Menciono su caso para que quede constancia de que aquella distancia frente a la realidad no necesariamente está anclada a un aspecto ideológico (aunque quepa preguntarse por qué en tantos casos sí parece desprenderse de él).
En medio de este panorama político y cibernético, destaca la figura de Víctor Caballero —alias Curwen—, y particularmente la reciente estrategia que ha diseñado para sus entrevistas en el programa antes mencionado: Brutalidad Política. Las entrevistas —que duran cerca de noventa minutos y en las que ya han participado Butters, Peñaloza y Hudtwalcker — se organizan alrededor de una serie de premisas que Curwen va soltando a sus invitados, solo para enseguida preguntar: «¿estás de acuerdo o no?».
Premisas del tipo:
«La crisis política actual inició en 2016, cuando Keiko Fujimori no quiso admitir su derrota frente a Pedro Pablo Kuczynski en las elecciones presidenciales».
O también:
«Rafael López Aliaga no debería ocupar ningún cargo público».
Es decir: premisas asentadas en la verdad o al menos en la lucidez. Premisas que puedan fijar una base común de realidad entre el entrevistador y su entrevistado, de tal forma que la conversación o el debate pueda verdaderamente ocurrir. Y es más: si acaso sus entrevistados se resisten a aceptar tales premisas como ciertas, Curwen pone al frente los argumentos, los datos y las pruebas que las sustentan, y no pocas veces consigue que sus invitados reculen y acaben por darle la razón.
Creería que esa misma estrategia es la que hace falta, no solo en los pódcast, sino en las discusiones que, en estas semanas, sospecho que muchos de nosotros andamos enfrentando o esquivando. El establecimiento de un mundo compartido. Más allá de cómo se esté perfilando nuestro futuro voto en 2026, la constancia de que existen verdades en las que todos podamos estar de acuerdo.
Por ejemplo:
«Tirar piedras a la policía durante una protesta no te hace merecedor de recibir un balazo en el pecho».
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