Decálogo para narrar


Diez intuiciones convertidas en hábito


Desde hace unas semanas El Dominical del diario El Comercio viene solicitándole a diversos artistas un decálogo personalísimo de máximas sobre sus procesos creativos.

Tal como me lo confesó Enrique Planas, el muy entendido convocador, la inspiración de tal pedido se encuentra en el famoso decálogo de Horacio Quiroga, a cuyo formato de hace un siglo hoy se le pueden trasladar preocupaciones actuales.

En mi caso, se trata de diez intuiciones que, alentadas por los errores, se han convertido en hábitos de mi escritura.

Aclaro que se refieren al campo de la ficción y me permito compartirlas para que cada narrador las sopese una vez que haya esclarecido la decisión más importante de todas: quién contará su historia. O, como diría un cineasta, dónde colocará la cámara.

Aquí van:

1.

Nunca te sientes a planificar qué mensaje quieres dar con tu ficción o qué objetivos quieres lograr con ella: un buen relato jamás es propaganda. 

2.

Si te preocupa el fantasma de la hoja en blanco, quizá te sirva hacer un diagrama de lo que le va a ocurrir a tus personajes antes de escribir tu historia: de esa manera tu preocupación sobre qué escribir se reducirá a cómo escribir.

3.

Nunca juzgues a tus personajes: a lo mucho, que ellos se juzguen entre ellos. Procura ser un autor amoral.

4.

Piensa en rasgos distintivos para tus personajes: manías, tics, marcas, muletillas; todo aquello que los revele vulnerables y, por lo tanto, más reales. 

5.

Para conseguir una mayor ilusión de verosimilitud, procura estar alerta a todos los sentidos. Un campo no solo es luz y color, también es el aroma de la hierba segada, el olor a humo de leña, un gallo que canta, la astilla que molesta en la yema del dedo.

6.

Corrige mucho, con la sensación placentera de estar puliendo las imperfecciones de una vasija, y ponle especial atención a las redundancias y a los lugares comunes: no hay mayor alivio que detectar un «era blanco como la leche” y tacharlo.

7.

Lee tus diálogos en voz alta. Si algo te suena forzado, corrígelo o hazlo parte de la voz narrativa.

8.

Piensa que tu lector siempre será más inteligente que tú. La sobreexplicación ofende, resta elegancia y, además, la vida jamás trae pies de página.

9.

Como complemento a lo anterior, procura no explicar cómo se sienten tus personajes; que sean ellos a través de sus acciones y pensamientos los que le den la pista al lector. Que Juan nunca diga “¡estoy furioso!”: haz que rompa una silla.

10.

Finalmente, nunca busques impresionar a nadie. Ningún crítico literario, ningún profesor que conozcas, ningún amor por conquistar merece que contamines tu propia manera de contar tu mundo con referencias que no te son genuinas.


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